Capitulo 40

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- La maldita puerta no se abre - susurro.

De alguna manera que aun desconozco hemos llegado hasta la puerta de nuestra habitación, pero por otro motivo que también ignoro, no podemos abrirla.

- Pues ábrela - y Dan no hace mucho por ayudarme, me tiene acorralada contra la plancha que nos separa de la cama y no para de dejar un rastro de besos por toda mi clavicula.

- Dan - un mordisco para nada suave se esparce por todo mi cuerpo haciendo que me estremezca - bruto...

Él se aprieta contra mí de nuevo mientras trato de escaparme aunque sea para abrir la puerta.

- ¿Dan, donde están las llaves? - pregunto empujando, sus dientes dejan un rastro de dolor en mi cuello bajando lentamente, cierro los ojos y por un momento me olvido que mitad de la base podría vernos en el pasillo como dos locos desesperados.

Pero entonces comienza a sonar un sonido molesto que proviene del techo y retumba por las paredes de todo el complejo. Mi primer pensamiento es que ha habido un incendio en alguna parte, pero no se huele humo por ningún lado. Entonces cuando un grito agudo y penetrante se cuela por mi oreja y retumba en mi tímpano es cuando entiendo que no es la alarma de incendios, es la alarma de algo peor: peligro.

Toda la gente que hay en nuestro pasillo, que no son soldados, desaparece por las escaleras o el ascensor, es lo que marcan las reglas que hay que hacer en un caso de alarma

Dan separa rápidamente su boca de mi cuerpo y levanta la cabeza como el felino que es, estando despierto para cualquier cosa que se venga encima.

Aparta una mano de mi cadera para coger mi mano y entrelazarla con la mía. Parece que un martillo me retumba en la cabeza mientras los dos miramos hacia la salida del pasillo por donde aparece mas gente, están huyendo de algo.

- Tenemos que buscar a...

- Ya se a quien tenemos que buscar - aprieta mas fuerte mi mano, y se empieza a mover hacia la gente. Vamos en sentido contrario de la corriente. Empieza a correr esquivando a los empleados y técnicos que hay en la base, tirando de mi mano y sin soltarla en ningún momento.

Me doy cuenta de que ninguna de las personas que nos cruzamos es un mutante, esto me da cada vez peor espina. De entre todas las caras que me cruzo no veo a ninguno de mis amigos, todas son expresiones serias, incluso algunas de terror. A medida que dejan de pasar personas me pongo más nerviosa, el pasillo se vacía poco a poco y entonces paro porque oigo a alguien llamar mi nombre.

- ¡Ana! - me paro y levanto la cara entre la multitud para buscar la voz que me llama - ¡Ana! ¡Aquí!

- Es Lucas - Dan también le está buscando. Entonces cuando dejan de correr personas a nuestro alrededor veo a Lucas parado pegado a una pared como fusionándose con ella, tratando de proteger a Eva que está entre sus brazos agarrándose con fuerza a la camiseta de su hermano postizo y con la cabecita bien escondida en el hueco de su hombro.

Corremos hacia ellos y cuando llegamos a su lado, Eva se incorpora para mirarnos y nos enseña sus ojos llenos de lágrimas.

- Han hecho algo espantoso - dice Lucas explicándonos.

- ¿Qué? - separo mi mano de la de Dan que sigue mirando hacia la boca del pasillo de donde provienen unos sonidos incomprensibles.

- A los mutantes del internado, y a todos los demás que encontraron... - parece que sigue queriendo coger aliento.

- ¿Qué es eso? - Dan empieza a retroceder y abre los brazos para protegernos de algo que no veo.

- Les han implantado un chip en el cerebro - sigue Lucas, los tres parecemos sincronizados mientras retrocedemos - y están atacando. Parece que ciertos estímulos eléctricos del microchip pueden cambiar la voluntad de los mutantes.

Pienso en la variedad de animales que lograron crear los científicos, no hay ninguno grande que debiera asustarme, pero lo hace. Al fin y al cabo son animales que quieren matar.

- ¿Y Maya y Ed? - pregunto, al mismo tiempo asomo la cabeza por el hueco que deja Dan entre sus brazos.

Y entonces los veo aparecer corriendo girando por una esquina. Y lo que traen detrás no me gusta nada de nada, una jauría de animales de todos los filos, dominios y especies. Algunos perros y gatos con espuma saliéndose de sus bocas; un loro intenta lanzarse a la cabeza de Maya, pero ella se cubre con las manos.

A medida que se acercan a nosotros nos empezamos a girar para correr con ellos y huir de esa masa de cuerpos con plumas escamas y pelos. Pero cuando veo aparecer a tres osos grizzli por la esquina, seguidos lobos y felinos me quedo medio paralizada. Esos nos son mutantes, incluso a esta distancia se que sus ojos no tienen ni una pizca de humanos, la cosa es: ¿De dónde han salido?

Solo me da tiempo a ver aparecer unos metros más atrás de los osos a un escuadrón de soldados que intentan llamar la atención de los animales para dormirlos con lo que parecen dardos tranquilizantes.

Empiezo a correr en cuanto Maya y Ed pasan a mi lado a toda velocidad. Más adelante Dan y Lucas van camino a las escaleras. Los animales nos siguen a nosotros y ni siquiera se han girado para mirar a los soldados. Eso solo puede significar una cosa: que van a por nosotros, o están tan desesperados de salir del edificio a tomar un café que les da igual quedarse dormidos por el camino.

El ascensor se abre al lado de las escaleras antes de que Dan se dirija hacia allí, dentro están Mario y Luis gritando cosas que no logro escuchar. Entre la tensión del momento veo como Dan y Lucas entran sin problemas en el ascensor. Ed y Maya no tardan en seguirles, Luis empieza a pulsar el botón para que las puertas no se cierren. Dan se acerca a las puertas todo lo que puede tendiéndome una mano cuando se da cuenta de lo mismo que yo: Estoy demasiado lejos como para llegar sin que se metan en el ascensor unos cuantos bichos dentro para acompañarnos en el viaje hacia abajo.

Tres pasos más.

Miro hacia atrás unos segundos.

Dos pasos más.

Alargo la mano para buscar la de Dan.

Solo un paso.

Mis dedos rozan los suyos y el agarra bruscamente mi muñeca tirando con fuerza antes de que se cierren las puertas. Intento no rozarlas porque sé que se abrirán e instintivamente me veo levantando mucho los pies para que no accionen ningún mecanismo de movimiento que pueda ponernos a todos en peligro.

Dan y yo caemos al suelo del ascensor justo cuando las puertas se cierran. Por suerte solo ha entrado un loro que revolotea por encima de nuestras cabezas. Luis lo agarra por el pescuezo un poco y aprieta ligeramente hasta que parece que el pájaro se ahoga y pierde la consciencia.

Cae al suelo a mi lado y lo miro con asco mientras vuelvo la mirada a Dan, al que sigo aplastando debajo de mi cuerpo. Pongo las manos a ambos lados de su cabeza y hago ademan de levantarme, pero él agarra mi nuca y pone una mano en la espalda para mantenerme tumbada.

Acerca sus labios a mi oreja y la acaricia con lentitud para después susurrar.

- Te voy a atar una cadena al pie para que vengas siempre conmigo, eres la persona más tonta que conozco - a pesar de que el insulto podría molestarme, se que esta de broma, solo me está echando la bronca por haberme quedado atrás. Hace una pausa - Y recuerda que me debes algo.

- Si, mi capitán - sonrío juguetona y me levanto del suelo dando un ligero salto. Todos nos miran con los ojos divertidos muy pegados a las paredes evitando estar cerca de nosotros.

Dan se levanta detrás de mi.

- ¿Es que no van a dejar nunca de intentar matarnos? - pregunto enfurruñada mientras me sacudo el pantalón.

Y entonces el ascensor da un vuelco y se queda parado después de unos ruidos extraños.

Las luces se apagan y nos quedamos totalmente a oscuras. En las tinieblas busco la mano de Dan por detrás de mi espalda, y justo cuando la encuentro una voz comienza a hablar por los altavoces del ascensor.

Y sus palabras solo auguran una cosa: más peligro.


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