Cuando entro por el pasillo le doy un golpe brusco en el brazo a Ed y él me suelta los hombros al instante, me mira sonriendo y se encoge de hombros ante mi mirada, como si fuera totalmente inocente.
- Sabes que lo hago para molestarle – rie y se acerca rápidamente a darme un beso en la mejilla.
- Lárgate – le suelto enfadada cuando reacciono, le empujo y el se aleja hacia su cuarto.
- Hasta mañana guapa – oigo que grita.
- Muérete – no sé si me ha oído pero al menos lo he dicho.
Me voy a volver loca si Ed y Dan se siguen comportando de esta manera, voy a acabar con ganas de vomitar de tanto ver sus caras tan a menudo, aunque no me importaría mirar mejor sus culos todos los días. ¿Pero que estoy pensando?
Mataria por salir de aquí, y me da igual mirar culos o Caras, ahora tengo que concentrarme en salir de este lugar, y muy a mi pesar, ayudar a los dos ‘’machotes’’ que tienen cerebro de pescado a huir.
Cuando me despierto a la mañana siguiente no me quiero levantar de la cama. Me quedo un buen rato tumbada pensando.
Recuerdo que Mario dijo que nos iba a preguntar sobre nuestro libro así que me leo algunas partes del libro otra vez. Absorta en el libro, oigo como se abre la puerta. Levanto la cabeza sin interés y miro hacia arriba.
Es el mismo hombre que ayer, me vuelve a traer el desayuno. Con Rabia le tiro una zapatilla negra que se estampa contra su cara mientras deja la bandeja en el suelo, ni me mira, y sale de la habitación con la misma expresión de indiferencia, maldigo por lo bajo.
Cuando desaparece, veo que la puerta no se cierra. Se queda abierta.
Desayuno, sin dejar nada. Me levanto y salgo de la habitación con prisa, allí dentro me volveré loca algún día. Giro la curva y veo al final la sala grande.
Cuando llego a esta veo que hay alguien nuevo.
Dan, Ed y Mario no están. En cambio en la mesa de Dan hay una chica que parece de mi edad. Esta sentada con cara de aburrida, peinándose el pelo negro cortó con los dedos. Tiene los ojos verdes perdidos mirando hacia la pared. Pero cuando me ve, se le ilumina la cara. Salta del asiento y se levanta.
- Por fin, – se acerca a mí y me mira de arriba abajo con asco – dile a mi padre que si este es el castigo por haberle teñido a Tom el pelo de rojo que no lo volveré a hacer pero que prefiero otro castigo.
- ¿Perdona? – murmuro perpleja.
- Que vayas y se lo digas a mi padre. – va vestida como yo, de negro – Vamos. ¿a qué esperas?
- No sé quien es tu padre.
- Pues sí que conoces bien a tu jefe. Le diré que te despidan en cuanto salga de aquí. Pero antes tienes que ir a decirle que el castigo no tiene gracia y que quiero salir de aquí.
Me quedo perpleja sin saber qué hacer.
- Menuda sirvienta más inepta
Supongo que se cree que esto es una broma de su padre. Me acerco a ella y antes de que le dé tiempo a dar un paso atrás, le cojo del brazo y la giro haciendo que pueda ver su espalda. En la camiseta negra hay un numero como el mío, ella tiene el numero 4. Se libera de mi agarre y me mira con cara de malas pulgas.
- Esto no es un castigo de tu padre. – le digo. Frunce el entrecejo. – Y yo no soy la empleada de nadie. – me giro y le muestro mi espalda como posando para una revista de moda– yo también tengo un numero como tú. Creo que nos ponen el número según el orden de llegada. Tú has llegado la cuarta y por eso tienes el numero 4.
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Because we can
RomanceHicieron experimentos conmigo, me metieron dentro el ADN de un animal peligroso cuando era un bebe. He vivido toda mi vida con mis padres, en una casa normal, y esta mañana cuando despierto me encuentro en una habitación blanca, lejos de mi hogar si...