28

159 17 3
                                        

Los días pasaban en la casa de los Kaulitz, y el silencio se había convertido en un invitado permanente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los días pasaban en la casa de los Kaulitz, y el silencio se había convertido en un invitado permanente. Tom y Fabian vivían bajo el mismo techo, pero era como si existieran en mundos separados. Desde la confrontación en la cocina, no habían intercambiado una sola palabra. A veces, se encontraban en el pasillo o en la sala, pero lo único que compartían eran miradas fugaces, llenas de incomodidad y resentimiento. Ninguno de los dos sabía cómo romper el hielo que se había formado entre ellos.

Jaiden ya no estaba en la casa. Después de la pelea con Tom, decidió que lo mejor sería darle espacio a Fabian. No quería ser una carga adicional en la ya tensa relación entre padre e hijo. Aunque extrañaba la compañía de su amigo, sentía que su presencia solo complicaba las cosas. Así que regresó a su propia casa, dejando a Fabian solo con sus pensamientos y emociones contradictorias.

Una mañana, Fabian estaba en la cocina, preparándose un desayuno sencillo. El sonido del pan tostándose y el huevo friéndose en la sartén llenaba el espacio con una sensación de normalidad que casi parecía fuera de lugar. Era uno de esos momentos en los que la rutina diaria ofrecía un breve respiro de los problemas más grandes que lo rodeaban.

Mientras untaba mantequilla en la tostada, sintió una mano en su hombro. Se sobresaltó, soltando el cuchillo y volteándose rápidamente para ver quién estaba detrás de él. Su corazón dio un vuelco al encontrarse cara a cara con Tom. El semblante de su padre era serio, pero había algo más en su expresión, algo que Fabian no había visto en mucho tiempo: vulnerabilidad.

Tom apartó la mano de su hombro y dio un paso hacia atrás, creando un poco de espacio entre ellos. La tensión en el aire era palpable, y por un momento, ninguno de los dos supo qué decir. Finalmente, fue Tom quien rompió el silencio.

—Fabian... —empezó, su voz suave pero llena de un peso que no podía disimular—, necesito pedirte disculpas.

Fabian lo miró fijamente, sin decir nada. No esperaba que su padre se disculpara tan pronto, o en absoluto. Había pasado tanto tiempo construyendo un muro entre ellos que no sabía cómo reaccionar ante esta muestra de humildad.

—He estado muy estresado últimamente —continuó Tom, frotándose la nuca con una mano—. He tenido problemas con Heidi, y eso me ha afectado más de lo que quiero admitir.

Fabian seguía en silencio, sus ojos buscando respuestas en el rostro de su padre. No entendía a dónde quería llegar Tom con esto, pero algo en su tono le hizo prestar atención.

—Ella... —Tom tragó saliva, como si las palabras fueran difíciles de pronunciar—. Ella me fue infiel, Fabian.

Fabian sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. La noticia lo golpeó con fuerza, dejándolo atónito. Heidi, la mujer que había visto junto a su padre, siempre radiante y aparentemente feliz, le había sido infiel. La imagen de ellos dos como una pareja fuerte y unida se desmoronó en su mente.

—Lo siento, pensé que ella sí te amaba de verdad —fue lo único que pudo decir, su voz apenas un susurro.

Tom esbozó una sonrisa triste y asintió, agradecido por la respuesta de su hijo, aunque fuera tan simple. Se sentía humillado por lo que había pasado, pero lo que más le dolía era el impacto que esto podría tener en su familia.

—Yo también lo pensé —admitió Tom, con la mirada perdida en algún punto del suelo—. Pero parece que me equivoqué.

El silencio volvió a caer sobre ellos, pero esta vez no era tan incómodo como antes. Había una comprensión tácita entre padre e hijo, una aceptación de que ambos estaban lidiando con sus propios dolores y decepciones. Sin embargo, este momento de apertura no podía borrar de golpe todo el resentimiento y la distancia que se había formado entre ellos.

—Fabian, sé que he cometido muchos errores —continuó Tom, buscando las palabras adecuadas—. No he sido el padre que deberías haber tenido, y lamento mucho haber añadido más peso a lo que ya estás cargando. Lo que te dije el otro día... no debí hablarte así. Estaba frustrado, enojado conmigo mismo, pero eso no justifica nada.

Fabian sintió una punzada en el pecho al escuchar a su padre admitir sus fallos. Quería decirle que entendía, que sabía que no todo era blanco o negro, pero las palabras se le atascaban en la garganta. Había tanto que quería expresar, pero al mismo tiempo, sentía que no tenía la capacidad de hacerlo.

—Heidi y yo... vamos a separarnos —confesó Tom, dejando caer la última bomba—. No puedo seguir con alguien que no me respeta ni respeta a nuestra familia.

Fabian levantó la vista, encontrándose con los ojos de su padre. Había dolor en ellos, pero también una determinación que no había visto en mucho tiempo. Tom estaba tomando una decisión difícil, pero era una que parecía necesaria.

—Es lo mejor, creo —dijo Fabian finalmente, sintiendo que debía decir algo, aunque no estuviera seguro de lo que sentía realmente—. No puedes estar con alguien que no te respeta, papá.

Tom asintió lentamente, procesando las palabras de su hijo. Aunque la separación le dolía, había algo en la forma en que Fabian lo llamaba "papá" que le daba un pequeño consuelo. Había esperanza, tal vez, para reconstruir lo que se había roto entre ellos.

—Gracias, hijo —respondió Tom, con sinceridad—. Sé que hemos tenido nuestros problemas, y que te he fallado de muchas maneras. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, ahora y siempre. Si alguna vez necesitas hablar, sobre cualquier cosa, estaré aquí para escucharte.

Fabian asintió, y aunque no se sentía completamente listo para abrirse del todo, apreciaba el esfuerzo de su padre. La herida entre ellos no sanaría de inmediato, pero este era un primer paso en la dirección correcta.

—Me alegra que me lo digas —respondió Fabian, con una pequeña sonrisa—. Pero también quiero que sepas que no es fácil para mí olvidar lo que ha pasado. Me tomará tiempo, pero intentaré seguir adelante.

Tom asintió con comprensión. Sabía que no podía pedirle a su hijo que olvidara todo de la noche a la mañana. Pero mientras hubiera un intento por ambas partes de sanar, había esperanza para el futuro.

El resto del desayuno transcurrió en silencio, pero esta vez no era un silencio incómodo. Ambos se sentaron juntos en la mesa, comiendo en una especie de tregua tácita. La relación entre padre e hijo aún estaba lejos de ser perfecta, pero habían dado un paso importante hacia la reconciliación.

Esa mañana, mientras el sol se alzaba completamente sobre el horizonte, Fabian sintió que algo había cambiado. El rencor que había estado alimentando contra su padre comenzó a desvanecerse, aunque fuera solo un poco. Sabía que aún quedaba mucho por hacer, muchas conversaciones difíciles que tener, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que eso era posible.

Mientras Tom recogía los platos y comenzaba a lavar la loza, Fabian lo observó en silencio. Había visto a su padre de muchas maneras a lo largo de su vida, pero nunca como en ese momento: vulnerable, arrepentido, y dispuesto a enmendar sus errores. Y aunque aún sentía una mezcla de emociones hacia él, Fabian se dio cuenta de que, tal vez, después de todo, había una oportunidad para construir una relación auténtica, basada en la verdad y el respeto mutuo.

Cuando terminaron de desayunar, Fabian se levantó para regresar a su habitación. Antes de irse, se detuvo en la puerta de la cocina y miró a su padre.

—Papá... gracias por hablar conmigo hoy.

Tom levantó la vista y le ofreció una sonrisa genuina.

—Siempre, hijo. Siempre.

Fabian asintió y salió de la cocina, sabiendo que el camino hacia la reconciliación sería largo y difícil, pero al menos, ya no lo estaba recorriendo solo.

Hidden Rhythms | Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora