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Era un día que, en apariencia, no se distinguía de cualquier otro

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Era un día que, en apariencia, no se distinguía de cualquier otro. Berlín vibraba con su energía habitual, pero para Emma, todo se sentía diferente. Algo la inquietaba profundamente, un sentimiento que no había logrado quitarse de encima. Durante días, había estado contando las fechas, repasando los eventos en su cabeza. Su periodo no llegaba, y esa simple ausencia había comenzado a transformarse en una preocupación seria. Aunque intentó ignorarlo, su mente seguía repitiendo los recuerdos de la última vez que estuvo con Tom.

Habían salido a una fiesta, una de esas que terminan tarde en la noche. La música, las luces, y el ambiente festivo los envolvieron por completo. Ambos habían bebido más de lo habitual, y todo sucedió con rapidez. Cuando despertaron a la mañana siguiente, con las cabezas pesadas y los recuerdos fragmentados, ninguno de los dos tenía claro lo que había pasado exactamente. Lo que sí sabían era que, en medio de la euforia de la noche, podrían haber olvidado tomar precauciones.

Durante varios días, Emma intentó calmarse, diciéndose que no tenía por qué alarmarse. Pero conforme los días pasaban y su periodo no llegaba, la preocupación se volvió ineludible. Finalmente, decidió que no podía seguir ignorando la posibilidad de estar embarazada. Salió a comprar una prueba de embarazo con las manos temblorosas y un nudo en el estómago.

Cuando llegó a casa, se encerró en el baño, cerrando la puerta detrás de ella como si eso pudiera protegerla del resultado que estaba a punto de enfrentar. Tomó el pequeño dispositivo, siguiendo las instrucciones al pie de la letra, y luego se sentó en el borde de la bañera, esperando. Los segundos se convirtieron en minutos interminables mientras fijaba la mirada en el test, esperando que no apareciera esa segunda línea.

Finalmente, el resultado apareció. Dos líneas claras y definidas.

Emma sintió cómo todo su mundo se desmoronaba. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, y pronto se convirtió en un llanto incontenible. No podía creerlo. A pesar de sus temores, había esperado que todo fuera una falsa alarma, pero ahora, la realidad era ineludible. Estaba embarazada.

Durante los días siguientes, la negación se apoderó de ella. Fue al médico y se hizo una prueba de sangre, esperando desesperadamente que la primera prueba hubiera estado equivocada. Pero los resultados confirmaron lo que ya sabía en el fondo de su corazón: estaba esperando un bebé. Y lo peor era que no se sentía lista. Con solo 16 años, tenía sueños, planes, y un futuro que ahora parecía incierto.

Finalmente, se armó de valor y le contó a Tom. Se encontraban en la habitación de él, donde solían pasar tanto tiempo juntos. Tom estaba sentado en la cama, y ella estaba frente a él, con los ojos rojos e hinchados por el llanto. Cuando Emma le mostró el resultado de la prueba de embarazo, Tom quedó en silencio, procesando la noticia.

—No Tom, yo no lo quiero aún —dijo Emma, su voz quebrada y temblorosa—. No estoy lista. Solo tengo 16 años, ¿cómo voy a hacer esto?

Tom, sorprendido y preocupado, la abrazó, tratando de consolarla. Él tampoco se sentía preparado para algo así, pero sabía que ya no había marcha atrás.

—Emma, entiendo cómo te sientes —respondió Tom, acariciando su cabello mientras ella lloraba en su hombro—. Yo tampoco estoy listo, pero no podemos hacer nada para cambiarlo. Esto es algo que tenemos que enfrentar juntos. Sé que no será fácil, pero lo lograremos. Yo estaré contigo en todo momento.

Emma sollozaba desconsolada, pero en el fondo, las palabras de Tom le daban un pequeño consuelo. Sabía que no estaba sola, que Tom estaba dispuesto a apoyarla, aunque ambos estuvieran asustados.

Esa noche, decidieron quedarse en la cama, tratando de buscar algo de normalidad en medio del caos emocional que los envolvía. Pusieron una película, algo ligero que los distrajera de la realidad, pero ninguno de los dos prestaba atención a la pantalla. Tom se dedicó a mimar a Emma, abrazándola y diciéndole que todo estaría bien, aunque él mismo no estaba seguro de cómo lo lograrían.

Mientras la película avanzaba, Emma se quedó dormida en los brazos de Tom, agotada por el día y las emociones. Tom la observó en silencio, preguntándose cómo sería su vida de ahora en adelante. Habían cruzado un punto sin retorno, y aunque el futuro era incierto, estaba decidido a hacer lo necesario para protegerla y cuidarla a ella y al bebé que vendría.

Con el tiempo, los miedos de Emma y Tom no desaparecieron, pero empezaron a aprender a enfrentarlos juntos. Sabían que no sería fácil, pero también sabían que tenían algo que los unía más allá de todo: el amor que sentían el uno por el otro. Y eso, en ese momento, era lo único que podían aferrarse mientras caminaban hacia un futuro lleno de desafíos, pero también de esperanza.

Hidden Rhythms | Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora