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—¿Hola? Pa, ¿puedo ir a dormir a la casa de Jaiden? —preguntó Fabian con voz calmada por teléfono, esperando que su plan funcionara

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—¿Hola? Pa, ¿puedo ir a dormir a la casa de Jaiden? —preguntó Fabian con voz calmada por teléfono, esperando que su plan funcionara.

Al otro lado de la línea, la voz de Tom respondió con un tono cansado pero comprensivo. —Claro, ya es muy tarde, deberían ir a la casa ya.—

—Sí, gracias. —dijo Fabian antes de colgar. Suspiró aliviado, satisfecho de haber obtenido el permiso sin mayor complicación.

Jaiden, tambaleándose levemente a su lado, lo miró con una expresión de sorpresa. —Nunca había escuchado que le dijeras "Pa" a tu papá.

Fabian esbozó una sonrisa, encogiéndose de hombros. —Lo dije para que me diera permiso.

Ambos amigos comenzaron a caminar por las calles desiertas, la oscuridad de la noche envolviéndolos mientras las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos. Era alrededor de las 12:10 de la noche, y aunque la adrenalina de los eventos anteriores todavía corría por sus venas, Fabian estaba mucho más sobrio que su amigo. Jaiden, en cambio, había seguido fumando después de la pelea, y ahora estaba en un estado bastante alterado. Caminaba torpemente, su cuerpo oscilando de un lado a otro como si el viento pudiera derribarlo en cualquier momento.

Fabian llevaba las dos skates en una mano y con la otra ayudaba a Jaiden a mantenerse en pie. Cada pocos pasos, Jaiden soltaba una risa sin sentido o murmuraba algo incomprensible, claramente bajo el efecto de la marihuana. Fabian, aunque más sobrio, aún sentía los restos del efecto en su sistema, pero estaba más enfocado en asegurarse de que Jaiden llegara a casa sano y salvo.

Finalmente, llegaron a la casa de Jaiden, una vivienda modesta en un barrio tranquilo. La madre de Jaiden, al escuchar la puerta abrirse, apareció en el umbral, con el rostro lleno de preocupación que rápidamente se convirtió en enojo cuando vio el estado de su hijo.

—¡Jaiden eres un puto drogadicto! —gritó la madre de Jaiden, su voz resonando en la sala
— ¡Vete de mi casa imbécil, aquí no vuelvas. Olvídate de mí!—

Fabian se tensó ante la reacción de la mujer, pero Jaiden, completamente ajeno a la gravedad de la situación, solo observaba la escena con una expresión relajada, como si las palabras de su madre no lo afectaran en lo más mínimo.

La madre de Jaiden continuó despotricando, su furia evidente en cada palabra que salía de su boca. Sin embargo, Fabian decidió ignorarla. Sabía que discutir no mejoraría la situación, y lo único que le importaba en ese momento era llevar a Jaiden a su habitación para que pudiera descansar.

—¿Dónde está tu habitación? —le preguntó a Jaiden en voz baja, tratando de mantenerse tranquilo.

Jaiden, todavía con una sonrisa tonta en el rostro, levantó un dedo y señaló hacia el pasillo. Fabian lo guió hasta allí, ignorando las protestas de la madre de Jaiden que seguía lanzando insultos desde la puerta de la sala. Al llegar a la habitación, Jaiden se dejó caer pesadamente sobre la cama, sin molestarse en quitarse los zapatos ni la chaqueta. Parecía completamente agotado, tanto física como emocionalmente.

Fabian echó un vistazo a la habitación de Jaiden mientras él murmuraba incoherencias para sí mismo. La habitación estaba decorada con posters de bandas de rock, un escritorio lleno de cuadernos y papeles desordenados, y una guitarra apoyada en una esquina. Había algo acogedor en ese espacio, a pesar del caos evidente. A Fabian le gustó el ambiente, sintiéndose un poco más relajado ahora que su amigo estaba a salvo.

Sin embargo, no pudo evitar preocuparse por Jaiden. La manera en que su amigo había seguido fumando a pesar de la situación y su actitud despreocupada lo inquietaban. Sabía que Jaiden estaba lidiando con muchas cosas, pero temía que se estuviera autodestruyendo en el proceso.

Finalmente, se acomodó junto a Jaiden en la cama, sin molestarse en cambiarse de ropa. Estaba agotado por la noche caótica y decidió que lo mejor era descansar. Mientras comenzaba a quedarse dormido, sintió algo moverse a su lado. Al principio lo ignoró, pensando que solo era Jaiden ajustándose en la cama, pero cuando el movimiento persistió, abrió los ojos con dificultad.

Jaiden estaba de pie junto a la cama, con un bolso en una mano y su skate en la otra. La expresión relajada que había mostrado antes había sido reemplazada por una determinación silenciosa.

—¿Qué hora es? —preguntó Fabian, su voz ronca por el sueño interrumpido.

—Son las 4:10 de la mañana. —respondió Jaiden, con un tono serio— Levántate y vámonos.

Fabian parpadeó, tratando de comprender lo que estaba sucediendo. —¿Qué? Tu madre se va a dar cuenta. ¿Estás loco? Ella me da miedo.

Jaiden sonrió débilmente, aunque la sonrisa no alcanzó sus ojos. —Claro que no, saldremos por mi ventana.

Fabian dudó por un momento, pero finalmente se levantó, todavía algo adormilado. —¿Y a dónde iremos?

—Pues a tu casa. —respondió Jaiden, ya abriendo la ventana para salir.

Fabian lo siguió, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción mientras se preparaban para escapar por la ventana en plena madrugada. El aire frío de la noche los envolvió cuando salieron al exterior, haciendo que Fabian se estremeciera ligeramente. Con cuidado, los dos amigos descendieron por la pared exterior de la casa hasta llegar al suelo, evitando hacer ruido para no alertar a la madre de Jaiden.

Una vez en el suelo, Jaiden comenzó a caminar hacia la calle con una determinación que contrastaba con su estado anterior. Fabian lo siguió, todavía intentando procesar todo lo que estaba sucediendo. No podía evitar sentir una creciente preocupación por su amigo. El Jaiden que conocía siempre había sido valiente y un poco temerario, pero lo que estaba viendo ahora parecía más una búsqueda desesperada por escapar de algo.

Mientras caminaban por las calles desiertas, el silencio entre ellos se hacía cada vez más pesado. Fabian quería preguntar qué estaba pasando por la mente de Jaiden, pero no encontraba las palabras correctas. Decidió que lo mejor sería esperar hasta llegar a su casa, donde podrían hablar con calma y, con suerte, encontrar una manera de ayudar a su amigo.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegaron a la casa de Fabian. Con cuidado, entraron por la puerta trasera, intentando no hacer ruido para no despertar a nadie. Una vez dentro, se dirigieron a la habitación de Fabian, donde ambos finalmente pudieron relajarse un poco.

—Jaiden... ¿qué está pasando? —preguntó Fabian finalmente, incapaz de contener su preocupación.

Jaiden se dejó caer en la cama, dejando escapar un largo suspiro. —No lo sé, Fab. Solo... siento que necesito alejarme de todo. Todo me recuerda a los maltratos que recibía por parte de mi madre de pequeño, y estar en esa casa solo lo empeora.

Fabian se sentó junto a él, tratando de pensar en algo que pudiera decir para consolar a su amigo. Pero las palabras no llegaban fácilmente. Sabía que las palabras de su madre habían dejado una cicatriz profunda en Jaiden, y que no sería fácil ayudarlo a sanar.

—Lo siento, hermano. —fue todo lo que pudo decir finalmente, colocando una mano en el hombro de Jaiden en un gesto de apoyo.

Jaiden asintió, agradecido por la comprensión de Fabian. Los dos se quedaron en silencio por un momento, cada uno perdido en sus propios pensamientos.

—Gracias por estar aquí, Fab. —dijo Jaiden en voz baja, antes de cerrar los ojos, finalmente permitiéndose descansar.

Fabian lo observó por un momento más, antes de acostarse a su lado. Sabía que la noche aún no había terminado, pero al menos estaban juntos, y eso era lo que más importaba.


























































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Hidden Rhythms | Tom KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora