Tn cree que Jungkook es perfecto para su vagina y para perder con él su virginidad, pero ella es la hermana de Jimin su mejor amigo... está prohibido mirar, tocar y menos tener sexo con ella.
❎. No está permitida ni la copia ni la adaptación de ésta...
—A un mundo escondido, a mi lugar preferido —se le escapó un quejido que me llegó al pecho—. Ya verás, te encantará —¿Se puede estar contento y triste al mismo tiempo? No sé, eso es lo que parecía.
Nos adentramos por un camino angosto y de difícil acceso. Me ayudaba a sortear todos los obstáculos que nos encontramos a nuestro paso, y después de diez minutos, que se me hicieron eternos y me dejaron casi sin aliento, nos metimos por un entramado de árboles de cerezo que eran preciosos.
—Ten cuidado por aquí, no quiero que te hagas daño —él intentaba andar despacio.
—¿Pero dónde se supone que vamos? —no entendía tanto secretismo.
—¡Y aquí está! —exclamó con entusiasmo.
Cuando conseguimos al fin salir de todo aquel desastre de lugar, mis ojos vieron el paraíso.
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(*Foto para recordar)
Un impresionante paisaje apareció ante mí, respiré agitada y él me miraba con cara de felicidad.
—¿Te gusta? —me miraba insistente.
—Me encanta Jungkook —me tiré a sus brazos para abrazarlo.
Si creí en algún momento que no sería especial mi viaje, en este instante se borró todo.
Me alzó hacia arriba y me bajó despacio para besar mis labios.
—Perdona si me porté mal por no decirte desde el principio que vinieses conmigo, a veces no sé porque soy así de lento contigo —me miró con arrepentimiento. Aún estaba en sus brazos.
—Eso ya no importa, se me ha olvidado todo desde hace ya mucho —lo besé.
Él siguió mi beso como si no hubiera un mañana, se separó para mirar mis ojos.
—¿Quieres que follemos aquí? —sonrió sexi y apretó su lengua en el interior de su mejilla.
Temblé.
—¿Eso es un sí?
—¿Aquí?, ¡nos verán! —dije saltando al suelo.
—No nos verán, ya verás. Vamos —le di mi mano y empezamos a andar por las rocas. Lo hicimos despacio y con cuidado, aunque mi sensación era que si hubiera ido solo sería más rápido para él. Sabía lo que hacía.
Nos adentramos en el lado izquierdo del lago, apareció como una cueva. Nos metimos dentro y la cascada quedó a nuestras espaldas. Nos habíamos mojado.
—¡Madre mía!, que bonito es todo ésto —se veía tan romántico.
Los colores del interior se cernían sobre nosotros. Grises, verdes y pequeños cristalitos brillaban cuando la luz del exterior daba en ellos.