Todos tenemos una historia, somos lo que hicimos y lo que hacemos.
Hoy como todos los días tienes una elección; puedes seguir por el camino de siempre gastando tu tiempo como sueles hacerlo o puedes ser heroica y tomar un camino épico.
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Desde que sus hijos se fueron de sus casas a realizar sus vidas, se sentían decaidas, era un proceso normal pero que les costaba acostumbrarse después de vivir tantos años entre, risas, lloriqueos, gritos y peleas, sus esposos las entendieron, se sentían igual, así que decidieron ir a unas pequeñas vacaciones a la cabaña familiar de los Smith's
El ambiente se prestaba para muchas cosas, sin embargo, decidieron pasarla de forma individual la primera noche
Euphemia se había comprado una lencería perfecta que sabía iba a enloquecer a su esposo y creyó que ese era el momento ideal para usarlo
—Espera aquí ¿De acuerdo? – musitó entre besos
—Lo que ordene su majestad – se acomodó más en la cama
Effie se levantó para ir al baño y prepararse
—Rojo, su favorito – susurro orgullosa al verse en el espejo
El tiempo le estaba favoreciendo considerablemente asentando sus atributos, las ligas apretaban sus muslos como sus glúteos y el sostén realzaban sus senos de forma descarada
Estaba lista, deseosa por qué sabía que viéndola, su esposo no se contendría en follarla tan duro como ella quería
Salió del baño, se sentía la mujer más sexi y deseable del mundo hasta que...
—Mike – lo llamó
En vez de recibir una palabra, recibió un ronquido como respuesta
—¡Mike! – chilló
Pero ni por qué su voz se agudizó él se despertó, el cansancio de trabajar tantos años estaban haciendo estragos
—Osh, esto es increíble – bufó
Se puso una bata y salió de la habitación, fue a la cocina por una botella de vino, una copa para después sentarse a mirar el fuego de la chimenea
—Desgraciado viejo – escuchó maldecir a su amiga
—¿Qué haces aquí Fred? – se preguntaron al unísono
—Ese desgraciado me dijo "no sabes las cosas que te voy a hacer estando en la cabaña" – imitó su voz —. Me desnudé y ni bien tocó la cama se durmió – hizo corajes
Euphemia soltó una risita y la invitó a tomar con ella
—¿Y tú?
—Similar, me compré una linda lencería, le pedí que me esperara para ponermela y cuando salí estaba roncando
—¡Ains desgraciados abuelos!
Hubo un silencio, ambas bebían y miraban el fuego
—Oli
—¿Si?
—Follemos
—Pense que nunca lo dirías – se lanzó a sus labios
