Capitulo 17

31 1 8
                                    

Un nuevo día se revelaba tras las cortinas de la ventana, el sol hacía su trabajo al iluminar todo a su paso, los rastros de una cerámica rota en el suelo se mezclaban con las botellas de licor esparcidas, las sábanas de la cama eran un completo d...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un nuevo día se revelaba tras las cortinas de la ventana, el sol hacía su trabajo al iluminar todo a su paso, los rastros de una cerámica rota en el suelo se mezclaban con las botellas de licor esparcidas, las sábanas de la cama eran un completo desastre, la habitación parecía pertenecer a un adolescente. Pasaron dos semanas después del accidente. Las calles de Italia estaban repletas de cotilleos, algunos mencionan que fue un atentado contra el vaticano, otros se atrevían a asegurar que fue una maniobra del mismo gobierno, los fieles católicos que creían en la sagrada biblia proclamaban que se aproximaba el apocalipsis, el fin de los mundos. Todos esos rumores escuchó aquel hombre dormido en la cama, su espalda estaba descubierta, tenía el ceño fruncido y los párpados cerrados, en el silencio de su escondite estaba teniendo otras de sus pesadillas.

Que Dios lo ampare en el día en que llegara la parca a reclamar su alma, una que ya estaba rota, dividida, corrompida.

Si hay algo que a Francesco Santorini nunca le gustó, a lo largo de sus años, es estar completamente solo, esos eran los momentos que aprovechaban los demonios más crueles para jugar con la poca cordura que le quedaba. Su cuerpo comenzó a temblar, sus manos se aferraron a las sábanas, no quería abrir los ojos, sabía que él estaría ahí.

La noche anterior salió a un bar para distraerse, bebió uno o más tragos, la bartender le coqueteo pero no se mostró atraído, nadie lo reconoció porque no estaban enterados que era el hombre más buscado, aparte de que no les interesaba lo que le pasaba a un desconocido. Esa es una de las razones por la que detestaba a la humanidad.
La habitación estaba a oscuras, un rayo de sol se filtraba intrusa en el lugar queriendo alcanzar el cuerpo del sujeto acostado, algo debía despertarlo de ese mal sueño. Frunció más el ceño, la garganta se le estrechaba, su respiración se agitaba cada vez más, su cuerpo se cubría de sudor mientras temblaba; su mente estaba siendo invadida por su subconsciente, lo estaba torturando una vez más.

Francesco se sofocaba, sus movimientos aumentaron, esa pesadilla se estaba mezclando con la realidad. El corazón latía demasiado rápido, se puso boca arriba, movía la cabeza de un lado a otro con desesperación, el aire dejó de entrar y salir de su caja torácica. Un dolor fuerte apareció en su pecho, otro en su cabeza, sentía que se le estaba partiendo en dos, las alarmas mentales que siempre tenía hicieron acto de presencia gritando que se despertara.

Hasta que un dolor punzante demasiado extremo se posicionó en el centro de su cuerpo, hizo que levantara las caderas soltando un grito desgarrador. Abrió repentinamente los párpados, sus pupilas las tenía dilatadas, la vista no le funcionaba por más que mirará en todas partes, todo estaba borroso, una luz blanquecina lo cegó. Se sentó de inmediato, el estómago le dolía, su cerebro aletargado comprendió lo que le pasaba.

Ya no soportaba el dolor, se levantó veloz corriendo hacia el baño, abrió la puerta sin importar si la rompía, ni bien enfocó con dificultad el sanitario se echó al suelo para vaciar lo que contenía. La cabeza le palpitaba, creyó que sería a causa de la resaca de la noche anterior, sin embargo, su cuerpo se sacudía cada vez peor. Después de deshacerse de las náuseas, se quedó dónde estaba, buscó el contacto de la pared sólida llevando sus rodillas al pecho, puso sus manos sobre su cabeza enredando sus manos en los rizos estirándolos con fuerza.

BASILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora