Capitulo 8

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Una hora antes

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Una hora antes.

Laura Bloom suspiró al salir del baño, se duchó luego de terminar la videollamada con su prometida, se secaba el cabello húmedo con una toalla de mano recordando la conversación que tuvieron, le contó todo lo que había pasado, cada detalle, cada hipótesis que se le ocurría y cada preocupación que la invadía. Diana Petrossi, la mujer a quien le propuso matrimonio, solo se dedicó a escucharla con atención, no la interrumpió ni tampoco dejó que la distrajeran, estaba en el papel de psicóloga que era.

Al terminar de hablar le dio como consejo darse una ducha caliente, que pidiera servicio al cuarto y luego vaya a la cama a descansar. Amaba como esa mujer estando a mil kilómetros de distancia aún se preocupaba por su salud. Hizo todo lo que le ordenó, fue tan obediente que comenzó a cuestionarse esa actitud, pero se rió de sí misma sacudiendo la cabeza.

Alguien golpeó la puerta de su habitación, le avisaron que llegó el servicio a cuarto que pidió minutos antes, fue a recibirlo agradeciendo al empleado. Antes de irse, él mismo le comentó a la pelinegra que alguien fue a buscarla cuando no estaba por la mañana, por lo que le contó que se trataba de una monja de Santa Lucía, la andaba buscando para  entregarle un paquete. El empleado le entregó el paquete, era grande, una caja del tamaño de una mesa ratona. Al cerrar la puerta detrás de ella tuvo un mal presentimiento. Laura dejó el paquete en la cama, se había puesto pálida de repente, sentía un mareo en su estómago. Por la descripción del empleado, la monja que la buscaba era la Madre Doroles Borgobello, ella no apareció esa mañana por el orfanato por andar buscándola, ya sabía que ella estaba en Plasencia pero… ¿Por qué? ¿Quién se lo dijo? ¿Cómo sabía quién era? 

Un hombre se le vino a la cabeza, uno con muchas personalidades, uno que sospechaba que lo tenía más cerca de lo que en realidad creían.

Tomó  el valor suficiente, inhaló profundo agitando sus brazos para sacarse todo estrés de encima, se fue hacia la caja y la abrió. Libros, no, no eran libros, diarios, cartas, escritas todas a mano pero, ¿A quién pertenecían? Tomó uno de los papeles sueltos para leerlo mientras se sentaba en el borde de la cama con su bata todavía puesta.

PARA LA HERMANA DOLORES

DESDE PARÍS, FRANCIA.

Hola hermana Dolores, ¿Cómo ha estado? No he tenido tiempo de enviarle alguna carta desde que nos fuimos del orfanato. Me disculpo por irme sin despedirme, he pedido llamarla pero no me dejaron por cuestiones de seguridad. 

Hermana tengo que decirle todo aquí parece un paraíso, los jardines, la vista, mis hermanitos juegan felices mientras cuidamos a la bebé, pero hay algo que no lo va a creer… ¡¡LA ESPOSA DE ALESSANDRO ES NINA!! Por eso nos adoptó, Alessandro Santorini fue muy bueno con nosotros, nos hizo adaptarnos a nuestro ritmo a esta nueva vida. No es como la familia que me imaginaba, pero me gusta, al menos estamos todos juntos ¿no?

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