Capitulo 16 2/3

41 2 0
                                    

08:50 a

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

08:50 a.m. Domingo, Roma, Italia.

Los fieles y peregrinos esperaban bajo un sol casi estival en la Plaza San Pedro, en el Vaticano, que se asomara a su famosísima ventana el Papa al mediodía del domingo. Cánticos, rezos, se oían, las personas se aglomeraban en la plaza a la espera. Al abrirse las cortinas, estallaron los aplausos, llegó el pontífice hasta la ventana del Palacio Apostólico para rezar el Ángelus del día, para comenzar un significativo encuentro de oración pública.

Al estar enfrente, el Papa saludaba a todos los presentes, daba sus agradecimientos a las comunidades católicas, saludo a los fieles que seguían la transmisión por televisión. Los cánticos se hicieron para un mejor ambiente, después llegó ese silencio que propicia la escucha, incluso en medio de la ciudad. Todos rezaron juntos.

- El Ángel del Señor anunció a María - inició diciendo su santidad, vestido de blanco y acomodando sus lentes, acercándose al micrófono que le tendía uno de los cardenales

- Y concibió por obra del Espíritu Santo - respondió la multitud al unísono.

- He aquí la esclava del Señor - dijo el sumo pontífice, haciendo una corta pausa.

- Hágase en mí según tu palabra - con más fervor contestó el pueblo.

- Y el Verbo se hizo carne - mencionó el Papa.

- Y habitó entre nosotros - respondieron las personas en la plaza.

- Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios - proclamó su santidad.

- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo - dijeron los fieles presentes.

- Infunde, Señor, tu gracia en nuestras almas - empezó a recitar el Papa hacia todos los peregrinos- Para que, los que hemos conocido, por el anuncio del Ángel - las personas atentas no sabían lo que pasaba a su alrededor - La Encarnación de tu Hijo Jesucristo, lleguemos por los Méritos de su Pasión y su Cruz - el pontífice seguía orando - A la gloria de la Resurrección. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Fue lo último que dijo, en ese mismo momento se escuchó un ruido fuerte que llenó toda la atmósfera, seguido de un grito dolorido de una mujer, las personas se miraron entre sí para descubrir de dónde provino, hasta los cardenales que acompañaban al Papa y sus escoltas quedaron en silencio para saber qué es lo que sucedía.

Otro grito resonó, era el de un hombre, que pedía misericordia y salvación, de pronto la plaza San Pedro comenzó a ser un desastre, de personas corriendo de un lado a otro, llantos de niños asustados por la reacción de los adultos, la única fuerza de seguridad metió al Papa hacia dentro del Palacio Apostólico resguardando su vida.

- Francesco - soltó el anciano que era llevado hacia el interior - ¿Ahora que hiciste muchacho? - negaba con la cabeza con una sonrisa asomándose en sus arrugados labios. El Papa estaba seguro que algo se avecinaba y estará fuera de su alcance detenerlo, solo le quedaba orar a Jesucristo para que no hubiera muchas vidas perdidas.

BASILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora