25 - Recuerdos inútiles

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- Aunque no voy a estar estos días en casa, me voy dentro de tres días. - aclaró. - Marina, si para entonces ya estás en mi casa, confío en que no harás ninguna travesura. - le guiñó el ojo.

- Oh, claro que no. - rió Marina. - Si, la verdad, es que si me das esta oportunidad, no voy a desperdiciarla, así que aprovecharé y trasladaré unas pocas cosas mañana mismo. Y menos voy a decepcionarte... No te merecerías eso, en serio, no sé qué haría. Gracias por ser tan buena conmigo, Violeta. Yo intentaré serlo... y no, no haré ninguna travesura. - las dos rieron. - ¿Y dónde te vas?

- Chiara... quiere que vayamos a Croacia, de vacaciones de Navidad.

- Qué bonito. - sonrió Marina, aunque sus ojos azules se encendieron.

Violeta no pudo distinguir muy bien lo que veía allí adentro, en ese color de mar cristalino. Pero dedujo... que algo de envidia se escondían tras ellos. Eso la hizo vacilar. ¿Envidia? ¿Le daba envidia que estuviera con Chiara? Violeta dejó correr esa oportunidad, y decidió optar por otra... que se aliviara por ella.

- Es verdad que Chiara siempre ha sido detallista. - rió - pero solo cuando quiere, para cuando yo la conocí era una mujer muy fría, parecía hecha de hierro.

- Yo pensé lo mismo. De veras, parecía una persona nula, sin sentimientos.

- Así que a ti y a mí ha sido a las únicas mujeres que les ha abierto el corazón de lado a lado. - dijo con una sonrisa sarcástica. Violeta pensó que era cierto. Y le dio algo de rabia que no hubiera sido ella, la única, sobre todo que se lo hubiese abierto a Marina. - pero está bien, espero que aprovechéis las vacaciones. - le devolvió el guiño de ojo y sonrió. - ¿Vamos? Invito yo.

Violeta asintió y siguió a Marina hasta la salida. No pudo evitar mirar las esbeltas piernas a las que se aferraba la ropa. Finas, femeninas y bien, muy bien definidas, terminando en unos pies completamente de mujer, y esos zapatos que la hacían aún más atractiva. Un culo respingón y bien puesto, y la melena, ahora ya no azabache, si no que de un color castaño precioso, caía por la parte trasera, encima de la chaqueta. Estaba segura que cualquier persona querría acostarse con ella. Incluso Chiara.

***

Violeta llegó a casa.

- Hola. - dijo, haciendo que sonara un eco en la casa. Nadie contestó.

Chiara aun no habría llegado. Fantástico, tendría un tiempito para relajarse, ella sola. Dejo el maletín lleno de papeles de la clínica y la chaqueta en el colgador de la entrada. Se fue hacia la cocina y cogió una cerveza. La abrió y dio un trago largo, dejando que el alcohol bajara a toda velocidad, impregnando su garganta de ese sabor agridulce. La volvió a dejar en la encimera. Se sintió mareada. ¿Por qué narices le había hecho este favor a Marina? ¡Que se buscara un hotel! ¿Pero en su casa? En fin...

Violeta se volvió a repetir las palabras de que ella estaría por la casa, y que Chiara y ella estaban enamoradas, y que nada podía volver a surgir entre ella y Marina. Aunque tenía miedo. La rubia era una amenaza. O no del todo eso, si no... ¿Cómo lo diría? Sabía que tenía buen tipo, buena cara, demasiado. Era... ¿Cómo una competencia? Dios, no sabía que pensar.

Se metió al cuarto de baño y se desnudó, encendiendo la sauna junto con la ducha. Pronto un vapor caliente empañó el cristal. Encendió la estufa de la bañera y se dispuso a entrar. Se relajó, dejando que los largos chorros de agua la mojaran y le recorrieran el cuerpo. Aunque seguía estando tensa. En verdad, esas vacaciones que había preparado Chiara le vendrían de maravilla. Cielos... la morena era tan... romántica. Quería que la pasaran bien juntas, y para nada era aburrida. Era... perfecta.

Protégeme - Kivi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora