39 - Casa morada, Toluca Lake

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- ¿No me jodas? ¿Hasta con un chándal?

Chiara hizo una expresión graciosa.

- Sudada y con unos shorts... y camisa... hum... - rodó los ojos. - sí, sí, definitivamente, sí.

Ella le desabrochó la camisa, hasta quitársela. Recorrió el cuerpo de la morena con las manos, hasta llegar a la hebilla. Chiara la ayudó, quitándose los zapatos y los pantalones.

- Tengo frio. - musitó ella.

Eso bastó para que la morena apartara las sabanas y se metieran las dos dentro.

- Humm... así mejor... - dijo tapándolas a las dos. El calor emanaba de ambos cuerpos.

Chiara la levantó un poco para quitarle el sujetador.

- A pesar de llevar más de cuatro años contigo, me sigue fascinando verte desnuda... - dijo observándola. - eres... eres... espectacular.

Chiara le quitó las bragas de un tirón. Antes de volver a la altura de Violeta le dejó un pequeño beso en el Monte de Venus. La pelirroja buscó el borde de sus calzoncillos y los bajó.

- Y dicen que el deseo entre una pareja se termina a los dos años de estar juntas... - musitó Violeta, mirando a Chiara a los ojos. La morena se echó a reír.

- Pues te puedo asegurar que el nuestro no se apagará nunca.

- ¿Ni a los ochenta?

- Ni a los ochenta, ni a los noventa. Llegaremos a los cien y seguiremos haciendo el amor como salvajes. - Violeta se rió a carcajadas.

Chiara adoraba ese sonido... adoraba verla reír, simplemente, verla sonreír. Verla feliz, feliz a su lado.

- Nos dará un paro cardiaco.

- Pues que nos lo de, al menos, nos cogerá mientras nos queremos... - Violeta la miró, emotiva de nuevo. - Oh, veo que hoy estás sensible.

- Es que tú me pones sensible.

Chiara no dijo nada más, solo la besó. Mientras buscaba la ya conocida entrada a su cuerpo, mientras la penetraba, tan suavemente que la respuesta de ella fue un dulce gemido de su boca, contra la de Chiara. La morena se movió, despacio, muy despacio, lentamente. Arriba, abajo.

Las piernas de Violeta se entrelazaron con las de ella. Los brazos se juntaron, terminando en un par de manos entrelazadas. Las bocas seguían moviéndose en ese juego erótico, en ese baile del amor.

Y acompañando pequeños mordiscos, más lametones, la morena se movía suave, consecutivamente, dentro de ella. Como la primera vez. Y lo adoraba. Tanto, que le hizo perder la noción del espacio-tiempo. Llegar al séptimo cielo no era fácil. Pero con Chiara, todo era posible. Y ellas dos ya habían sobrevolado hasta el duodécimo.

***

Violeta se despertó. Del todo satisfecha, se sentía bien. Una mujer amada. El simple hecho de mirar a Chiara la complacía, más que a nadie en ese mundo. Era hermosa...

Chiara estaba acostumbraba a dormir boca abajo, con una mano metida entre la almohada y el colchón.

Ella se aseguró de que Lúa aún dormía. Y bajó a prepararse un café para despejarse. La noche anterior, había sido... tan perfecta. Tanto, que se había olvidado de la cagada de sus padres. Chiara la había amado con tanto cariño... que recordarlo solo hacía que la piel se le erizara.

Puso el café en la cafetera y esperó a que la leche se calentara. El timbre sonó. Una vez, muy corta. Se acercó a la puerta y abrió. No había nadie. Qué raro. Vio que un enorme ramo de flores adornaba la entrada. Lo cogió, sonriente. ¿Chiara? ¿Otro de sus detalles? Dejó el ramo en la encimera de la cocina y abrió la pequeña carta, con un sobre rosado. El papel era de un tono más clarito.

Protégeme - Kivi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora