28 - Sus propios estribos

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Era increíble... llevaban todo el día, allí tumbadas, tapadas con un simple albornoz. Y ahora observaban las estrellas, juntas. Una noche romántica, perfecta en la isla de Galesnjak. Habían estado hablando de tantas cosas... riendo, enfadándose en broma, coqueteando. Sabiendo, encontrando el punto de felicidad. La compatibilidad de ambas daba al cien por cien. Parecían inseparables, pero a veces las cosas dan giros de trescientos sesenta grados.

- Kiki... - Violeta se acurrucó en su pecho, aún húmedo. Le había tocado a ella tirarla al río. Y se notaba mucho... que la morena se había dejado caer. Porque sinceramente, Violeta no podía con Chiara. Pero le hizo gracia.

- Dime mi amor. - apartó los mechones húmedos. Que ahora parecían de un castaño a causa de las raices, ya que llevaba bastante tiempo sin ir a teñirse, por la luz del cuarto de luna.

- ¿Qué es el regalo? - suspiró, haciendo dibujitos en su pecho.

- La luna. - le besó la cabeza.

Violeta se rió.

- No puedes regalarme la luna.

- Por ti, haría lo que fuera. Te aseguro que si fuera posible llegar hasta ella y bajártela, lo haría. - ella le sonrió, enternecida. Buscó sus labios para saborearlos. Una vez más, de nuevo.

- Eres preciosa. - dijo mirándola a los ojos, donde se podía ver a ella misma, en esas limpias pupilas, verdes. Chiara le dedicó otra sonrisa. Y de la nada, apareció la cajita de antes.

- ¿Puedo? - dijo Violeta, contenta.

- Si, ahora si... - suspiró mirándola. Un suspiro, ¿quizás de amor? creo que es el momento.

- A ver, a ver... - Desabrochó primero el lacito. Y después rascó los trozos de celo, con cuidado. Chiara amaba observar esos pequeños detalles. Eso que ella hacía, con plena delicadeza.

- ¿Sabes que hoy he descubierto una cosa en ti?

- ¿Ah si? - dijo Violeta concentrada en lo que estaba haciendo: desenvolver su regalo. - ¿Cuál?

- Tienes una peca... - metió la mano entre sus piernas. justo... aquí... - murmuró. Ella se estremeció, riendo a la vez.

- ¡Kiki! - rió y mordió su hombro, juguetona.

- Te amodoro. - dijo, simpática.

- ¿Qué?

- Te amodoro. - repitió.

- ¿Eso qué es? - dijo prestando atención ahora a Chiara.

- Te amo y te adoro. A la vez. Más intenso.

- ¿De verdad? – rió. - ¿Una nueva palabra?

Chiara asintió.

- La nuestra. - acarició con los nudillos su brazo. - ¿Vas a terminar de abrir eso? - sonrió. Violeta asintió y terminó de quitar el último trozo de celo. Sacó una caja. Ahora, azul marino. - ¿preparada? – el pulso de Chiara temblaba. Ella hizo una breve pausa, aunque se moría de curiosidad.

- Chiara, tu no eras así. – dijo, frunciendo el ceño.

- ¿Cómo?

- Nada era capaz de ponerte nerviosa. No eras cariñosa. - miró la expresión de Chiara. - no te ofendas, cariño. Tenías un carácter frívolo.

- Pero es que tú me has cambiado. - dijo, desviando la mirada hacia el vacío.

- ¿Yo?

Chiara asintió de nuevo.

- Nunca me he enamorado. Y lo que siento por ti es más que eso. Nunca he dependido de nada. Ahora eso ha cambiado. Porque dependo de ti. Te necesito, Vivi. Te quiero, te amo. Pero también te necesito.

Protégeme - Kivi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora