40 - En tí

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Violeta cogió el vestido, cubierto por una bolsa y dejó encima del mostrador los trescientos diez dólares con noventa y cinco centavos.

- Venga mi vida. - Violeta ató a Lúa en la sillita de atrás del mini Cooper y ella volvió a delante.

- Mamá, ¿iremos a la feria ahora?

- Si mi amor, mami nos llevará al descampado donde están las atracciones y las paradas. - sonrió.

Ella no tardó mucho en llegar a casa. Aparcó el coche en el garaje. Chiara ya había sacado su 4x4. Si había algo que a la morena le fascinaban, eran los coches. Tenía cuatro o cinco. Ni ella misma lo recordaba.

- ¿Vamos? - sonrió la morena, apoyada en la puerta del todoterreno.

Violeta asintió. Una vez dentro del coche, Chiara le pisó fuerte. No le gustaban los sitios con aglomeración de gente. Pero la pelirroja había sabido convencerla. Y es lo que le tocaba como buena madre y... y novia. Dolía decir eso.

Tenía ganas de cambiar esa palabra por 'esposa. Hacía cuatro años que esperaba que Violeta volviera a confiar plenamente en ella. Que le diera un sí del todo segura. Y tenía ganas, muchas ganas. '¿Es tu mujer?'; 'Si, hace dos años que estamos felizmente casadas'. ¡Pero qué esposa tan guapa!; No hace falta que me lo digas, me di cuenta el primer día que la conocí.' Chiara sonrió.

- ¿En qué piensas, tan feliz? - dijo Violeta intentando aguantarse la risa, por la cara de tonta que ponía a veces
Chiara, cuando se alejaba del mundo real.

- En que tengo muchas, muchas ganas de que llegue ya el día de la boda.

- No sabes cuánto espero yo lo mismo. - dijo ella, acariciando la mano que la moren tenía encima del cambio de marchas. Y una vez más, como siempre solían hacer, condujeron juntas.

No importaba el punto de llegada. Solo que lo hacían juntas. Como siempre, para siempre.

Lúa ya estaba cansada. Se había montado en el tren de la bruja. En las sillas que dan vueltas. Se había encontrado con Vicky, una de sus amigas de parvulitos. Había insistido a la morena de que le consiguiera un osito de peluche en la máquina de la palanca. Y hasta había convencido a la rubia de que se subiera con ella en no sé cuántas atracciones. Violeta había terminado algo bastante mareada.

- ¿Vamos ya a casa? - dijo Chiara, mirando el reloj.

Eran las once y media de la noche, y llevaban dando vueltas por ahí desde las siete.

- ¿Mmmh? Si... - dijo Lúa apoyando su cabecita en el hombro de su madre. - Quiero dormir... - suspiró ella.

- Ahora cenas y te llevo a la cama.

- Pero yo quiero que me lleve mamá.

- ¿No quieres que te lleve mami? - dijo Violeta , cogida del brazo de su novia.

- Que va, a mí no me quiere. - dijo Chiara, fingiendo estar triste.

- Sí que te quiero. - dijo Lúa, cruzándose de brazos. - pero es que no tienes pelo. Y no puedo jugar con tu pelo como con el de mamá.

- ¿No tengo pelo? - dijo Chiara frunciendo el ceño.

- No. - Lúa le pasó una mano por los mechones que le caían debajo de las orejas.

- Pero, mi vida, esa no puede ser una razón para que no me dejes acostarte. - miró a su mujer. - ¿Vivi? ¿No lo crees?

Violeta no dijo nada. Se encogió de hombros.

- Gracias por tu apoyo. - dijo, irónica. Entonces se inclinó, susurrándole al oído. - entonces, vete olvidando de mis besos, no vaya a ser que no tengas sitio donde agarrarte.

Violeta se ruborizó.

- Mami tiene el pelo corto, Lúa. - dijo entonces Violeta. - Además no me dirás que no está más guapa así que con ese pelo que tenía antes - Chiara la miró mal. Violeta agachó los ojos, despreocupada. - no te preocupes, a ti te queda bien. Pero el pelo ese medio largos medio corto, sigue siendo horrible.

- ¿Gracias? - dijo Chiara. Y ambas se pusieron a reír.

- ¡Mami! - dijo Lúa. - Quiero ¡ese! - dijo, al pasar por al lado de la paradita de disparo con rifles de balines.

- ¿Otro? Pero si te conseguí el osito rosa... - suspiró Chiara . - Vamos a ver.

- Venga mujerona... ¿no se te dan tan bien las armas? - dijo Violeta. - Oh, espera. - dijo ella, adelantándose. - no, no, ahora quiero probar yo.

Violeta le alcanzó al taquillero un billete de cinco dólares y este le dio un rifle con cinco balines... de los de mentira.

Violeta abrió el cargamento del rifle de juego y colocó el primer balín. Miró al taquillero.

- Dos canicas, y hay premio pequeño. Tres y se llevan uno de los grandes. - y señaló la estantería de los premios grandes. Justamente ahí estaba el que Lúa quería.

La pelirroja apuntó a una de las fileras de las canicas y disparó. Ni una.

- Te quedan cuatro... - la chinchó Chiara, divertida.

- Cállate. - le dijo, mirándola mal. - esta sí.

Volvió a disparar. Esta vez, la canica se balanceó. Pero no le dio de pleno. Así que nada. Chiara dejó a Lúa en el suelo, justo al lado de su madre. Ella observaba desde su altura. La morena rodeó a Violeta por detrás y la colocó en buena posición. Juntó su mano con la suya. Y apoyó su cara, junto a la de Violeta. Apretó el gatillo, con el dedo de la pelirroja debajo del suyo. La canica amarilla cayó, empotrándose contra la pared de la presión. Chiara abrió el cargamento y metió los dos últimos balines. Pam. Pam. Otras dos canicas cayeron. El taquillero aplaudió.

- Elijan premio. - dijo sonriente.

- ¡Ese! - lo llamó Lúa. - ¡Ese! - señaló uno que parecía ser la gatita de Hello Kitty.

- Toma, pequeña. - le dijo el hombre, dándoselo.

Chiara volvió a cargar a Lúa en sus brazos.

- Gracias. - dijo, dejando el rifle encima del mostrador.

- A ustedes.

Violeta se lo había pasado bien. Sentir el cuerpo de Chiara, a toda ella, pegado al suyo, la hacía sentir bien. Se sentía segura. Protegida. Había podido esnifar su propia esencia a mujer, una delicia, que hacía que se debilitara. Había sentido como sus músculos la rodeaban, juntando sus brazos, con los más finos y blancos de ella. Y la cara de la morena, junto a la suya. Con esa perfecta boca en forma de corazón. Esos ojos, pequeños, de un color intenso, emotivos, que tanto le habían expresado cuando le hacía el amor.

- ¿Y tú? - le preguntó Chiara.

- ¿Yo qué?

- Ahora eres tú la que parece estar flotando. Tienes una expresión en la cara de 'tonta feliz'. - Chiara rió. - ¿En qué estabas pensando tú, ahora, mi vida?

Violeta sonrió y le dio un besito. Pequeño, corto, perfecto.

- En ti.













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Protégeme - Kivi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora