32 - Cazadora

903 26 2
                                    

Chiara entró en la habitación. Frotándose la cabeza con fuerza, con una toalla, ya algo húmeda por su propio pelo.
Solo llevaba puesta una camiseta enorme negra. Y sin nada debajo. Creía que era mucho más cómodo. Se encontró con una imagen enternecedora.

Lúa estaba tumbada encima de Violeta, con un libro en las manos. Caperucita roja. Lo ojeaba, giraba las páginas con sus pequeñas manos, mientras que Violeta, se había quedado dormida.

- Venga, Lúa... - susurró Chiara. - vamos a la cama.
La cogió con cuidado, para no despertar a Violeta y se la llevó hacia su cuarto.

- Mami, léeme... - le dijo alcanzándole el cuento.

- ¿No te lo ha leído ya mamá?

- Sí, pero yo quiero que lo hagas tú ahora. - dijo sentándose en la cama.

- Pero luego te pones a dormir, ¿eh? Que ya es tarde.

Le sonrió, acariciándole el pelo y ella sonrió.

- Pero mamá siempre me hace una trenza antes de ir a dormir. Yo quiero una trenza, si no, no. - dijo mirando a Chiara.

- Eh... bueno, intentaré hacértela yo. - sonrió, cogiendo el libro. - Vamos a ver... - aclaró su voz y empezó a leer.

- No, no lo haces bien. - dijo Lúa haciendo puchero.

- ¿Cómo qué no? - arqueó una ceja.

- Mamá pone voces.

Chiara se quedó pensando. Ahora tenía que poner vocecitas a los personajes.

- Mamá, mamá, voy a casa de la abuelita. - dijo poniendo una voz aguda. - Pero ten cuidado, mi hija, por aquí vive el lobo feroz... - Lúa se reía.
Chiara sonrió a su vez y siguió explicándole el cuento, que su pequeña escuchaba con atención. - Abuelita, ¿y por qué tienes estos ojos tan grandes?

- Es el lobo, mami, no dejes que se coma a Caperucita. - dijo poniéndose las manos en la cabeza.

Chiara se rió, y siguió contando el cuento.

- Ahora Chiara va al rescate. - sonrió Lúa.

- ¿Chiara?

- Si, mamá y yo le pusimos tu nombre al cazador y ahora es cazadora. - Lúa hizo una cara graciosa.

- ¿Por qué? - se extrañó, divertida.

- Porque tú la protegiste a ella, como el cazador a Caperucita. - sonrió, coqueta y siguió mirando, distraída, los dibujos del cuento.

Chiara negó con la cabeza. Violeta, siempre Violeta con sus cosas únicas e inimaginables. Pero ese simple hecho, hizo que recordara el principio de la historia de las dos. Lo mucho que había cambiado, gracias... o a causa de ella. Y todo lo que le había dado, todo lo que la amaba.

- Venga, Lúa, para la cama. - Lúa se rió y negó con la cabeza, bajando de la cama. - Eh, ¿Dónde vas? - dijo siguiéndola.

Lúa apareció con un cepillo y una goma rosa, con un osito en uno de sus laterales.

- La trenza... - sonrió ella dándole el cepillo. Chiara suspiró y la cogió con un brazo de nuevo, llevándola hacia
su cuarto.

Observó la habitación, espaciosa. Y cuando ella y Violeta la habían decorado, pensando en su pequeña. Las paredes, de un color lila claro que contrastaban con los cuadros que habían escogido juntas. Igual que la cama, con unas sábanas de Hello Kitty. Chiara en su momento pensó que eran cursilerías, pero cambió de opinión, al ver... al ver como Violeta lo escogía todo con pura ilusión. Era una mujer sorprendente, única, inmejorable. Suya.

- ¿Mami? - dijo Lúa, pasándole la mano por una de sus mejillas.

- Eh, si... es que estaba...

- Ya, pensando en tus cosas. - se rió la pequeña.

- Por tener cuatro años, sabes demasiado, ñaja. - Chiara la solía llamar así, para molestarla. Ya que era la abreviatura de pequeñaja y a Lúa no le gustaban ni una cosa ni otra.
Su hija le enseñó la lengua.

Chiara se rió y la acostó en la cama. De espaldas a ella. Se sentó, encima de su pierna doblada, buscando una postura cómoda y dejó la goma del pelo a un lado. Cepilló la melena de su hija.

- Ya tienes el pelo muy largo. - sonrió Chiara, desenredando la melena, de un color negro, como el suyo, pero ondulado, como el de Violeta.

- Mamá también. - rió echándose para atrás y así quedando apoyada en la rodilla de Chiara.

- Te pareces a ella... - sonrió y volvió a ponerla bien. - Va, que si no, no te hago la trenza ¿eh?

- Mami... - Lúa jugueteó con una de sus Barbies.

- ¿Cariño?

- ¿Por qué dices que me parezco a mamá?

- Porque eres igual de guapa que ella. - Chiara terminó de entrelazar los mechones de pelo y colocó la goma, al final de la trenza. - Venga, mi niña, a dormir. - dio una palmadita en su pequeño trasero, Lúa se rio y corrió a esconderse debajo de las sabanas. Luego asomó sus grandes y oscuros ojos verdes para ver a su mami.
La morena se rió y le dio un beso en la frente.

- Buenas noches, mi amor.

- Buenas noches mami. - Dijo la pequeña, poniéndose de lado. - Deja la puerta con una raya de luz. - sonrió.

- ¿Cómo?

- Mamá sabe. - dijo inclinándose de nuevo. - con una raya de luz. - Chiara entendió, quería decir que la dejara entreabierta. Aun así, le parecía hermoso, todo lo que la morena estaba aprendiendo... por su madre.

Volviendo a la habitación Chiara no podía dejar de pensar en esas simples cosas que suelen hacer todas las noches madre e hija y no poder ser parte de eso, muchas veces por culpa del trabajo.
Chiara se tumbó detrás de Violeta.

- Aquí está la cazadora... - susurró ella, dándole pequeños besitos en el brazo. Y subiendo su mano para acariciar la cintura de su amada.
Violeta sonrió.

- ¿Cazadora? - preguntó aún medio dormida. Cuando se dio cuenta de que Lúa no estaba a su lado, preguntó: - ¿Y Lúa? - se giró de cara a Chiara.

- La he llevado a su cama. No sé cómo haces esto todos los días.

- Costumbre, supongo. Además, es divertido. - sonrió, acariciando el pecho de su prometida.

- Claro, si le pones mi nombre a un personaje del cuento... - dijo haciendo una mueca divertida.
Violeta se rió.

- Se me escapó una vez que ese cazador me recordaba a ti. Desde entonces, Lúa lo llama Chiara. - sonrió. - ¿te molesta?

- Mmh... para nada. - dijo besando su cuello. - ¿sabes? Me gustaría hacerlo más veces, son cosas que me estoy perdiendo de hacer con mi hija.

-Kiki... trabajas hasta tarde, es normal que no puedas atender a todo.

- Lo sé, pero no quiero que mi hija piense que no la quiero o que no paso el suficiente tiempo con ella.

- La niña sabe que trabajas mucho y además, te adora, las veces que puedas, lo haces tú, ¿quieres?

-Me parece genial, pero ahora la cazadora no vino a proteger a Caperucita... - susurró.

Los pezones de Violeta se pusieron erectos. La fina seda color perla del camisón, quedó endurecida, a causa de lo que había debajo, rozando la piel desnuda del pecho de Chiara.

- ¿Y a que ha venido? - preguntó ella, sin ser consecuente de que sus caderas ya se habían arqueado un par de veces, por culpa de los besos de la morena.

- A hacerle el amor... - contestó mirándola, dejando que sus manos viajaran por el mar de curvas de ella. La poca y tenue luz de la lámpara transformaba el ambiente. Violeta sonrió y besó sus labios. Chiara metió sus manos por debajo de su camisón acarició uno de sus pechos. - A hacerle el amor... como solo ellas dos lo saben hacer.
















.

Protégeme - Kivi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora