29 - La había perdido

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Violeta terminaba de recoger unos papeles del escritorio.

- Bueno... - dijo mirando el reloj. - aun tendré tiempo de cenar con Chiara. - sonrió, viendo que habían pasado tres horas y eran las nueve menos cuarto de la noche.

Naiara se asomó por su despacho.

- Vio...

- ¿Si?

- Hay una chica... Alba, creo, quiere verte.

- Ah... - Violeta quedó pensativa. Marina. - Dile que puede pasar... - sonrió. - ¿Le habrá pasado algo a Chiara? - dijo preocupada.

Marina apareció en su despacho.

- Hola, bella. - la saludó ella.

- Buenas noches. - sonrió. - Dime... ¿ha pasado algo con Chiara?

- Oh, sí, eso quería contarte... - se sacó el móvil... - es... una pequeña cosa que quería mostrarte...

El volumen al doce, al tope. Le dio al play. Y le enseñó el video a Viokera. Ella quedó extrañada al principio. Las piernas le empezaron a temblar. Marina no dejó de formar una sonrisa en su cara. Mientras veía la expresión de la pelirroja m. Viendo a Chiara. Viéndola a ella misma. Follando. Y gemidos, y jadeos, y deseos entre ellas dos. Los ojos de Violeta empezaron a humedecerse.

- No... - susurró. No sentía su cuerpo, pareció como si su alma hubiera volado lejos y la hubiera abandonado. Una sensación de ira y de pura depresión la abrumaron. - ¡No! masculló, aun sintiendo en su cabeza a la morena disfrutando de Marina, haciéndoselo, mientras gemía su nombre.

Violeta tiró el móvil contra la pared y se cubrió los ojos con las manos. Le ardían. De dolor, de pura ira, de todo en general.

- Es de apenas hace una hora. - sonrió Marina. - espero que disfrutes de tu luna de miel. - se rió y se dirigió hacia la puerta. - Por el móvil, no te preocupes, ya me compraré otro... total, la tarjeta de memoria es la misma. Así lo tendré de recuerdo.

Violera se levantó. Las mejillas le ardían, las lágrimas caían por su cara. Le tiró un bote lleno de lápices y bolígrafos a Marina.

- ¡Eres una pedazo de puta! ¡Sal! ¡Sal y no vuelvas! ¡Muérete! - le gritó.

Marina solo se divirtió más. Se volvió a acercar a ella. Con intención de vacilarla, quizás pegarla y todo si se le venía en cara.

- ¿Qué dices? ¿Una puta? - sonrió. - Quizás, pero bien que he disfrutado de tu querida y 'enamorada' Keeks. - fue a colocar una mano en el mentón de Violeta.

- Saca tus manos de mí. – dijo ella. Marina sintió como en su vientre, algo apretaba.

- Oh, nunca pensé que la mosquita muerta de Vioketa fuera a llevar un arma encima. Me sorprendes.

- Quizás fuera la única idea buena que tuvo la capulla de Chuara. Ahora vete si no quieres que te atraviese el cráneo con una bala, zorra. - Marina tardó en quitarle las manos de encima. -¡Que te vayas! - cargó el revólver y apretó más la boquilla de la pistola contra su abdomen. Marina al fin la dejó ir.

- Que te vaya bien. – hizo una señal con el brazo y desapareció por la puerta.

Mientras el mundo de Violeta se derrumbaba en mil pedazos.

Violeta entró a casa. Sin hacer ruido, cogió la maleta que horas antes había dejado. Sin coger nada más, allí llevaba un buen equipaje. La volvió a arrastrar hasta la salida. Deseó que Chiara no estuviera, o que simplemente no se enterara de que estaba allí. Pero las luces se encendieron. Y la morena apareció por el corredor, en frente de ella.

- Hola... - dijo, esbozando una triste sonrisa.

r no sonrió. No. Nunca. Le dolió mirarla y las imágenes pasaron otra vez por su capeza, como una jodida pasaron otra vez por su cabeza, como una jodida diapositiva. Ella solo abrió la puerta de entrada y se dispuso a salir.

- ¿Dónde vas? - Chiara bajó el peldaño que había en la entrada, justo con una pequeña alfombrilla. Cogió a Violeta. Por el brazo.

- Ni te atrevas a tocarme. - masculló ella, girándose y mirándola, de nuevo con los ojos en lágrimas. Entonces Chiara supo que lo sabía. La morena la soltó, a duras penas. Su mundo también cayó, imaginándose lo peor. La estaba perdiendo. - Después de lo que has hecho, ni te atrevas, Oliver. – habló decidida, a pesar de que las lágrimas correteaban por sus mejillas, ardientes. Y Chiara, aun así, la encontró adorable. Era la mujer más preciosa del mundo.

- Vivi... yo...

- Tú, ¡nada! - gritó negando. – Tú eres una hija de la grandísima puta. No sabes lo que duele... no lo sabes...

- Puedo explicarlo...

- ¡No hay nada que explicar! - gimoteó, dejando que más lágrimas mojaran su cara. - el video lo dice todo.

- ¿Qué video? - musitó.

- Marina os ha grabado.

- Hija de puta...

- Si, hija de puta, pero si no fuera por ella apuesto a que no me enteraría, al menos no por ti. - Chiara intentó abrazarla.- No te acerques. Ni me hables, ni me sonrías. Ni me llames. Me voy. No me busques, olvídate de mí.

- No puedes pedirme eso. - Los ojos de Chiara se humedecieron, empezando a difuminar su vista, una fina capa de lágrimas también.

- Habértelo pensado antes.

- ¡Lo siento! - le pidió. - Vivi, no me dejes, ¡joder! Eres mi puta vida... te amo...

- ¡No! - Chiara se cabreó. - No me digas eso, no es cierto. Duele pensar que me engañaste, que todos esos te amo, te quiero, todos esos momentos fueron una farsa.

- No fueron ninguna farsa... mi vida... fueron ciertos... yo... he cometido un error... pero...

- Un error imperdonable. - dijo Violeta cruzándose de brazos. - No quiero oír más, no quiero verte más, me voy.

Se giró, pero Chiara la cogió, abrazándola, contra su cuerpo. Violeta intentó oponerse, forzando, pataleando, insultándola. Con mala gana, no de broma. La broma se había acabado. Y dolía. Chiara pensó que a pesar de todas las guerras y batallas en las que había estado, nada nunca le había dolido más. Violeta se rindió, llorando en su pecho.

- Te amo, mi amor... perdóname... - dijo abrazándola.

- Déjame, Oliver... - dijo cansada. Cansada de luchar con ella. No podía, dolía demasiado. Un nudo la ahogaba, algo la quemaba por dentro. – No puedo más... - se mareaba, dios, no podía seguir con esto. – Suéltame... - le pidió. Chiara no hizo caso. - Por favor...

La morena abrió los brazos. Violeta resbaló por la puerta y se abrazó sola, escondiendo su cara. Empezó a llorar, fuerte, con... dolor. Chiara pensó que moría. Que se moría. No podía, no quería verla así, pero era por su culpa. Todo era por su culpa.

- Vivi... - le frotó una pierna. Sus lágrimas también empezaron a rodar por los parpados. Pero no se avergonzó. - ¿No... podemos...?

- No. - sollozó. – No... arreglaré nada... contigo... - la miró por encima del brazo. Tiró los mocos hacia arriba. Y cuando se vio en condiciones de volverse a levantar, lo hizo. Parecía un zombi, no sabía muy bien lo que hacía, se dejaba llevar por sus sentimientos. Y ni dios quiera saber cuáles son sus sentimientos en este momento. Entonces lo dijo. Lo que más podía llegar a dolerle a Chiara. - Me das... asco. Te odio.

Agachó la mirada, y dejó caer el anillo de compromiso, al lado de Chiara. La morena abrió los ojos. Se giró, cogiendo de nuevo su maleta, y se fue, cerrando la puerta detrás de ella. Chiara la dejó marchar. No había nada a hacer. La había perdido.



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