Capítulo 2

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Al día siguiente, Sergio se levantó temprano, sintiendo la familiar tensión en su cuerpo que siempre precedía a un día lleno de compromisos. Sin embargo, antes de sumergirse en su apretada agenda, decidió tomarse un breve descanso. Mandó un mensaje a su esposo, una rutina que había adoptado como un pequeño ritual para sentirse más cerca de él, a pesar de las largas distancias y los horarios apretados. Sus dedos se movieron rápidamente por la pantalla, formando palabras llenas de cariño.

"Te extraño, mi amor. No veo la hora de estar contigo otra vez, de poder abrazarte y sentir tu piel contra la mía. Contaré los días sin ti... Te amo Maxie."

Envió el mensaje, y por un momento, dejó que el calor de sus sentimientos lo invadiera, trayendo consigo una suave sonrisa. Aquella relación era su refugio, una constante que lo mantenía centrado en medio del torbellino que era su vida.

Decidió entonces salir a desayunar fuera del hotel. Le habían recomendado un pequeño café en las cercanías, un lugar discreto y poco conocido, ideal para alguien que buscaba un poco de anonimato y tranquilidad. Cuando llegó, el lugar no lo decepcionó. Era un sitio acogedor, con mesas de madera pulida y ventanas grandes que dejaban entrar la luz del día. Apenas había unos cuantos clientes, cada uno sumido en su propio mundo.

Sergio se sentó en una mesa junto a la ventana, desde donde podía ver el cielo capitalino, despejado y brillante. Pidió un café y algo ligero para desayunar, luego se recostó en la silla, permitiéndose un respiro.

El aroma del café recién hecho lo envolvió, y el suave murmullo de las conversaciones en el fondo lo relajó. Tomó su teléfono, revisando la agenda del día, dejándose llevar por la atmósfera tranquila del lugar.

Estaba concentrado, con la mirada fija en la pantalla, cuando una voz familiar lo sacó de si mismo.

-¡Sergio!

Alzó la vista, y vió a Eduardo O'Ward acercándose con una sonrisa, que irradiaba sorpresa y alegría. Sergio parpadeó, sorprendido también, pero rápidamente se encontró sonriendo en respuesta.

-¡Eduardo! -exclamó, dejando el teléfono a un lado y poniéndose de pie para saludarlo. -Qué casualidad verte por aquí. ¿Cómo estás?

-Bien, bien. -respondió con un tono cálido, claramente complacido de encontrar a Sergio en un entorno tan inesperado. -¿Te importa si me siento?

-Oh no, claro, adelante -respondió Sergio, haciéndole un gesto hacía la silla frente a él.

Eduardo se sentó, pidiendo un café para él también. Por un momento, ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la tranquila atmósfera del lugar. Era un silencio cómodo, sin necesidad de palabras urgentes,.

-Ayer no tuve la oportunidad de agradecerte adecuadamente por lo del aventon -dijo finalmente Checo. -De verdad, me salvaste.

Eduardo le devolvió una sonrisa, haciendo un gesto con la mano para restarle importancia. -No fue nada. Me alegra haber podido ayudar. Además, fue un buen cambio de ritmo. Normalmente, no suelo cruzarme con pilotos de Fórmula 1 en mi día a día.

Checo rió, sintiendo un calor amigable en su pecho. -Bueno, tampoco es que sea algo que pase todos los días para mí.

La conversación fluía con naturalidad. Eduardo compartió algunas historias de su vida en el mundo empresarial, anécdotas que iban desde lo cómico hasta lo sorprendentemente introspectivo. Checo, por su parte, habló de cómo manejaba la presión y las expectativas que venían con ser un piloto de élite, algo que siempre cargaba consigo, pero que rara vez discutía en profundidad.

-A veces, siento que todo lo que tengo, mi carrera profesional, los logros, incluso las personas a mi alrededor, vienen con una especie de... distancia. -Eduardo comentó en un momento, su tono casual, pero con una sombra de vulnerabilidad que no pasó desapercibida para Checo. -Es como si, a pesar de todo, hubiera una parte de mí que siempre está sola.

Patitos (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora