Sergio se miraba en el espejo del baño, su expresión llena de sorpresa, pero también resignación. No podía dejar de repetir una y otra vez: -¡Mierda, mierda, mierda!- Su reflejo le devolvía la mirada, y sus ojos viajaban inevitablemente hacía su vientre, que había crecido considerablemente en las últimas semanas. Cuatro meses. Ahora tenía cuatro meses desde que descubrieron que iban a ser padres, y de mellizos, una niña y un niño. Sus "Patitos".Tocaba suavemente la curva redondeada de su abdomen; su piel estirada y brillante bajo la luz del baño. Ya no había forma de disimularlo. No era grasa ni un simple aumento de peso; era una barriga que delataba claramente que dentro de él crecían dos vidas. Dos pequeños seres que, junto a Max, habían decidido mantener en el más absoluto secreto.
Sergio suspiró. Si bien habían acordado mantener a sus hijos fuera del ojo público, la presión de su inminente retiro "temporal" de la Fórmula 1 lo agobiaba. Estaba a solo una semana de anunciar su pausa, y aunque no diría la verdadera razón, la ansiedad lo consumía. ¿Y si no pudiera volver después de dar a luz? El miedo lo acechaba a diario, una sombra que lo seguía a donde fuera. Y aunque amaba a sus futuros hijos, su carrera era su vida, su pasión, y no podía evitar preguntarse si estaba a punto de perderlo todo.
El suave y reconfortante aroma del desayuno lo sacó de su espiral de pensamientos oscuros; Max. Su marido estaba preparando algo en la cocina, como había hecho prácticamente todas las mañanas desde que la noticia del embarazo había revolucionado su hogar. Sergio sonrió, agradecido por el apoyo incondicional de su esposo. Max había tomado las riendas de la casa, asegurándose de que él descansará lo más posible.
-Ya no puedes verte los pies, así que déjame encargarme de todo- le había dicho Max en broma una noche, después de que Sergio intentará agacharse para recoger algo del suelo y terminará medio mareado.
Sergio se rió entre dientes al recordarlo. Era cierto. Apenas podía verse los pies ya, y la situación solo se pondría peor en los próximos meses. Con un último vistazo a su reflejo, salió del baño y caminó lentamente hacía la cocina, siguiendo el olor a huevos y pan tostado.
Cuando llegó, encontró a Max concentrado, con una espátula en la mano mientras tarareaba una canción de los años 80. La imagen era de lo más doméstica, casi surrealista si uno consideraba que ese hombre era el imparable y feroz Max Verstappen, tricampeón de Fórmula 1. Y sin embargo, aquí estaba, cocinando con dedicación mientras su esposo embarazado lo observaba desde el umbral.
-Huele bien -dijo Sergio, apoyándose en el marco de la puerta y cruzando los brazos sobre su vientre.
Max giró la cabeza y le dedicó una sonrisa. -Y tú luces increíble. -Se acercó a él, dejando la espátula sobre el mesón, y le dió un suave beso en los labios-. ¿Cómo te sientes hoy?
-Como si fuera una pelota gigante a punto de explotar -bromeó Checo, aunque había una pizca de verdad en sus palabras. Max rió suavemente, pasando una mano por su vientre con un gesto cariñoso.
-Solo unos meses más. Y luego, podremos conocer a nuestros patitos.
Checo suspiró, asintiendo. -Lo sé, pero me aterra lo que viene. -Se frotó la frente, preocupado-. Estoy a una semana de anunciar mi retiro temporal, Max. Y aunque hemos decidido mantener todo esto en secreto, no puedo evitar pensar... ¿Y si no puedo regresar? ¿Y si mi cuerpo no responde igual después?
Max lo miró con seriedad, sujetando su rostro entre las manos. -Volverás. Y si no lo haces, no será porque no puedes, sino porque no quieres. Pero créeme, eres Checo Pérez. No hay nada que no puedas hacer. -Sus palabras eran firmes, llenas de convicción, y los ojos de Sergio brillaron con agradecimiento.
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Patitos (Chestappen)
Romance¿Que se supone que se hace con un embarazo múltiple, una ruptura, una renuncia y un corazón roto? Sergio no tiene las respuestas a esas preguntas, pero tampoco tiene miedo de las consecuencias. Ha tomado una decisión, alejarse por completo del hombr...