Capítulo 12

296 41 2
                                    


Una semana después.

La oficina de la psicóloga tenía un ambiente agradable, con paredes en tonos suaves y una ventana que dejaba entrar la luz del sol de la tarde. Los muebles eran cómodos, el lugar estaba diseñado para que quien llegará se sintiera en paz. Sin embargo, Max no sentía nada de eso.

Entró al despacho con una postura rígida, cruzando los brazos frente a su pecho, claramente a la defensiva. La psicóloga, una mujer mayor de pelo gris bien arreglado y gafas delgadas, lo observaba con calma desde su asiento. No se inmutó ante la actitud desafiante de Max.

—Buenas tardes, señor Verstappen.

Max apenas y asintió con la cabeza, se sentó en el sofá frente a ella, pero sin relajarse. Parecía que cada músculo en su cuerpo estaba tenso.

—Puede sentarse como más se sienta cómodo. Esta es su sesión, no tiene que apresurarse a hablar. —. Le dijo ella con voz calmada.

Max mantuvo su silencio. Se fijó en la alfombra, en los cuadros de la pared, en cualquier cosa menos en los ojos de la mujer. Había estado aquí por menos de un minuto y ya quería irse.

—El señor Horner me comentó que está atravesando un momento difícil.

Max soltó una risa amarga. —¿Difícil? ¡Todo en mi vida es difícil!

La psicóloga asintió lentamente, reconociendo sus palabras sin presionarlo.

—La vida de un piloto de Fórmula 1 no es sencilla. Las expectativas, las presiones. Es comprensible.

Max frunció el ceño, aún más irritado. —No me hable como si lo entendiera. Usted no es piloto, no tiene ni idea de lo que es estar ahí.

La psicóloga lo observó en silencio durante unos segundos, antes de responder, su tono sin rastro de provocación.

—No, no soy piloto. Pero sé lo que significa estar bajo una presión tan constante que todo lo demás en tu vida parece desmoronarse. ¿Puede decirme si me equivoco?

Max apartó la mirada, sus dedos golpeando nerviosamente la tela del sofá. No le gustaba esto. No le gustaba sentirse analizado. En la pista, todo estaba bajo su control; aquí, sentía que nada lo estaba.

—¡Esto es una pérdida de tiempo!

—¿Por qué cree que está aquí, señor Verstappen?

El piloto volvió a reír, esta vez con desdén.

—¡Porque Christian lo ordenó! Piensa que esto me ayudará. Que hará que... lo que sea que está mal, desaparezca. Como si hablar arreglará algo.

La psicóloga tomó una pequeña libreta que tenía a un lado, y anotó algo, sin dejar de mirarlo.

—¿Creé que hay algo malo con usted?

El rubio apretó la mandíbula. No quería responder esa pregunta. Sabía lo que estaba mal, claro que lo sabía, pero admitirlo era otra cosa. Admitirlo sería aceptar que no tenía el control, y Max necesitaba control.

—No necesito esto. Solo necesito ganar. —exclamó, su voz un poco más alzada.

La psicóloga dejó la libreta a un lado y se inclinó ligeramente hacía adelante.

—Ganar es importante, sí. Pero cuando su vida fuera de la pista empieza a verse afectada ¿No es algo que debería ser atendido?

Max cerró los ojos, intentando calmar la rabia que comenzaba a burbujear dentro de él. ¿Cómo podía esta mujer, una extraña, entender lo que sentía? Ni siquiera sabía cómo ponerlo en palabras.

Patitos (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora