Max llegó a la habitación del hotel con el trofeo en la mano, pero el peso de la victoria se sentía como una carga insostenible. El eco del podio, la ovación del público y el champagne ya no significaban nada. El orgullo se había transformado en una sensación de vacío abrumador. Sin pensarlo dos veces, lanzó el trofeo contra la pared. Este chocó con un estruendo seco, cayendo al suelo, mientras su respiración se aceleraba, descontrolada. Cada aliento que tomaba parecía insuficiente.
El teléfono en su bolsillo vibraba con insistencia. Horner, el equipo... Sabía que todos estarían preocupados, buscando respuestas, pero no podía enfrentarlos. No podía enfrentar a nadie. Había huido después de la pelea con Sergio, abandonando el circuito como un fugitivo. El peso de la discusión seguía aplastándolo, quebrando su mundo en mil pedazos.
Se dejó caer sobre la cama, con las manos temblorosas. Se cubrió la cara, intentando detener las lágrimas, pero fue inútil. El llanto escapó con una intensidad que no podía controlar. ¿Cómo había llegado a ese punto? ¿Cómo todo lo que había construido a lo largo de los años, tanto en la pista como fuera de ella, se estaba desmoronando?
-¿Cómo mierda llegamos a esto? -dijo entre dientes, apretando los puños contra sus sienes. Su cuerpo temblaba por la desesperación y el miedo.
Su mente volvió una y otra vez a las palabras de su padre. ¿Había tenido razón todo el tiempo? -Sergio te arrebatará todo cuando menos te lo esperes- le advirtió en más de una ocasión. Al principio, Max había descartado esas palabras como paranoia o simple amargura. Pero ahora... Ahora no estaba tan seguro.
-¿Me odia?
La pregunta lo consumía. ¿Sergio lo odiaba? ¿Aún estaba resentido por Brasil 2022? La traición en aquella carrera, el egoísmo que había mostrado. Max se había disculpado tantas veces; había reconocido su error, admitido que fue un imbécil, arrogante y ciego por la ambición. Pero creía que lo habían superado. Creía que habían vuelto más fuertes, que el vínculo entre ellos se había hecho irrompible. Ahora, todo eso parecía una mentira.
Los recuerdos de Sergio, las sonrisas, las noches compartidas, todo aquello que había pensado que nunca perdería, ahora lo veía como algo tan frágil. ¿Cómo podría vivir sin él? La simple idea de no tener a Sergio a su lado le parecía insoportable. Y peor aún, el saber que su propio hijo estaba en juego, un hijo que aún no había llegado al mundo, pero que ya significaba tanto.
Max se levantó de golpe, sintiendo un nudo en la garganta. El aire parecía no llegar a sus pulmones. Su pecho subía y bajaba con desesperación, pero no podía respirar bien. Sentía que estaba al borde de un colapso.
-Soy un imbécil... -gimió, su voz rota por el llanto. La autocrítica era brutal, pero no podía evitarla. Había destrozado todo con sus propias manos. Con sus palabras impulsivas, había terminado con su matrimonio, había lastimado a Sergio en el peor momento posible. Se odiaba por ello. Quería retroceder en el tiempo, tomar de vuelta cada palabra que había dicho, cada reproche lleno de rabia.
Pero ya era tarde.
De repente, sintió una arcada subir por su garganta, y corrió al baño, apenas llegando a tiempo para inclinarse sobre el inodoro. No había comido mucho, pero las náuseas eran intensas, causadas más por la ansiedad que por cualquier otra cosa. Cuando terminó, se apoyó en el borde del lavabo, respirando con dificultad, tratando de calmarse, pero el pánico no se iba.
-Respira... respira... -se repetía a sí mismo, mientras miraba su reflejo en el espejo. Su rostro estaba pálido, las lágrimas aún corrían por sus mejillas. No se reconocía. Este no era el Max que dominaba las pistas, el tricampeón invencible. Era solo un hombre roto, perdido, al borde de perderlo todo.
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Patitos (Chestappen)
Romance¿Que se supone que se hace con un embarazo múltiple, una ruptura, una renuncia y un corazón roto? Sergio no tiene las respuestas a esas preguntas, pero tampoco tiene miedo de las consecuencias. Ha tomado una decisión, alejarse por completo del hombr...