Capítulo 36

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Después de semanas de cuidados y recuperación, tanto Max, como Sergio y los mellizos serían dados de alta. A pesar de las molestias que aún sentía Max por los esguinces en los músculos de sus costillas, su mirada se había suavizado, iluminada por la presencia de sus hijos en sus brazos.

De pie en el centro de la habitación, Max mecía suavemente a los dos pequeños en sus brazos, uno en cada lado, moviendo sus caderas en un pequeño y torpe vaivén. A pesar del dolor en su pecho, se negaba a dejar de sostener a sus hijos. Patricia y Patricio estaban dormidos profundamente, con sus rostros relajados y llenos de paz, mientras Max seguía con ese bailecito lento, casi imperceptible, pero lleno de amor.

Sergio que estaba terminando de empacar las pertenencias de Max en una bolsa, no pudo evitar detenerse para observarlo. La escena le robó el aliento; Max, alto, fuerte, sosteniendo a sus mellizos con una ternura que pocas veces había mostrado de forma tan abierta. A Sergio le parecía imposible que ese fuera el mismo hombre que había visto tantas veces desafiar al destino en la pista, el mismo que solía enfocar toda su energía en ganar, pero que ahora estaba completamente rendido ante dos seres diminutos. Era hermoso.

Sin poder contenerse, Sergio sacó su teléfono y tomó un par de fotos, capturando ese momento. Era algo que nunca querría olvidar. Cuando el sonido del obturador llegó a los oídos de Max, éste levantó la cabeza, con una sonrisa de ligera vergüenza y dulzura.

-¿Qué haces? -dijó Max, aunque su tono no tenía ni un rastro de enojo. Sabía perfectamente qué estaba haciendo Sergio, y la calidez en su expresión lo delataba.

Con una sonrisa burlona que no podía ocultar el cariño que sentía, Checo guardó el teléfono en su bolsillo. -No pensé que te vería bailar tan... despacio y gracioso -bromeó, su tono ligero, pero lleno de afecto. -Es adorable. Aunque... tengo que decirte, Max, no sabes mover las caderas.

Max dejó escapar una risa suave, tratando de no despertar a los mellizos. -¿Qué? ¡Yo bailo mejor que tú! -respondió con una sonrisa que iluminaba todo su rostro, aunque en el fondo sabía que Sergio tenía razón.

Sergio arqueó una ceja, fingiendo escepticismo, mientras se acercaba un poco más. -¿Ah sí? ¿Eso crees? Porque, honestamente, desde aquí parece que los bebés se mueven mejor que tú, y ni siquiera pueden caminar.

Max fingió ofenderse, pero su sonrisa no lo abandonaba. -Voy a retarte a un baile de verdad cuando me recupere. Veremos quién mueve mejor las caderas.

Sergio rió suavemente, pero en sus ojos, al mirar a Max y a los bebés, había algo más que simple diversión. Había una chispa de "celos", uno pequeño, uno de esos que no dolían pero que siempre quedaban presentes en los momentos íntimos. Max que nunca dejaba de observarlo, lo notó. -¿Celoso? -preguntó en voz baja, su tono juguetón pero lleno de calidez.

Sergio levantó la mirada, parpadeando con fingida sorpresa. -¿Yo? ¿Celoso de qué? -replicó, aunque sus ojos lo traicionaban.

Max sonrió suavemente, inclinando su cabeza hacía los pequeños que sostenía en sus brazos. -De ellos... -dijo con un tono más serio. -De que ya no soy solo tuyo.

Sergio suspiró y se acercó, deteniéndose frente a él. No podía negar lo obvio, pero tampoco podía evitar sonreír. -Tal vez un poquito -admitió al final, sin quitarle la vista a los mellizos. -Es solo que... bueno, siempre fui yo quien te tenía para mí solo.

Max sonrió de vuelta, su corazón latiendo más rápido ante la vulnerabilidad de Sergio. De alguna manera, eso lo hacía amarlo más. Con cuidado, acomodó a Patricio un poco mejor en su brazo para poder liberar el espacio y atraer a Sergio más cerca de él. -Siempre serás mi Checo -susurró, mirando a los ojos del mexicano. -Ellos son parte de nosotros, pero tú... tú siempre tendrás un lugar especial.

Patitos (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora