Capítulo 32

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Sergio estaba en el departamento vacío, rodeado de un silencio que se sentía ensordecedor. El lugar que había compartido con Max ahora le parecía un espacio frío y desolado, como si la esencia de su amor y felicidad hubiera sido arrancada junto con los recuerdos de Max. Los días habían pasado como una nebulosa, y Checo, aunque físicamente presente, estaba emocionalmente destrozado.

Se encontraba sentado en la orilla de la cama, en el lado donde Max solía dormir. Miraba el espacio vacío como si esperara que, de alguna manera, Max apareciera en cualquier momento, sonriendo y pidiéndole perdón, diciendo que todo había sido un malentendido, una pesadilla de la que al fin despertaban. Pero eso nunca sucedió. La realidad era mucho más cruel.

Max había decidido irse. Tras el diagnóstico de los médicos, había sido claro; no recordaba su vida con Sergio, y esa realidad era demasiado para ambos. Christian había sido el mensajero, el encargado de recoger las cosas de Max y llevarlas al nuevo departamento que había alquilado en Holanda, dejando a Sergio solo en el que una vez había sido su hogar compartido.

Checo había intentado ser fuerte. Al principio, se había convencido de que debía darle tiempo, que Max recuperaría la memoria, que volverían a ser la familia que estaban construyendo, que volverían a ser los padres de los mellizos que aún no habían nacido. Pero con cada día que pasaba, la esperanza se desvanecía más y más.

Esa noche, Sergio ya no tenía fuerzas para llorar. Sus ojos estaban secos y enrojecidos, marcados por las lágrimas de noches anteriores. Su cuerpo, agotado, temblaba ligeramente, como si el dolor emocional lo hubiera roto desde dentro. Había llorado hasta quedarse dormido en varias ocasiones, despertando en medio de la madrugada con la sensación de que algo faltaba, para luego recordar de golpe que Max no estaba allí. Ni siquiera podía gritar más, su voz apenas salía, afónica de tanto llorar, de tanto pedir respuestas que no llegaban.

Sergio miró el lado de Max de la cama y con un susurro apenas audible dijo, -¿Por qué, Max...? ¿Por qué me dejaste aquí, solo?

No esperaba una respuesta. La habitación, una vez cálida y llena de vida, ahora solo le devolvía el eco de su desesperanza. Se sentía como un muñeco roto, una versión vacía de sí mismo. No tenía la energía ni para moverse. Estaba atrapado en su propia mente, reviviendo una y otra vez los momentos en que Max, con frialdad, le había dicho que no recordaba nada de ellos, ni su amor, ni los hijos que esperaban juntos.

En su teléfono, miraba las fotos que había forzado a Max a ver antes de que todo se derrumbara. Instantáneas de ambos sonriendo, en la playa, en su departamento, momentos de felicidad pura que para Max ahora no significaban nada.

Se recostó lentamente, abrazando una de las almohadas que aún olía a Max. Cerró los ojos, esperando que el dolor menguara, pero solo sentía un vacío que parecía devorarlo poco a poco. ¿Cómo iba a soportar los días por venir si Max no regresaba a él?

Los pensamientos de Checo vagaban entre recuerdos y promesas rotas, entre amor y desilusión. No tenía idea de cuánto tiempo más podría seguir así, en ese limbo emocional. Pero en lo profundo de su corazón, una pequeña chispa seguía ardiendo: la esperanza de que, algún día, Max recordaría, y todo volvería a ser como antes.

La noticia del estado de Sergio no tardó en llegar a su familia. Toño y Paola, siempre protectores con su hermano menor, sabían que no podían dejarlo solo en un momento tan vulnerable. Los rumores sobre la situación de Checo y Max habían alcanzado incluso las redes sociales, pero la verdadera preocupación de Toño y Paola no era el escándalo público, sino el estado emocional y físico de Sergio.

-No podemos dejarlo solo -dijo Paola, mientras empacaba rápidamente una maleta.

-Lo sé, Pao. Con el embarazo tan avanzado, y todo lo que ha pasado... Checo necesita apoyo, aunque él no lo vea ahora -respondió Toño, con una mirada decidida.

Patitos (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora