Capítulo 10

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Jos salió del restaurante con pasos seguros, llevando a Jane de la mano. El aire fresco de la noche apenas disipaba la tensión que aún colgaba en el ambiente. Al girar la esquina del edificio, vio a su hijo Max recargado en el auto, su cuerpo temblando mientras sollozaba, deshecho por la reciente confrontación.

Una leve sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios de Jos, como si las piezas finalmente hubieran encajado en el lugar que él consideraba correcto.

Al notar la condición de su hermano, Jane soltó la mano de su padre y corrió hacía Max, sus pasos resonando en el estacionamiento.

-¡Max, Maxie! -Sin pensarlo dos veces, se lanzó contra él, abrazándolo con todas sus fuerzas, sus brazos rodeando su cintura como si con ese simple gesto pudiera protegerlo de todo el dolor que lo afligía.

Max intentó recomponerse, enderezándose ligeramente y limpiándose las lágrimas con la manga de su chaqueta. "

-Estoy bien, Janey -murmuró, su voz rota por la emoción, mientras acariciaba el cabello de su hermana pequeña.

Pero los intentos de Max por aparentar normalidad eran inútiles; las lágrimas seguían rodando por sus mejillas, y su sonrisa era apenas un intento vacío de calmar a Jane. La pequeña lo observó con ojos grandes y llenos de confusión, su inocencia haciéndole difícil entender la magnitud del dolor que Max sentía.

-¿Y Checo? -preguntó Jane con un hilo de voz.

Max cerró los ojos y negó lentamente con la cabeza, sin poder responder de inmediato. La verdad le pesaba en el pecho, y aunque quería evitar preocupar a la pequeña, no podía ocultar el dolor que lo consumía.

-Se ha ido... -dijo finalmente, mientras una nueva oleada de lágrimas caía por sus mejillas.

Jane se quedó en silencio, su abrazo se apretó aún más, como si de alguna forma su amor de hermana pudiera sanar las heridas abiertas en el corazón de Max.

Jos, que había permanecido en silencio hasta entonces, dio un paso, su voz seria y fría cuando preguntó -¿Dónde está Sergio?

Max lo miró con ojos hinchados y enrojecidos, el dolor y la desesperación grabados en su rostro. -Se fue -repitió con la voz quebrada, como si decirlo otra vez hiciera la realidad más soportable. Pero Jos no perdió tiempo en aprovechar la oportunidad, maquinado con calculada frialdad.

-¿Ves lo que te dije, Max? -comenzó, como el susurro de un veneno que se desliza lentamente en las venas. -El no era para ti. Tarde o temprano, te abandonaría -Jos dejó que sus palabras se asentaran en el aire, observando atentamente la reacción de su hijo. -Sergio siempre te ha envidiado. En el fondo, sabe que nunca será tan exitoso como tú. Esa envidia, ese resentimiento, siempre estuvo ahí, Max. Solo era cuestión de tiempo antes de que te diera la espalda.

Max apretó los puños, su cuerpo temblando no solo por la tristeza, sino por la rabia que empezaba a bullir dentro de él. Las palabras de su padre lo atravesaban como puñales, cada una golpeando su ya frágil estado emocional. Pero en lo profundo de su corazón, Max sabía que no era verdad, o al menos, no quería creerlo. Sergio había estado a su lado en los momentos más difíciles, siempre apoyándolo, siempre alentándolo. Pero ahora, las dudas sembradas por Jos comenzaban a enredarse con sus miedos más oscuros.

-Eso no es verdad -murmuró Max, tratando de convencerse a sí mismo tanto como a su padre. -Checo no es así... él... él nunca me haría daño.

Jos soltó un suspiro, adoptando una postura paternal, como si lo que decía fuera por el bien de Max. -Te entiendo, hijo. Sé que es difícil aceptarlo ahora. Pero con el tiempo, te darás cuenta de que solo te estaba frenando. No todos tienen la madera para ser campeones del mundo, y Sergio lo sabe. Es mejor que lo veas ahora, antes de que sea demasiado tarde.

Patitos (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora