Capítulo 25

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La tarde caía suavemente cuando los abuelos y los niños regresaron del parque acuático. El escándalo y las risas infantiles llenaban la casa, creando una atmósfera de alegría. Apenas se abrió la puerta, Roberto, el sobrino mayor, entró corriendo a toda velocidad. Sus mejillas aún estaban sonrojadas por la emoción del día, y su cabello estaba desordenado por el viento.

-¡Max! -gritó Roberto, sin detenerse ni un segundo.

Con una energía propia de su edad, el niño ignoró a su madre, Paola, y al resto de la familia, lanzándose directamente a los brazos de Max, quien estaba sentado en el sofá. Max apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el niño se abalanzara sobre él, riendo con entusiasmo.

-¡Ey, cuidado! -rió Max mientras levantaba a Roberto en un abrazo, aunque la sorpresa lo hizo tambalearse un poco.

-¡Tienes que escuchar lo que hice hoy! -exclamó Roberto, todavía envuelto en la excitación de las aventuras del parque.

-¿Sí? A ver, cuéntame, ¿Cómo te fue? -dijo Max, acomodando al niño sobre sus piernas para escucharlo con atención.

Roberto comenzó a relatar su día con emoción, sus palabras rápidas y a veces entrecortadas por su entusiasmo. -¡Había un tobogán gigante! ¡El más alto de todos! Y... ¡yo fui el primero en tirarme! -dijo, levantando los brazos triunfalmente como si estuviera recreando la hazaña.

Max lo escuchaba con una sonrisa genuina, fascinado por la energía del pequeño. Aunque ya había oído las historias del parque acuático por parte de lOs abuelos, Roberto tenía una manera especial de contar todo, con una mezcla de orgullo y dramatismo.

-¿En serio? ¿Y no te dió miedo? -.Le preguntó Max, alentando al niño a continuar con su historia.

-¡No! ¡Bueno, tal vez un poquito! Pero lo hice igual -respondió con una sonrisa traviesa, dejando entrever que quizás había un poco más de nervios en la aventura de lo que admitía.

Mientras tanto, Checo observaba la escena desde la cocina, donde estaba ayudando a sus sobrinos más pequeños con sus meriendas. Le encantaba ver cómo Max se conectaba con los niños, especialmente con Roberto, quien lo adoraba. Aunque Roberto era el mayor de los sobrinos, seguía siendo un niño, lleno de energía y curiosidad, y Max siempre encontraba la manera de involucrarse con él de una forma auténtica y cercana.

-¡Y luego Luis no quiso tirarse! -continuó Roberto, inclinándose hacia Max-. ¡Tuve que decirle que si yo podía, él también!

Max soltó una carcajada. -¿Y lo convenciste?

Roberto asintió con vehemencia, su sonrisa más grande aún. -¡Sí! Pero solo después de que mi papá lo empujara un poquito.

Max soltó una nueva risa, imaginándose a Gustavo ayudando a Luis con un empujón en el tobogán. Mientras tanto, Roberto se acomodó de nuevo en el regazo de Max, hablando sin parar, contándole todos los detalles de su día con la energía imparable de un niño de diez años.

-Tienes que venir la próxima vez, tío Max -dijo Roberto, mirándolo con ojos brillantes-. ¡Te apuesto a que no te atreves a lanzarte por el tobogán más alto!

Max arqueó una ceja, fingiendo sorpresa. -¿A mí? -respondió con una sonrisa-. Claro que me atrevo, ¡soy mucho más valiente que cualquiera!

-¡Noooo! -gritó Roberto, riéndose mientras negaba con la cabeza-. ¡Yo soy más rápido!

Checo sonrió con ternura. Sabía que Max tenía un don especial para conectar con los niños, y ver a su marido interactuar con Roberto lo llenaba de calidez. Aunque Max no había crecido rodeado de una gran familia, tenía una facilidad innata para tratar con los más pequeños, y Roberto lo admiraba profundamente.

Patitos (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora