Max despertó de golpe, jadeando por aire, su mente nublada y el cuerpo adolorido. Intentó moverse, pero el dolor agudo en cada centímetro de su cuerpo lo detuvo. Tenía vendas por todas partes; cabeza, torso, brazos, piernas. Al alzar la mirada, vió los tubos conectados a su boca y nariz, el sonido monótono de las máquinas que monitoreaban sus signos vitales lo rodeaba, pero nada de eso importaba. Lo único que tenía en la mente era Sergio.
-¡Déjenme salir! ¡Tengo que ir con él! -gritó, su voz apenas audible por el respirador que le dificultaba hablar. Se retorcía, tratando de liberarse de las correas que lo mantenían en la cama, pero su cuerpo no respondía como él quería.
Una enfermera se apresuró a su lado, sujetando su brazo con delicadeza. -¡Señor Verstappen, tiene que calmarte. No puede moverse, está herido!
Pero Max no escuchaba. Sus ojos, llenos de desesperación, buscaban a alguien que lo dejará salir de ese cuarto, que lo llevara con Sergio. -¡Necesito ver a mi esposo! ¡Déjenme ir con él! -. El dolor físico que sentía era nada comparado con el vacío en su pecho, esa necesidad insoportable de tener a Checo a su lado.
-Tranquilo, señor Verstappen -dijo uno de los médicos que intentaba controlar la situación. -Está en el hospital. Necesita descansar. -Aunque eso último era una mentira piadosa para calmarlo, los médicos sabían que Sergio también estaba en una situación delicada.
Max continuaba forcejeando, con su cuerpo agotado y roto por el accidente, hasta que un sonido lo detuvo por completo. Un llanto. Un llanto potente que resonó por todo el pasillo, claro y fuerte, como si fuera el único sonido en el mundo.
El corazón de Max se detuvo. Recordó a sus bebés. Patricio y Patricia.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. -Dios, por favor... -susurró entre jadeos, mientras su cuerpo dejaba de resistirse y caía agotado en la cama. -Déjame conocerlos. Déjame ver a mis hijos. Si no puedo tener a Sergio... al menos... que pueda estar con ellos.
Los médicos y enfermeras intercambiaron miradas preocupadas, viendo cómo Max perdía la conciencia una vez más. Su respiración se hizo más lenta, su cuerpo más pesado. Cayó en un coma profundo, su mente apagándose en busca de descanso, mientras en su corazón quedaba solo un último deseo: ver a sus hijos algún día.
[...]
Sergio caminaba de un lado a otro en la habitación del hospital, con una mano sobre su abultado vientre mientras las contracciones llegaban una tras otra. El dolor era intenso, casi insoportable, pero se negaba a rendirse. Respiraba profundamente, jadeando a veces, intentando encontrar algún alivio en el movimiento, aunque apenas servía para distraerlo. Había rechazado la opción de una cesárea, a pesar de las recomendaciones de los médicos. Quería hacer esto por sí mismo, como si cada pujo fuera una especie de redención por todo lo que había hecho mal en su vida, especialmente con Max.
-Checo, por favor, siéntate un momento -suplicó Paola, quien no se despegaba de su lado. Ella lo observaba con mucha preocupación y asombro, incapaz de comprender cómo su hermano podía resistir tanto.
-Estoy bien -dijo Sergio, con los dientes apretados mientras una nueva contracción lo golpeaba, forzándolo a detenerse un momento. -Puedo hacerlo... tengo que hacerlo.
El dolor era abrumador, y aunque aún estaba preocupado por Max, cada nueva ola de contracciones lo obligaba a concentrarse completamente en su propio cuerpo. No tenía más espacio mental para pensar en nada más. Con cada paso, sentía a los bebés moverse, recordándole que estaba a punto de conocerlos. Eso le daba fuerzas, aunque también lo llenaba de temor. ¿Y si algo salía mal?
Gustavo y Toño observaban en silencio desde una esquina de la habitación, sin saber bien cómo ayudar. Todos sabían que Sergio era un luchador, pero esta situación estaba más allá de cualquier carrera de Fórmula 1 o de las peleas que había enfrentado en su vida. Esto era diferente, mucho más personal. Era una batalla que debía librar solo.
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Patitos (Chestappen)
Romance¿Que se supone que se hace con un embarazo múltiple, una ruptura, una renuncia y un corazón roto? Sergio no tiene las respuestas a esas preguntas, pero tampoco tiene miedo de las consecuencias. Ha tomado una decisión, alejarse por completo del hombr...