53. En el Hospital.

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-Leah, llegamos.

Ya era la tercera vez que Miguel se dirigía a la castaña con suavidad para despertarla, pero finalmente lo había logrado. Leah espablió un poco y se incorporó en el asiento mientras frotaba sus ojos.

Cubrió su boca de un bostezo y miró por la ventana, dándose cuenta de que estaban afuera de su casa y de que ya era hora de bajarse.

-Gracias por traerme -se volvió hacia Miguel-.

-No es nada -respondió con una sonrisa tranquila-. Me avisas si necesitas algo, ¿si?

Leah asintió agradecida y antes de perderse en los ojos de Miguel, se bajó del auto y caminó a paso rápido hacia su casa. Díaz esperó a que la chica ingresara y luego se marchó, recordando que tenía algo que hacer en casa.

Harrison corrió de inmediato a su cuarto para buscar las llaves del auto y sus documentos, pues había recordado de golpe la urgencia del llamado de su madre por el estado se su padre en el hospital.

Cuando ya tuvo todo en sus manos se dirigió a la puerta, pero le llegó súbitamente un aroma peculiar a la nariz. Olfateó un poco al aire y rápidamente se dio cuenta de que aroma venía de ella. El aroma de Miguel.

Se sonrojó ligeramente mientras se quitaba la chaqueta pero, a medida que las capas de ropa iban desapareciendo, más era evidente que el aroma no estaba en la ropa, sino en ella misma. Tomó su celular para ver la hora, entendiendo que no podía ir así a recibir a su madre o a su padre.

Por suerte aún quedaban un par de horas para el horario de visitas, así que corrió al baño para darse una ducha rápida. Cabe destacar que volvió a ruborizarse cuando pasó en ropa interior frente al espejo y notó la serie de marcas púrpura que tenía alrededor de sus piernas y torso, en especial en sus senos.

《Por lo menos no hay nada en el cuello...》

En realidad antes lo habían, pero Miguel cuidó controlarse en aquellas para que no permanecieran al amanecer, aunque el resto de chupetones no tuvieron la misma suerte.

Cuando entró a la ducha sólo podía pensar en las marcas que también ella había dejado en Miguel, aunque recordaba que, seguramente, él debería haber tenido algunas marcas de dientes en sus hombros.

《Dios santo.》

Le costaba creer lo que había pasado y, sobretodo, la manera en que había pasado. Se había desconocido a sí misma al dejarse llevar a ese nivel y el cargo de conciencia no tardó en presentarse para hacerla sentir culpable por las mismas razones que la hicieron detenerse justo antes de besar a Miguel, pero, más importante, se sentía culpable por haberlo disfrutado tanto.

THE CHAMP [Cobra Kai]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora