La mañana de mi partida había llegado. Me vestí con un elaborado vestido azul, adornado con intrincados detalles dorados que resaltaban con elegancia en el fino tejido. Complementé mi atuendo con un delicado collar que hacía juego con los pequeños aros que colgaban de mis orejas. El peso de las joyas y del destino que me aguardaba parecía hundirse sobre mis hombros mientras me dirigía al carruaje, donde Amelia, mi fiel dama de compañía, ya me esperaba.Agradecía profundamente que Amelia me acompañara en este viaje a lo desconocido. Aunque el trayecto me resultaba inquietante, su presencia brindaba una cierta sensación de consuelo. Mientras avanzábamos por los sinuosos caminos, mis pensamientos se arremolinaban alrededor de un solo nombre: el Rey Henry. ¿Qué clase de hombre sería? ¿Acaso sería cruel o indiferente? No podía evitar que estas preguntas atormentaran mi mente, llenando de incertidumbre el espacio que nos rodeaba.
—¿Qué opina, señorita Lía? —preguntó Amelia de repente, rompiendo mi ensimismamiento.
—¿Eh? —murmuré, desconcertada.
—Le comentaba que me han dicho que en el palacio hay un jardín magnífico, el más hermoso de todo el reino —dijo con un brillo en los ojos.—Oh... —respondí, sin poder ocultar mi distracción.
Amelia me observó con preocupación, notando mi desinterés.—¿Se siente bien, señorita? —preguntó, su rostro reflejando sincera angustia.
—Sí, solo estoy un poco distraída —intenté tranquilizarla, aunque sabía que mis pensamientos estaban muy lejos de aquel jardín.—¿Solo un poco? —dijo, riendo suavemente—. Estaba a millas de aquí.
—Quizás mucho más de lo que pensé —reí, disculpándome—. Perdona por no haberte prestado atención.Amelia sonrió con comprensión, pero antes de que pudiera responder, el carruaje se detuvo bruscamente.
—¡Mire, señorita, ya estamos llegando al palacio! —exclamó, asomándose por la ventana.
El palacio se alzaba majestuoso ante nosotras, sus muros de piedra blanca reflejando la luz del sol con una belleza serena y distante. Desde el exterior, se veía imponente y elegante, pero no podía evitar sentir que sus muros guardaban secretos que aún no estaba lista para conocer.
Descendimos del carruaje, y de inmediato fuimos recibidas por una de las sirvientas del Rey. Su rostro, amable y lleno de una alegría que no esperaba, nos ofreció una bienvenida cordial.
—Es un placer tenerla aquí, señorita —dijo, haciendo una reverencia—. Mi nombre es Natalia, y estoy a su servicio.
Le devolví una sonrisa educada.
—Gracias por la bienvenida, Natalia.
—Sé que debe estar muy cansada por el viaje. ¿Le gustaría que prepare un baño para usted? —ofreció con una inclinación de cabeza.
—Sí, por favor —respondí, agradecida por la oportunidad de relajarme después de tantas horas de viaje.—No tardaré —prometió antes de retirarse con discreción.
Después de darme un baño, me sentí algo más ligera, pero el peso de la incertidumbre seguía presente. Me preparé para la noche, pero a pesar de la hora avanzada, aún no había visto al Rey. Según lo que me dijo Natalia, estaba ocupado, aunque no podía evitar pensar que quizás simplemente no tenía interés en conocerme. Resultaba irónico, después de todo, él mismo había solicitado mi mano.
Mientras me arropaba en la cama, mis pensamientos comenzaron a derivar hacia mi hogar. ¿Volvería alguna vez a ver las tierras en las que había crecido? ¿O me quedaría en este palacio para siempre, atrapada en un destino que no había elegido? El cansancio finalmente me venció, y me sumergí en un sueño profundo, aunque mis pensamientos seguían revoloteando incluso en la oscuridad de la noche.
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una desastrosa alianza matrimonial
Romanceesta novela ambientada en la época victoriana, nos presenta a lía, la hija de un rey, la cuál debe casarse con el principe de otro reino para formalizar una alianza a través del matrimonio. Aunque no todo será felicidad, porque detrás de esta maravi...