fiesta del té

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El día siguiente fue crucial para mí, ya que estaba convocada nuevamente a la corte. Mi mente aún estaba atrapada en el miedo por la nota que había encontrado en la biblioteca, pero sabía que no podía mostrar debilidad ante la nobleza. Esta vez, la corte estaba llena de señores y damas, esperando cualquier oportunidad para evaluarme, medir mi capacidad y, sin duda, juzgar mi comportamiento como futura reina.

Entré con la cabeza en alto, Sir Alexander siguiendo cada uno de mis pasos de cerca. El salón estaba colmado de personas vestidas con las mejores galas, y las conversaciones en susurros cesaron cuando hice mi aparición. El Rey, mi padre, y el príncipe Ethan ya estaban presentes, aunque este último apenas levantó la mirada hacia mí. Sin embargo, una mirada intensa me seguía desde el otro extremo del salón: el príncipe Nikolai. Aquel pensamiento provocó un ligero estremecimiento en mi espalda, pero decidí no dejar que distrajera mi concentración.

Una vez que las formalidades empezaron, me pidieron que presentara mi opinión sobre la situación financiera y diplomática entre ambos reinos. Mi padre había insistido en que estudiara profundamente sobre ello, y no me había tomado a la ligera esta instrucción. Al hablar, mi tono era claro y firme, y cité detalles precisos de tratados antiguos y nuevos acuerdos comerciales. Describí la necesidad de la alianza no solo en términos de matrimonio, sino también como una oportunidad para modernizar las políticas internas de ambos territorios, algo que sorprendió incluso a los miembros más conservadores de la corte.

Al finalizar, vi que varias cabezas se inclinaban hacia adelante en un gesto de aprobación. Murmullos recorrieron la sala, y pude notar que incluso los ministros más experimentados parecían impresionados.

—Es admirable que la princesa Lía posea tal conocimiento y perspicacia sobre asuntos de estado —dijo uno de los nobles, Lord Blackwood, con una sonrisa apreciativa.

Mi padre asintió con una expresión de orgullo, mientras la reina madre sonreía discretamente desde su asiento.

Después de la corte, varias damas de la nobleza se acercaron para felicitarme. Entre ellas, Lady Beatrice, que se distinguía por su elegancia y cortesía, me invitó amablemente a un té que estaba organizando en su residencia esa misma semana. Me parecía una oportunidad ideal para socializar fuera de los muros del palacio, así que acepté.

El día de la fiesta del té, me presenté en la mansión de Lady Beatrice, vestida con uno de mis mejores vestidos, de un delicado azul que resaltaba mi piel. Amelia había hecho un trabajo espléndido, como siempre. Al llegar, noté que ya había varias damas presentes, incluyendo a Cressida, hija de un duque cercano, cuyo aire altanero la hacía destacar en la sala.

Lady Beatrice me recibió con una sonrisa afable, guiándome hacia el centro del grupo. Todo parecía cordial, con conversaciones ligeras sobre la moda, las últimas novedades en la corte y, por supuesto, la inminente boda real. Las otras damas parecían curiosas por saber más sobre mi relación con Ethan, pero mantuve las respuestas discretas, evitando dar demasiados detalles.

—Princesa Lía, parece que ha captado la atención de todos en la corte últimamente —dijo Lady Beatrice con una sonrisa enigmática mientras me servía una taza de té—. No es común que una joven extranjera como usted maneje los asuntos del reino con tanta precisión.

—Es simplemente cuestión de estudio y dedicación —respondí con humildad, aunque sabía que mis palabras eran sinceras. Había trabajado duro para demostrar que no era solo una princesa ornamental.

Sin embargo, noté que Cressida, sentada a un lado con una expresión de desdén, no estaba tan complacida con la atención que recibía.

—Estudio y dedicación, claro —dijo Cressida, su tono goteando sarcasmo—. Pero no todos en la corte pueden simplemente depender de sus conocimientos. Algunas deben usar... otros medios para ganarse el favor de los príncipes, ¿verdad?

El aire en la sala pareció congelarse por un momento. Era evidente que Cressida había lanzado una indirecta directa hacia mí. Algunas de las damas más cercanas intercambiaron miradas incómodas, sin saber cómo reaccionar.

—Lady Cressida, no entiendo lo que insinúa —respondí con calma, tratando de mantener mi compostura.

Ella se encogió de hombros con fingida inocencia.

—Oh, nada en particular, su alteza. Solo que algunas jóvenes tienen que trabajar un poco más duro que otras para mantener la atención de... ciertos príncipes.

El veneno en sus palabras era claro, pero me negaba a dejarme intimidar.

—El trabajo duro, en cualquier forma, siempre es recompensado, Lady Cressida. Al final, la dedicación verdadera es la que perdura, no las insinuaciones vacías —contesté suavemente, aunque mi mirada la atravesaba con firmeza.

Cressida enrojeció de furia contenida, pero antes de que pudiera responder, Lady Beatrice intervino, suavizando la tensión con un comentario sobre la belleza de los jardines que rodeaban la mansión.

Pero el daño ya estaba hecho. Las palabras de Cressida me habían afectado más de lo que quería admitir, y mientras las conversaciones continuaban a mi alrededor, mi mente no podía dejar de darle vueltas a la tensión latente en la corte. Sabía que mi posición no solo era observada, sino también criticada.

una desastrosa alianza matrimonialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora