nuevos planes

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El carruaje cruzaba las altas colinas, dejando atrás las inquietudes del reino de los Di Martín, mientras la figura imponente del castillo del rey Wilson, padre de Lía, se alzaba en el horizonte. Sir Alexander, siempre atento, cabalgaba al lado del carruaje, su presencia solemne y su espada lista para cualquier peligro. La emboscada de la que había salvado a Lía no era algo fácil de olvidar, pero su valentía había fortalecido el vínculo entre ellos.

Al llegar al castillo, la tensión en los hombros de Lía disminuyó ligeramente. Sin embargo, sabía que debía enfrentar a su padre y contarle los oscuros sucesos que se habían desatado en la corte. Amelia la ayudó a bajar del carruaje mientras Sir Alexander seguía con la guardia en alto, mirando con atención las sombras que se alargaban con el caer del sol.

Dentro del gran salón, el rey Wilson esperaba con gesto preocupado, habiendo sido informado de la emboscada. Su porte regio irradiaba autoridad, pero en su mirada se percibía el afecto de un padre preocupado.

—Lía, hija mía, he recibido noticias inquietantes. ¿Qué ha sucedido en la corte? —inquirió el rey con su voz grave.

Lía se inclinó en una reverencia, respiró profundamente y comenzó a relatar lo acontecido: desde los rumores infames de Cressida en la fiesta del té, hasta la defensa que tanto Ethan como Nikolai habían ofrecido en su nombre frente a la corte. Pero lo que hizo que la expresión del rey Wilson se endureciera fue la mención de la emboscada, un acto de traición que ponía en peligro no solo la vida de su hija, sino la estabilidad de los dos reinos.

—No es solo la humillación que sufrí a manos de esa mujer, padre. Cressida ha conspirado con el rey Henry, y temo que ambos planean algo aún más terrible. Quieren eliminarme tras el matrimonio, de manera que Ethan pueda casarse con ella y asegurar el control sobre ambos reinos —explicó Lía, con la voz quebrándose al final.

El rey Wilson frunció el ceño, sus ojos fulguraban de rabia.

—Esto es intolerable —murmuró con una mezcla de indignación y dolor—. Nadie pondrá en peligro a mi hija bajo mi reinado. La traición del rey Henry será castigada.

Sir Alexander dio un paso adelante, su figura erguida y firme.

—Majestad, con todo respeto, sugiero aumentar la vigilancia alrededor de la princesa Lía. No podemos permitir que otro ataque la sorprenda. Estoy dispuesto a servir como su escolta personal hasta que podamos descubrir la extensión de esta conspiración.

El rey asintió con solemnidad.

—Confío en ti, Alexander. Pero no solo debemos protegerla; debemos también responder a esta afrenta. El destino de nuestra familia y nuestro reino está en juego.

una desastrosa alianza matrimonialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora