el picnic

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A la mañana siguiente, me levanté y me preparé como de costumbre. Esta vez decidí tomar el desayuno en compañía de Amelia, en la intimidad de mi habitación. Mientras tomábamos el té, ella hablaba animadamente sobre las personas que había conocido en el palacio, en especial la servidumbre, con quienes parecía haber trabado amistad con sorprendente rapidez.

—La señora Brown es la jefa de las sirvientas. Es una mujer muy seria, pero se nota que tiene un gran corazón —comentó Amelia, con evidente admiración. 
—Al parecer, has conocido a muchas personas hoy —respondí, sonriendo ante su entusiasmo. 
—Sí, y todo porque usted no quiso acompañarme —dijo, con un tono de reproche juguetón. 
—Lo siento, Amelia, pero últimamente no he tenido mucho ánimo para salir. 
—¿Se encuentra bien, mi señorita? —preguntó, su tono tornándose más serio. 
—Mmm… —dudé un momento, sin saber cómo expresar lo que sentía. 
—Mejor aún —continuó ella, cambiando de tema—, ¿por qué no da una vuelta por el jardín? Estoy segura de que eso le levantaría el ánimo. 
—Me parece una buena idea, pero preferiría ir sola —le respondí con una leve sonrisa. 
—Por supuesto, disfrute de su paseo. La buscaré cuando el almuerzo esté listo —dijo, haciendo una ligera reverencia antes de retirarse.

Una vez más, me aventuré al jardín, buscando la calma que solo la naturaleza parecía ofrecerme en aquel lugar tan ajeno. Mientras caminaba entre los senderos floridos, mis pensamientos regresaron al joven misterioso que había encontrado el día anterior. No debía ser mucho mayor que yo, quizás de mi misma edad. Me preguntaba qué hacía en el palacio. ¿Sería acaso un trabajador? Sin embargo, su porte y vestimenta no sugerían que formara parte de la servidumbre.

Siguió mis pensamientos, hasta que, distraída, tropecé con alguien.

—Disculpe, no pretendía… —comencé, levantando la vista. 
—Hola, Lía —me interrumpió una voz familiar. Era él, con esa sonrisa encantadora que no había podido olvidar—. No esperaba verte a esta hora. 
—Yo tampoco esperaba encontrarte tan temprano, joven… —dije, dejando la frase en el aire. 
—Mi nombre es Ethan —respondió con una ligera inclinación de cabeza. 
—Ethan… —repetí, como si probara el sonido de su nombre.

—¿Qué haces por aquí tan temprano? —preguntó con curiosidad. 
—Salí a tomar un poco de aire —admití. 
—¿Te sentías encerrada? —inquirió con un tono comprensivo. 
—No precisamente, pero necesitaba despejarme un poco. No me sentía muy bien. 
—Lo entiendo. ¿Qué te parecería hacer un picnic en el jardín para animarte? —sugirió, con una sonrisa traviesa. 
—Me parece una excelente idea —dije, sonriendo también—, pero... ¿no nos faltará la comida? 
—No te preocupes por eso. Ya lo tengo todo solucionado —aseguró.

Ethan me condujo a una parte del jardín que parecía escondida de la vista, un rincón secreto donde ya había dispuesto todo para el picnic. La manta estaba extendida sobre el césped, y una canasta de mimbre descansaba a un lado, rebosante de deliciosos manjares.

—Veo que ya lo tenías todo listo, joven Ethan —comenté, sorprendida. 
—Para ser honesto, tenía pensado buscarte para invitarte a comer conmigo. No podía esperar hasta la noche para verte de nuevo —confesó con naturalidad, mientras sus ojos se encontraban con los míos.

Me sonrojé de inmediato, sintiendo cómo mi corazón aceleraba.

—P-pero, ¿qué dice? —murmuré, desviando la mirada, tratando de ocultar mi turbación. 
—No te pongas nerviosa, Lía. Es solo que, desde el primer momento en que te vi, quedé cautivado por ti —dijo con sinceridad.

Sus palabras me sorprendieron y, al mismo tiempo, me halagaron.

—Le agradezco sus palabras, Ethan —respondí, intentando mantener la compostura. 
—Espero que sigamos viéndonos, señorita Lía —añadió, con una sonrisa que parecía iluminar todo el jardín.

una desastrosa alianza matrimonialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora