Nuevas amenazas

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El palacio se alzaba imponente ante los ojos de **Lia**, con sus torres oscurecidas por la niebla, como si el mismísimo edificio compartiera la tensión y las sombras de lo que aguardaba en su interior. Cada paso resonaba en los pasillos, mientras los sirvientes susurraban su nombre con una mezcla de reverencia y temor. Había regresado, pero sabía que su llegada no sería bienvenida por todos.

Al doblar una esquina, sus ojos se encontraron con los de **Ethan**. El príncipe, quien había estado buscando a Lia desesperadamente, se detuvo al verla, su figura rígida, como si el tiempo se hubiera congelado entre ellos. Su rostro, normalmente lleno de nobleza y serenidad, ahora estaba marcado por el agotamiento y el dolor. Los ojos de Ethan, enrojecidos por las lágrimas no derramadas, reflejaban el sufrimiento que llevaba en su interior desde la muerte de su madre, la reina Emilia.

Por un momento, ni uno ni otro se movieron. El peso del luto y la angustia colgaba en el aire, pero, al mismo tiempo, la presencia de **Lia** pareció traer consigo una ligera esperanza.

—**Lia...** —murmuró Ethan, su voz quebrándose, como si decir su nombre fuera lo único que lo mantuviera anclado a la realidad. Sin previo aviso, dio un paso adelante, sus brazos extendidos hacia ella.

Lia, sintiendo un nudo en la garganta, también avanzó. Ambos se encontraron en medio del pasillo, y el príncipe la abrazó con fuerza, como si temiera que pudiera desvanecerse de nuevo en la niebla que los rodeaba. **Lia sintió su corazón latir con fuerza**, sabiendo que no solo estaba lidiando con su propio miedo, sino también con el dolor de Ethan.

—**Temí que no volverías...** —dijo Ethan en un susurro, su voz cargada de una mezcla de tristeza y alivio—. He perdido tanto... mi madre... todo se está desmoronando.

Lia, apoyando su cabeza en su hombro, cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de sus palabras. Ella también lo había sentido, esa desesperanza que parecía envolver a todos en el reino.

—**Lo siento, Ethan.** —susurró ella—. Si hubiera sabido lo que sucedía, nunca me habría ido. Estoy aquí ahora, y no voy a dejar que te enfrentes a esto solo.

Ethan se apartó lo suficiente para mirarla a los ojos, su expresión un poco más tranquila pero aún vulnerable. Había algo entre ellos, una comprensión tácita de que ambos habían sido víctimas de las intrigas de la corte. Antes de que pudieran decir algo más, **Cressida** apareció al final del corredor, su expresión oscura al ver la escena. Su rostro, normalmente cubierto de un aire refinado y calculador, estaba ahora crispado por la ira.

Cressida avanzó con pasos firmes, sus labios fruncidos en una sonrisa tensa.

—**¡Qué conmovedor!** —exclamó con veneno en la voz—. **Lady Lia, cuánto tiempo sin verte... y qué casualidad que aparezcas justo cuando todo estaba dispuesto para tu ausencia permanente.**

Lia sintió un escalofrío recorrerle la espalda. **Cressida estaba molesta, y eso significaba que algo oscuro estaba tramando.**

—**Cressida,** —respondió Ethan, su tono gélido—, **esta no es tu conversación. Deberías retirarte.**

Pero Cressida no se movió. En su lugar, dio un paso más cerca, sus ojos brillando con furia contenida.

—**Oh, querido Ethan,** —dijo con una voz suave, casi melosa—, **no creas que todo se ha olvidado por la llegada de Lady Lia. La corte no olvida, y mucho menos el rey. No hay lugar para ella aquí... y tú lo sabes.**

Lia mantuvo la mirada fija en Cressida, pero en su interior sentía una creciente inquietud. **Sabía que Cressida no descansaría hasta verla fuera del juego**.

Mientras Cressida se retiraba con un elegante pero frío movimiento, **Lia** y **Ethan** intercambiaron una mirada preocupada. El peligro no había pasado, y Cressida sin duda tenía algo más en mente.

Esa noche, mientras **Lia** se acomodaba en su habitación, encendiendo una vela para iluminar el espacio que había sido suyo antes de su huida, no pudo evitar sentir una sensación de inquietud que la carcomía. Las palabras de **Cressida** seguían resonando en su mente. ¿Qué significaban? ¿Qué planeaba? El silencio del palacio, roto solo por el crujido del fuego, no hacía más que intensificar su nerviosismo.

Al otro lado del palacio, **Cressida** se reunía con el **rey Henry**, ambos con una copa de vino en mano. El rey, con una sonrisa satisfecha en los labios, parecía deleitarse con la desaparición de Lia, pero la frustración de Cressida era palpable.

—**No contábamos con su regreso tan pronto,** —gruñó ella, sus dedos tamborileando contra la copa—. **Esto complica nuestros planes.**

El rey, con una mirada fría, observó la copa de vino.

—**Todo a su tiempo, mi querida,** —respondió, su voz goteando arrogancia—. **Lia no durará mucho en este palacio. Nos encargaremos de que su estancia sea tan breve como su regreso.**

Pero, mientras los conspiradores tramaban en la penumbra, **Ethan** y **Nikolai**, aunque rivales, estaban unidos por una causa común: encontrar a Lia y protegerla de las sombras que se cernían sobre ella. Ambos príncipes, aunque desconfiaban el uno del otro, sabían que solo juntos podrían salvarla del oscuro destino que Cressida y el rey estaban preparando. **El tiempo se agotaba**, y cada paso que daban les acercaba más al desenlace final, uno que sacudiría los cimientos del reino y de sus propias vidas.

una desastrosa alianza matrimonialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora