secretos sombríos

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Esa tarde, después de pasar un tiempo en la biblioteca con Sir Alexander, decidí regresar a mi habitación, pero el sonido de voces conocidas me hizo detenerme. Caminaba por uno de los pasillos más apartados del palacio cuando escuché a alguien mencionar mi nombre. Me acerqué en silencio hacia una de las puertas entreabiertas que daban a una pequeña sala de reuniones, y reconocí las voces al instante: era el rey Henry, junto con una mujer cuya risa me resultaba inconfundible. Cressida.

—Cuando llegue la noche de bodas —escuché al rey Henry decir en un tono bajo pero seguro—, todo estará dispuesto. Una vez que Ethan haya cumplido su parte, nos encargaremos de Lía. Su desaparición será oportuna. Nadie sospechará de nosotros, y con su lugar libre, querida Cressida, podrás desposarte con Ethan y ocupar el lugar que siempre debió ser tuyo.

Mi corazón se paralizó. Sentí que el aire me faltaba y que las paredes se cerraban a mi alrededor. ¿Acaso era esto real? ¿Estaba escuchando correctamente? Era una conspiración. ¡Querían matarme la noche de mi boda!

—¿Y Ethan lo sabe? —preguntó Cressida, con la voz teñida de una mezcla de ansiedad y ambición.

—Ethan no necesita saberlo todo —contestó el rey Henry con frialdad—. Él hará lo que se le ordene. Su matrimonio con Lía solo es un trámite necesario para la alianza con su reino. Pero después, querida, tú serás quien esté a su lado.

No pude escuchar más. Mi cuerpo temblaba, y un sudor frío recorrió mi espalda. Sentí que debía huir, correr lejos de allí antes de que me descubrieran. Pero cuando me di la vuelta para alejarme, mi cuerpo tropezó torpemente con una mesa decorativa cerca de la puerta, provocando un ruido sordo.

El corazón me dio un vuelco.

Las voces en la sala se detuvieron de golpe. Sabía que, si me descubrían, no saldría viva de esta situación. Antes de poder moverme, alguien cubrió mi boca con firmeza y me arrastró hacia las sombras del pasillo. Mi primer instinto fue resistirme, pero una voz conocida susurró en mi oído:

—Lía, tranquila. Soy yo, Nikolai. No te moverás si quieres vivir.

Aún temblando, asentí, y él me sostuvo en silencio. Desde nuestro escondite, vimos cómo la puerta de la sala se abría con lentitud y Cressida asomaba la cabeza, mirando a su alrededor. Su mirada era inquisitiva, pero al no ver a nadie, se volvió a reír suavemente antes de cerrar la puerta con un suave golpe.

Nikolai no soltó su mano de mi boca hasta que los pasos de Cressida se alejaron completamente y el eco de su risa maliciosa desapareció por completo. Sentí que el aire volvía lentamente a mis pulmones, pero la realidad de lo que había escuchado me golpeaba como una tormenta. Me iban a matar. Tenían todo planeado.

Nikolai me miró con seriedad, sus ojos oscuros llenos de preocupación.

—¿Qué demonios estabas haciendo aquí? —susurró con una mezcla de enfado y desesperación—. Casi te descubren.

Mis piernas temblaban tanto que no pude responder inmediatamente. Apoyé una mano en su brazo para estabilizarme, intentando recuperar el aliento.

—No sabía… no sabía lo que estaban planeando… —balbuceé entrecortadamente.

Nikolai me sostuvo con más firmeza, y su expresión se suavizó, aunque sus ojos seguían alertas.

—Lía, escucha, no puedes hablar de esto con nadie —me advirtió en voz baja—. Si lo haces, podrían matarte antes de que tengas tiempo de reaccionar. Debemos ser cautelosos.

Mi mente estaba llena de confusión y miedo, pero sabía que tenía razón. Si decía algo abiertamente, sería mi fin. Tenía que pensar en mi siguiente movimiento.

—¿Por qué me ayudas, Nikolai? —pregunté finalmente, mirándolo con sospecha—. ¿Qué ganas tú con esto?

Él me observó en silencio por un momento antes de responder, su voz más suave esta vez.

—No todos en este palacio están en tu contra, Lía. No soy tu enemigo. De hecho, creo que tenemos intereses en común. Por ahora, lo único que necesitas saber es que no permitiré que te hagan daño. Pero será nuestra alianza secreta.

La forma en que me miraba, con una intensidad que no había visto antes, me hizo sentir que podía confiar en él… aunque aún tenía mis reservas. Pero en ese momento, no tenía a nadie más. Y si Nikolai quería ayudarme, era una ventaja que no podía despreciar.

—¿Qué haremos ahora? —pregunté, todavía asustada, pero más firme.

Nikolai me dedicó una mirada penetrante.

—Te mantendré a salvo, pero a partir de ahora, debes actuar con total normalidad. No dejes que nadie, ni siquiera Ethan, sospeche que sabes algo. Pero sobre todo, Lía… no confíes en el rey ni en Cressida. Y tal vez debamos empezar a pensar en cómo adelantarnos a ellos.

una desastrosa alianza matrimonialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora