alboroto en la corte

1 1 0
                                    

La mañana siguiente al té de Lady Beatrice, las paredes del palacio parecían respirar intriga y rumores. Los ecos del incidente, como un viento gélido, habían recorrido los pasillos, avivando las llamas de la especulación y el descontento. Los murmullos no tardaron en llegar a los oídos del rey Henry, quien, a pesar de su acostumbrada serenidad, no pudo ocultar el leve fruncir de su ceño al escuchar lo que se decía de su querida Cressida y la joven princesa Lía.

Lía, por su parte, fue convocada a la sala del trono en lo que parecía ser una especie de juicio encubierto. Los nobles presentes, vestidos con sus mejores galas, la observaban mientras hacía su entrada, las miradas cargadas de expectativa. Algunos le dirigían miradas desaprobatorias, otros susurraban con disimulo, y unos pocos la miraban con una leve admiración por haber tenido el coraje de enfrentarse a Cressida.

Al llegar ante el trono, Lía sintió el peso de la mirada del rey sobre ella, y no pudo evitar notar cómo Cressida, de pie a su lado, la observaba con una sonrisa apenas contenida, el rostro de una dama que aún creía tener el control de la situación.

—Parece que se ha causado un gran revuelo en la corte —dijo el rey Henry, su voz grave resonando en la sala, mientras sus dedos jugaban con el anillo en su mano—. Se comenta que la joven Lía ha lanzado acusaciones que no son propias de su rango ni de su posición. ¿Qué tienes que decir ante estos rumores?

Lía, con el corazón latiendo violentamente en su pecho, hizo una reverencia tan profunda que casi tocó el suelo con la frente.

—Su Majestad —comenzó con voz clara pero calmada, levantando la cabeza con una elegancia que habría sido digna de cualquier reina—, no fue mi intención provocar un alboroto en la corte. Sólo respondí a una insinuación, maliciosa e injustificada, que manchaba mi honor. Lamentablemente, las palabras de Lady Cressida no me dejaron más opción que defenderme.

La sala estalló en susurros mientras las miradas se movían entre Cressida y Lía, sorprendidos por la franqueza de la respuesta de la joven. El rey entrecerró los ojos, midiendo cada palabra de Lía con cuidado. Antes de que pudiera decir algo más, el príncipe Ethan se adelantó, rompiendo la tensa atmósfera.

—Padre —comenzó Ethan, con una calma que enmascaraba una creciente ira—, he observado de cerca a Lady Lía desde su llegada, y puedo atestiguar que en ningún momento ha mostrado comportamiento alguno que falte al decoro o a su dignidad. Si alguien en esta corte ha sido objeto de ataques velados, esa persona es ella.

Ethan, con su porte noble y sus palabras medidas, atrajo la atención de todos. Pero antes de que el rey pudiera responder, el príncipe Nikolai, que había permanecido a un lado, dio un paso al frente con su usual elegancia.

—Nuestra Majestad —comenzó con una reverencia elegante—, debo coincidir con el príncipe Ethan. Lady Lía no solo ha demostrado ser una persona de gran inteligencia, sino también de un carácter admirable. He tenido el placer de observar su conducta y, en mi humilde opinión, cualquier insinuación en su contra es infundada.

Las palabras de Nikolai, siempre acompañadas de una cortesía impecable, no hicieron sino añadir peso a la defensa de Lía. Las cabezas comenzaron a inclinarse en su favor, y los murmullos se volvieron favorables.

El rey, consciente de que dos de los príncipes más influyentes de su corte estaban unidos en la defensa de Lía, pareció debatir consigo mismo por un instante. Finalmente, alzó la mano, silenciando el salón.

—Parece que este asunto ha causado demasiada agitación en la corte —dijo el rey, su voz grave—. Este incidente no se mencionará más. Lady Lía, espero que en el futuro se eviten malentendidos de esta naturaleza.

Lía, reconociendo la tregua tácita, hizo una reverencia profunda, aceptando el veredicto. El escándalo, aunque no del todo sofocado, parecía haberse calmado, y las miradas que antes la juzgaban con dureza ahora eran más templadas. Los príncipes Ethan y Nikolai la habían defendido con tal firmeza que el favor de la corte comenzaba a inclinarse en su dirección.

Al final de la audiencia, Ethan y Nikolai se acercaron a Lía, sus expresiones de genuina preocupación.

—Lía, espero que sepas que no permitiré que te hagan daño —dijo Ethan, sus ojos fijos en los suyos con una intensidad que ella no había visto antes—. Este reino no se merece una reina como tú, pero haré todo lo posible para protegerte.

—Parece que tienes el don de atraer el caos, mi querida princesa —bromeó Nikolai, aunque su tono tenía una dulzura que no pasó desapercibida para ella—. Sin embargo, no tienes que temer, siempre estaré a tu lado.

Lía, entre los dos príncipes, sintió una extraña mezcla de gratitud y temor. Sabía que aunque el escándalo había pasado, la amenaza no se había desvanecido del todo. Cressida, con su orgullo herido y su relación ilícita con el rey, no se rendiría tan fácilmente.

Mientras se retiraban, las miradas seguían sobre Lía, pero ahora con una mezcla de respeto y curiosidad. La joven princesa había demostrado ser más fuerte de lo que muchos imaginaban, y su lugar en la corte, aunque precario, parecía asegurado por el momento. Sin embargo, las intrigas no habían terminado, y el juego de poder en la corte estaba lejos de llegar a su fin.

Cressida, mientras tanto, observaba desde las sombras, sus ojos llenos de rencor, buscando la oportunidad de recuperarse de la humillación pública.

una desastrosa alianza matrimonialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora