verdades que salen a la luz

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En la penumbra del gran salón, la reina Emilia, envuelta en un elegante vestido de terciopelo oscuro que acentuaba su porte regio, se enfrentó al rey Henry. La luz de los candelabros danzaba sobre su rostro, pero en sus ojos, la chispa de la confianza se había apagado, dejando un abismo de desilusión.

—Henry, ¿cómo pudiste? —su voz temblaba, un torrente de incredulidad y dolor—. He confiado en ti, he sacrificado tanto por este reino, y tú… tú me traicionas con lady Cressida.

El rey, intentando mantener una fachada de autoridad, se cruzó de brazos, aunque la culpa se dibujaba en su rostro. —Emilia, no es lo que piensas.

—¿Qué otra cosa podría ser? —interrumpió, su voz resonando como un eco en la sala vacía—. Todo este tiempo, has estado jugando con mis sentimientos, mientras nuestra unión se convertía en una farsa.

Ethan y Nikolai, que habían estado a la espera en un rincón sombrío, entraron en la sala, sus rostros serios y determinados. La tensión se palpaba en el aire, como si la traición misma se manifestara en el ambiente.

—Madre —dijo Ethan, avanzando con paso firme, su porte digno y altivo—. No permitiré que él te trate de esta manera. La lealtad y el amor que te debemos no pueden ser pisoteados por su egoísmo.

Nikolai, aunque príncipe de un reino lejano y ajeno a las complicaciones familiares de Ethan, mantuvo una postura respetuosa. —Su Majestad, el rey Henry, debe considerar las implicaciones de sus acciones —dijo, su acento extranjero enriqueciendo sus palabras—. Su conducta no solo deshonra a la reina, sino que también pone en peligro la estabilidad del reino. En mi tierra, la lealtad a la familia es sagrada.

El rey, sintiendo la presión de la confrontación, intentó desviar la mirada. —No hay nada de qué hablar —replicó, aunque su voz tembló, inseguro ante la defensa que su esposa recibía de su propio hijo—. Cressida es una dama valiosa, y lo que yo haga no concierne a ustedes.

La reina, sintiéndose abrumada, se dejó caer en una silla de brocado, sus manos temblorosas cubriendo su rostro. —Este reino que construimos juntos se desmorona ante mis ojos —susurró, su voz quebrada por el dolor—. He dado mi vida por él, por nuestra familia, y ahora, ¿esto es lo que recibo a cambio?

La tristeza en su voz resonó en las paredes del salón, llenándolo de un silencio opresivo. Ethan sintió un nudo en el estómago, mientras la impotencia lo consumía. Nikolai se mantuvo a su lado, observando la escena con una mezcla de respeto y preocupación.

—Madre, eres más que una reina. Eres mi madre, y no permitiré que este desprecio continúe —declaró Ethan, alzando la voz con fervor, mientras Nikolai lo secundaba con una mirada seria.

—No podemos permitir que esta situación se perpetúe —agregó Nikolai, girando su mirada hacia el rey—. El honor de la reina y la unidad del reino deben prevalecer sobre sus deseos personales.

La tensión era palpable, mientras los príncipes, uno de un linaje extranjero y el otro del reino de Di Martín, se preparaban para luchar por lo que era justo. La lucha entre el deber y el deseo se desarrollaba en el corazón de cada uno, mientras la sombra de la traición se extendía, oscureciendo el reino.

En ese instante, Cressida, oculta en las sombras del salón, aguardaba el momento propicio para aprovechar la situación. Sus ojos brillaban con un fulgor desleal, sabiendo que la brecha entre los reyes se ensanchaba y que sus propios planes estaban tomando forma. La atmósfera era densa, llena de intrigas y promesas no cumplidas, y la verdad que se avecinaba era tan oscura como la noche misma.

una desastrosa alianza matrimonialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora