la velada

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A la mañana siguiente, Amelia se presentó en mi alcoba para asistirme con el atuendo de la velada. El vestido elegido era de un escarlata profundo, cuyo corte realzaba la pureza de mi pálida piel, complementado con una tiara de diamantes que adornaba mi cabeza con distinción. Una vez que Amelia concluyó con sus atenciones, me dispuse a asistir a la cena. El gran salón se encontraba colmado de gente, mientras mis ojos exploraban el gentío en busca del príncipe Nikolai, con la intención de presentarme antes de la inminente boda.

—Buenas noches, Su Alteza. Soy Lady Beatrice, y me presento formalmente ante usted —dijo una dama, inclinando su cabeza con gracia.

—Buenas noches, Lady Beatrice. El placer es mío —respondí con una sonrisa cortés.

—He de decir que su belleza es aún mayor de lo que se rumorea, tal como todos afirman. Verdaderamente resplandece esta noche.

—Le agradezco mucho sus amables palabras, Lady Beatrice —repuse con una inclinación de cabeza.

—Con su permiso, me retiro —dijo, haciendo una profunda reverencia antes de desaparecer entre la multitud.

Continué mi caminar por la sala, cuando de pronto, un joven de cabello oscuro y ojos azules como el océano se aproximó rápidamente hacia mí. Hizo una pequeña reverencia antes de fijar en mí una mirada amable y sonriente.

—¿Es usted Su Alteza, Lady Lía? —inquirió el caballero.

—¿Es usted el príncipe Nikolai, si no me equivoco? —contesté, devolviéndole una sonrisa.

—Efectivamente, su Alteza. Me complace mucho conocerla al fin —dijo, esbozando una sonrisa encantadora—. He oído muchas cosas sobre usted en estas tierras, todas ellas confirmadas ahora que la veo en persona. Su belleza e inteligencia son incomparables, y su presencia hace mi estancia aquí mucho más grata.

—Sus palabras son demasiado generosas, príncipe Nikolai —respondí con gratitud.

—¿Me concedería el honor de esta pieza? —preguntó, extendiendo su mano.

—Acepto su invitación, príncipe —dije, colocando suavemente mi mano en la suya.

Justo en ese momento, una voz familiar interrumpió la atmósfera.

—Lía... —Ethan, mi prometido, apareció repentinamente, con una mirada cargada de determinación.

—Su Alteza, príncipe Ethan —dijo Nikolai, con una ligera inclinación—. Es un placer conocerle.

—Buenas noches, príncipe Nikolai. ¿Me permite hablar con mi futura esposa un momento? —pidió Ethan con cortesía, aunque su tono no admitía réplica.

—Por supuesto, Su Alteza —respondió Nikolai, esbozando una sonrisa—. Con su permiso, lady Lía.

Hice una leve inclinación con la cabeza, observando cómo Nikolai se retiraba con elegancia.
Ethan me miró fijamente durante unos instantes antes de hablar, sus ojos, que generalmente mostraban una calma cautivadora, ahora reflejaban una mezcla de seriedad y algo que no supe identificar de inmediato.

—Lía, hace días que no tenemos la oportunidad de hablar en privado —dijo, su voz algo más baja de lo habitual, como si estuviera eligiendo cuidadosamente cada palabra.

—Lo sé, Ethan —respondí, sintiendo el peso de su mirada sobre mí—. Has estado muy ocupado con los preparativos de la boda y tus deberes en la corte. Lo entiendo perfectamente.

Me di cuenta de que trataba de sonreír, pero había una sombra de preocupación en su rostro que no podía ignorar. Me tomó delicadamente de la mano y me condujo hacia una pequeña terraza del gran salón, donde la luz de la luna bañaba los jardines del palacio.

—No es solo eso —dijo, soltando un suspiro apenas perceptible—. La verdad es que estoy... preocupado.

—¿Preocupado? —Pregunté, sorprendida—. ¿Por la boda?

—En parte —admitió, soltando mi mano y dirigiendo su mirada hacia el cielo estrellado—. No he podido dejar de pensar en esta alianza, en lo que implica. Y me pregunto si todo esto es lo correcto para nosotros.

Guardé silencio por un momento, procesando lo que me acababa de decir. Sabía que nuestras familias habían planeado este matrimonio como una estrategia política, pero no esperaba que Ethan compartiera mis propias dudas.

—¿Y qué es lo que te preocupa exactamente? —Finalmente logré preguntar, con el corazón latiendo rápidamente.

Ethan me miró directamente a los ojos, su expresión más seria que nunca.

—No quiero que esta unión sea solo un acuerdo vacío entre reinos, Lía. He llegado a apreciarte mucho más de lo que pensé posible en tan poco tiempo, pero no puedo ignorar la presión que siento por parte de nuestros padres. Esta alianza... ¿es realmente lo que ambos queremos?

Sentí un nudo formarse en mi garganta. Era la primera vez que Ethan hablaba de forma tan sincera sobre la boda y las implicaciones que nos rodeaban. Sus palabras resonaron en mis propias preocupaciones, esas mismas que me habían mantenido despierta muchas noches.

—Yo... —comencé, luchando por encontrar las palabras adecuadas—. He pensado en lo mismo, Ethan. Siento que nuestras vidas están siendo decididas por otros, y aunque te aprecio, no puedo evitar sentir que nos estamos precipitando.

Ethan asintió lentamente, como si mis palabras le dieran alguna clase de alivio. Se giró hacia mí, acercándose un poco más.

—No sé qué deparará el futuro para nosotros, Lía —dijo en voz baja—, pero lo único que puedo prometerte es que, pase lo que pase, estaré a tu lado. Si no es por los reinos, que sea por nosotros.

Sentí que mis ojos se humedecían ligeramente, pero sonreí. Había algo en la honestidad de Ethan que me tranquilizaba, que me hacía sentir menos sola en medio de toda la incertidumbre.

—Gracias, Ethan —respondí suavemente—. Creo que, por ahora, eso es lo único que necesito oír.

Un silencio cómodo se instaló entre nosotros, mientras la suave brisa nocturna acariciaba nuestras pieles. La velada en el palacio continuaba en el interior, pero aquí, en esta terraza apartada, sentí que por primera vez en mucho tiempo, todo estaba en su lugar.

De repente, el sonido de pasos detrás de nosotros interrumpió el momento. Al volvernos, vimos la figura imponente del príncipe Nikolai, quien se acercaba con su habitual sonrisa.

—Lamento interrumpir —dijo con una inclinación de cabeza—, pero me preguntaba si la dama me concedería aún aquel baile prometido.

Ethan me miró con una mezcla de resignación y humor en sus ojos.

—Adelante, Lía —dijo con una leve sonrisa—. Nos veremos después.

Asentí, y mientras tomaba la mano de Nikolai para regresar al salón de baile, no pude evitar preguntarme cómo cambiarían las cosas tras esa noche.

una desastrosa alianza matrimonialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora