Capítulo 16

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Estaba sentada en el escritorio de mi habitación. Una hoja de papel y un bolígrafo de tinta negra se encontraban frente a mí. Tenía una vela encendida y la canción «Te regalo» de Carla Morrison sonando de fondo. Una tormenta tronaba por todo Madrid, las gotas de lluvia golpeaban mi ventana y el viento rugía con fuerza. Tragué hondo y comencé a escribir el ejercicio que Cristina me había recomendado hacer hacía unos días atrás. Escribir a aquella niña de mi infancia. A aquella niña a la que le asustaba la vida.

Para la Alicia de 9 años.

Querida y dulce niña, comienzo esta carta como ejercicio terapéutico y con un único y simple objetivo: perdonarme a mí misma. En primer lugar, quería decirte una cosa; lo siento.
Siento haberte culpado durante toda mi vida por fallos y sucesos ajenos a nosotras. Por todo lo que tuviste que sufrir siendo aún una niña, el haber perdido aquella inocencia desde una edad tan temprana cuando aún debías estar jugando a las casitas y las muñecas.
Siento que las circunstancias no fueran las adecuadas y que hubieras tenido que madurar tan rápido. Tener que haberte topado con la crueldad del mundo cuando solamente eras una niña.
Siento culparte y odiarte por no ser una persona más fuerte cuando solo tenías que ser débil y vulnerable. Lamento no haberte escuchado antes y haber puesto solución a nuestro sufrimiento.
Siento haber creído todos los insultos sobre nuestra apariencia y haber deseado en más de una ocasión dejar de existir.
Deberíamos haber sonreído y reído más. Deberíamos haber sido una niña dulce y no rota en mil pedazos. Nos merecíamos la dulzura del mundo, unos padres atentos y cariñosos.
Nos merecíamos desear abrir los regalos de navidad bajo el árbol y suplicarles a papá y mamá por ver unas cuantas horas más la tele.
Nunca debiste ver aquellas pastillas y jeringuillas. Los constantes hombres que pasaban por casa y vendían humo a mamá.
El monstruo que siempre te aterraba que apareciera no era más que una madre enferma que debía cuidarte y no supo hacerlo. Pero eso no era tu culpa Alicia, no lo era. Tú solo querías salir a correr en el parque, llorar por haberte raspado las rodillas y cenar una pizza los viernes por la noche. Pero la vida no es siempre justa, y con nosotras fue la más hija de puta. Por eso te quiero pedir perdón. Tú nunca mereciste nada de lo que te ocurrió y sobre todo quiero que algo quede claro: no fue nuestra culpa. Ojalá poder abrazarte y decirte que todo será mejor en un futuro. Llorarás, pero también reirás, conocerás a personas maravillosas y pasarás por malas rachas a la vez que buenas, y al final terminarás comiéndote el mundo. Te lo prometo.
Siempre fuiste valiente en un mundo gris rodeado de monstruos y por eso te estaré eternamente agradecida. Fuiste la superviviente de nuestro propio infierno y jamás te rendiste. Luchaste con uñas y dientes, y por esa misma razón es que sigo luchando cada día de mi vida. Por no defraudar a mi pequeña niña.
Gracias Alicia de 9 años.
Gracias a ti aún estoy viva a los 18.

Algunas lágrimas habían caído sobre el papel emborronando la tinta, me limpié la mejilla y solté el aire que había mantenido en mis pulmones. Había sido tan jodidamente liberador que me dolía el pecho. Escribir me hizo comprender muchas cosas y perdonar muchas otras. Agradecí a Cristina haberme recomendado este ejercicio en el momento más  oportuno. Doblé el papel en cuatro trozos hasta meterlo en un sobre blanco y sellarlo. Pinté algunas flores en la solapa para hacerlo más personal y lo guardé en el cajón de la cómoda prometiéndome abrirlo si algún día tenía una recaída.

Fui con Coco hasta la cocina para coger su correa y sacarla al paseo diario. Me amarré bien la chaqueta y me puse un gorro de lana blanco. Faltaba poco para el atardecer y quería verlo desde el parque. Caminé por las calles tranquilas de mi comunidad, mientras escuchaba mi lista de Spotify disfrutando del frío y el paseo.

Llegué a un pequeño banco que había al final del parque y tomé asiento. Subí a Coco a mi regazo mientras observaba como el cielo se iba tiñendo de distintos tonos anarananjados, amarillos y rosaceos. El sol se iba escondiendo lentamente para dejar paso a la luna.

Déjame quererte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora