Un mes después...
ーYa lo sé, papá ーescuchaba a mi padre parlotear por el teléfono mientras intentaba a duras penas poner una lavadoraー. Solo llevo una semana aquí. Y tú hace dos días que te fuiste.
Mi padre había entrado en histeria desde el minuto uno en que se había tenido que montar en el avión y dejar a su única hija en una ciudad a 1.278 km de distancia. Quién iba a decir que Fernando Astorga, empresario ocupado y adicto al trabajo iba a preocuparse tanto por mi estancia en Londres.
Aún recuerdo unos meses atrás como había recibido la noticia y como ese suceso en cierta parte nos había terminado uniendo tanto hasta el día de hoy.
Corría hasta la otra punta de mi diminuto piso para quitarle a Coco unos calcetines que había cogido de encima de la cama.
ー¡Ven para acá! ーdije mientras la atrapaba y forcejeaba para quitarle la bola rosa que llevaba en la boca.
ー¿Hija? ーescuché a mi padre a través del otro lado de la líneaー. ¿Estás ahí?
ーSí, papá ーcontesté volviendo a la cocina y desenvolviendo una barrita Marx que había sobre la encimeraー. Ya te he dicho que mañana tengo cita para gestionar todo el tema del médico.
Mi padre no paraba de insistir en que necesitaba hacer los trámites médicos lo antes posible. Apenas había tenido tiempo de adaptarme a mi nueva vida y ya tenía un temblor en el ojo debido al estrés.
Había tenido una sesión telemática con Cristina justo después de que mi padre volviera de nuevo a España. Habíamos estado hablando sobre mis preocupaciones, mis miedos, mi adaptación a todo lo que estaba sucediendo y también sobre mi madre.
En realidad, la videollamada con mi psicóloga había sido necesaria para prevenir cualquier síntoma de ansiedad que me pudiera provocar volver a encontrarme con mi madre.
El día anterior había viajado hasta un pequeño pueblecito a las afueras de Londres donde mi madre se encontraba internada en una clínica de adicciones. No voy a mentir, el shock y el déjà vu fueron demasiado grandes.
Había entrado en una sala igual de blanca y luminosa que en la que me había encontrado con Alex hacía un mes atrás. Sin embargo, mi visita esta vez no fue tan fructífera.
La mujer con la que me encontré era... No sabría bien describir como era. Pero algo tenía claro. No era mi madre. Había hablado con Cristina sobre el impacto que podría causar aquella visita en mí. También sobre la posibilidad de que hubiera cambiado. Aunque creo que no había meditado suficiente aquella posibilidad y mi ansia por verla de nuevo había ganado aquella batalla. No fue malo volver a verla. Solo fue... diferente.
Estuvimos como extrañas. Ella avergonzada y yo incómoda.
Notaba la tensión por cómo me esquivaba la mirada y por los silencios en blanco que había entre nosotras. Por como me agarró de forma torpe en un abrazo y por cómo su pierna temblaba inquieta como si quisiera olvidar su pasado. Como si hubiera querido olvidarme a mí.
No lloré. Lo cual fue raro. Tampoco sentí rabia o ira. Simplemente sentí...
Decepción.
Mi imagen idealizada no tardó en desmoronarse en mi cabeza.
Hablé con ella sobre el pasado. Sobre el daño que me había causado y que explicaciones había detrás de todo aquello. Al final no obtuve más que un perdón y un arrepentimiento. «Era joven» me había dicho. A lo que yo simplemente había asentido. Era raro, no sé si estaba demasiado medicada o simplemente en estado de shock debido al reencuentro nueve años después.
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Déjame quererte.
Teen Fiction¿Y si te dijeran que el chico que vas a conocer en terapia cambiará tu vida por completo? ¿Comenzarías la primera sesión a pesar del escepticismo? Alicia Turner es una chica golpeada por la vida, una que nunca ha conocido el sentimiento del amor y l...