Capitulo 15

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Estabas sentada con tus amigos, Marcos y Ana, disfrutando de la tarde en la cafetería. Las risas llenaban el ambiente mientras se burlaban del agotador entrenamiento que finalmente había terminado.

"¡No puedo creer que ya estamos de vacaciones!", exclamó Ana, tomando un sorbo de su café helado. "No voy a extrañar nada de esas madrugadas."

Marcos, siempre el más bromista, añadió: "Yo voy a extrañar ver a los instructores gritarle a todo el mundo. Las caras de sufrimiento eran lo mejor de la mañana." Todos rieron a carcajadas.

Entre las anécdotas y las bromas, el mesero regresó con la cuenta. Al acercarse a ti, te dedicó una sonrisa un poco más cálida de lo habitual. Al entregarte el recibo, deslizó discretamente un pequeño trozo de papel.

“Por si alguna vez te interesa charlar,” dijo, dejando su número de teléfono frente a ti antes de retirarse.

Ana se quedó mirándote boquiabierta. “¡Oh, por Dios! ¿Te dio su número?”

Marcos no tardó en unirse al alboroto. “Bueno, parece que tienes admiradores hasta en tus días de descanso. ¡Nada mal!”

Te reíste, sintiendo cómo el calor subía a tus mejillas. “No es nada… solo su número.”

“¿Nada? Eso no es lo que parece,” comentó Ana, dándote un codazo con una sonrisa traviesa.

Marcos, haciendo un gesto dramático, añadió: “¿Así que lo vas a llamar o lo vas a dejar esperando en la lista de pendientes?”

Sacudiste la cabeza, sonriendo. “Solo lo guardaré. Ya veremos.”

Las risas continuaron mientras guardabas el número en tu bolsillo, disfrutando del momento con tus amigos.

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Caminabas por las calles de la ciudad junto a Marcos y Ana, disfrutando de la tarde mientras tomabas tu frappé. El sol estaba comenzando a bajar, y el calor del día empezaba a suavizarse, haciendo que la caminata fuera mucho más agradable. Tus amigos seguían charlando y bromeando sobre el entrenamiento y las vacaciones, mientras tú te dejabas llevar por el ambiente relajado, disfrutando del raro momento de tranquilidad después de semanas intensas.

Ana, siempre enérgica, hablaba sin parar sobre sus planes de descanso. "¡Lo primero que voy a hacer mañana es dormir hasta el mediodía! No me vuelvo a despertar temprano en semanas."

Marcos rió. "Yo tengo otros planes... como quedarme tirado en el sofá con la PlayStation por días." Todos rieron ante su sinceridad.

De repente, sentiste tu teléfono vibrar en el bolsillo. Interrumpiste la charla para revisarlo, pensando que podría ser algún mensaje de tus familiares. Pero cuando desbloqueaste la pantalla, viste un nombre que no esperabas: Konig. Un pequeño escalofrío recorrió tu espalda al ver su mensaje.

"¿Cómo va tu primer día de descanso? No te acostumbres, aún queda mucho por entrenar."

No era un mensaje largo ni especialmente emocional, pero viniendo de él, se sentía significativo. Sabías que Konig no solía enviar mensajes fuera de lo estrictamente necesario, y que pensara en preguntarte cómo estabas en tu día libre te sorprendió. Sonreíste involuntariamente, sintiendo cómo una leve calidez comenzaba a colorear tus mejillas.

Rápidamente, sin querer dejar mucho tiempo en el aire, le contestaste.

"Todo bien, coronel. Disfrutando del descanso, pero preparada para seguir con el entrenamiento."

Al enviar el mensaje, volviste la vista hacia tus amigos, intentando disimular la sonrisa que se asomaba en tus labios. Sin embargo, Ana, siempre observadora, te miró con una ceja levantada.

"¿Y esa cara? ¿Quién te está escribiendo?" preguntó con tono divertido.

Marcos, sin perder oportunidad, añadió: "¡No me digas que es el mesero de la cafetería! ¡Tan rápido no, eh!"

Soltaste una pequeña risa, tratando de calmar tus nervios. “No, no… nada de eso,” contestaste, agitando la mano para restarle importancia. “Es solo… Konig. Me preguntó cómo estaba.”

Ana abrió los ojos sorprendida y sonrió, mientras Marcos hacía un gesto de sorpresa exagerada. "¡Ohhh, qué formalidad! El coronel no deja descansar ni en vacaciones, ¿eh?"

“Ya, ya… no es nada importante,” dijiste, aún sonrojada, mientras volvías a tomar un sorbo de tu frappé, intentando ocultar tu nerviosismo. Pero el rubor en tus mejillas era inconfundible, y aunque intentaste volver a la conversación con tus amigos, el ligero zumbido de emoción por el mensaje seguía en tu pecho.

Ana y Marcos continuaron riendo y haciendo bromas, pero tú, aunque físicamente estabas ahí con ellos, no podías evitar pensar en el hecho de que Konig te había dedicado ese pequeño momento de atención, incluso en tus vacaciones. Fue solo un mensaje simple, pero para ti, era más que suficiente para hacerte sonrojar.

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La noche había caído sobre el colegio militar, y el ambiente tranquilo de tu habitación te envolvía en una sensación de calma. Estabas sentada en tu cama, con las piernas cruzadas, leyendo un ebook en tu tablet. El suave resplandor de la pantalla iluminaba tu rostro, mientras de vez en cuando anotabas algunos datos en un cuaderno. La suave brisa nocturna entraba por la ventana, refrescando el aire cálido del verano.

Te sumergiste en la lectura, aunque una parte de tu mente seguía vagando. Desde la tarde en la cafetería, algo dentro de ti había estado inquieto. Pensabas en el chico que te había dado su número, y aunque no habías tomado una decisión inmediata, la idea de enviarle un mensaje se había ido haciendo cada vez más presente.

Finalmente, después de releer el mismo párrafo varias veces sin realmente procesarlo, soltaste un suspiro y dejaste la tablet a un lado. Cerraste el cuaderno, sintiendo que era hora de dejar de pensar tanto y actuar. Agarraste tu teléfono, te recostaste contra las almohadas y, con un ligero toque de nerviosismo, buscaste el papelito con su número.

"¿Por qué no?", te dijiste a ti misma, casi como si necesitaras convencerte. No había nada de malo en iniciar una conversación. Quizás solo sería una charla casual, o tal vez algo más, pero no lo sabrías hasta intentarlo.

Escribiste el mensaje con cuidado, pensando en cómo sonar natural pero interesada:

"Hola, soy la chica de la cafetería de hoy, ¿cómo estás?"

Apenas pulsaste "enviar", sentiste esa pequeña descarga de adrenalina. Un millón de pensamientos cruzaron tu mente: ¿Debería haber esperado más? ¿Habría sido demasiado pronto? ¿Qué pasaría si no contestaba?

Apenas unos segundos después, el teléfono vibró en tu mano, haciéndote saltar un poco. El chico ya había respondido:

"¡Hola! Me alegra que hayas escrito. Estoy bien, ¿y tú? ¿Qué tal fue el resto de tu día?"

Te mordiste el labio, sonriendo levemente. Parecía amigable, y la rapidez con la que había contestado te hizo pensar que, después de todo, quizá había estado esperando tu mensaje también. Las luces tenues de la habitación y el suave zumbido de la noche afuera creaban un ambiente relajante mientras comenzabas a escribir una respuesta.

"Todo bien, solo descansando después de una tarde con amigos. ¿Tú? ¿Sigues trabajando o ya libre?"

Mientras esperabas su respuesta, sentiste que algo en esa noche había cambiado, un pequeño giro de emociones que no habías previsto. Quizá el verano no solo traía descanso del entrenamiento, sino también la posibilidad de nuevos encuentros. Cuando tu teléfono volvió a vibrar, te acomodaste mejor entre las almohadas, dispuesta a ver adónde llevaría esa conversación.

En el Fuego de la Batalla [König x T/N]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora