Capitulo 30

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Me desperté lentamente, la luz del sol filtrándose a través de las cortinas, y me estiré en mi cama, disfrutando del silencio de la mañana. El aire estaba tranquilo, y el sonido de la brisa afuera me hizo sentir en paz. Pero esa calma se vio interrumpida por el zumbido de mi celular. Con pereza, lo agarré y vi que tenía una notificación de Mateo.

“¿Dónde estás? Pareces desaparecida”, decía el mensaje, seguido de un emoji juguetón. Una sonrisa se dibujó en mi rostro. A pesar de la incomodidad que había sentido la otra noche, siempre me divertía hablar con él. Así que decidí responder de manera ligera, “No estoy desaparecida, solo explorando el mundo desde mi cama”.

Un momento después, el celular vibró de nuevo. “¿Quieres salir a tomar algo? Necesito un compañero de aventuras”.

Miré la pantalla, dudando. La idea de salir me atraía, pero la incomodidad de la última vez seguía en mi mente. Sin embargo, antes de que pudiera decidir, mi celular vibró de nuevo. Era un mensaje de mi madre. “¿Qué haces? Te extraño. ¿Te gustaría venir a casa este fin de semana?”.

Una oleada de alegría me invadió. No visitaba a mis padres tan seguido como me hubiera gustado, y la idea de pasar tiempo con ellos me emocionó. “¡Sí, claro! Me encantaría”, respondí rápidamente, sintiendo que esa era una mejor opción que salir con Mateo, al menos por ahora.

Le escribí a Mateo: “Me acaba de surgir una situación familiar, así que no podré salir. Pero espero que lo pases bien”. El mensaje se envió, y después de un instante de indecisión, decidí cambiarme y preparar una mochila para el fin de semana.

Después de vestirme con una camiseta cómoda y unos jeans, recogí algunas cosas y metí mi laptop, un libro y algunos snacks en la mochila. Estaba lista para salir y me sentía animada por el viaje a casa. Antes de irme, quise pasar a saludar a Marcos y Ana, así que salí de mi habitación y me dirigí hacia su parte de la residencia.

Al cruzar el pasillo, noté que me sentía un poco más ligera, como si la decisión de visitar a mi familia me hubiera liberado de las tensiones recientes. Mientras caminaba, sin embargo, noté que la oficina de König estaba a mi lado. Una idea surgió en mi mente; tal vez debería despedirme de él.

Me acerqué a la puerta y, antes de tocar, escuché risas provenientes de adentro. Me detuve, sintiendo un torrente de emociones. Parte de mí quería entrar, pero otra parte dudaba. Baje la mano y me quedé en silencio, debatiendo si debía interrumpir o no. La curiosidad me ganó, y finalmente toqué la puerta.

Las risas se detuvieron al instante, y me sentí un poco incómoda, como si hubiera irrumpido en un momento privado. Después de lo que pareció una eternidad, la puerta se abrió, y ahí estaba König, nervioso al verme. Su mirada se deslizó rápidamente hacia mi mochila y luego a mi rostro.

"¿Qué pasa?" preguntó, su tono un poco tenso, como si estuviera tratando de descifrar qué hacía yo allí.

"Hola," dije con una sonrisa nerviosa, sintiéndome un poco expuesta. "Solo venía a despedirme. Estoy yendo a casa este fin de semana".

“¿A dónde te vas?” Su expresión se tornó más relajada, pero aún noté un leve rastro de preocupación en su mirada.

"Mis padres me invitaron a pasar el fin de semana," respondí, tratando de sonar casual, aunque su reacción me intrigaba.

“¿Así que te vas?” König parecía estar evaluando la situación. Sus ojos, normalmente tan expresivos, mostraban una mezcla de emociones, pero no sabía qué pensar de ellos. “¿No quieres quedarte un poco más? Podríamos… podríamos hablar un poco.”

La invitación me hizo titubear. Recordaba el momento que compartimos en la banca, los pequeños roces de nuestras manos, pero también el momento incómodo con Anya. “No, de verdad, tengo que irme. Pero quería despedirme antes,” le dije, tratando de mantener un tono ligero.

En el Fuego de la Batalla [König x T/N]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora