La noche era interminable. Miraba el techo, tratando de encontrar respuestas que no llegaban. La frustración y la tristeza me llenaban el pecho, y el dolor de pensar en la escena en la discoteca seguía repitiéndose en mi mente. Mi celular marcaba las 5:15 de la mañana; aún no lograba cerrar los ojos. Me revolvía en la cama, cansada y al mismo tiempo demasiado despierta. Finalmente, como si mi cuerpo ya no soportara más el peso de las emociones, respiré hondo y me rompí. Solté un llanto incontrolable, tratando de liberar todo aquello que me oprimía el pecho. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero en algún momento, el cansancio fue más fuerte que las lágrimas, y me dormí.
A las 7 de la mañana, la alarma rompió el silencio. Me levanté pesadamente, la cabeza me latía y mis ojos estaban hinchados, reflejo de la noche anterior. Apenas podía pensar con claridad, pero sabía que tenía que cumplir con mis tareas de los domingos. Me puse en marcha hacia la ducha, esperando que el agua fría despertara un poco mi mente adormecida.
Al salir, me dirigí a la cafetería para desayunar, mis pasos lentos y mi cuerpo aún agotado. Me paré en la fila, mirando distraídamente mi celular, repasando notificaciones sin mucho interés. Al recoger mi bandeja, busqué una mesa alejada, queriendo estar sola con mis pensamientos mientras trataba de despejar mi mente con el desayuno.
Entonces, el sonido de una nueva notificación rompió la quietud. Miré la pantalla, y ahí estaba: un correo de KorTac, con el asunto "Felicitaciones por aceptar".
Me quedé en silencio, perpleja. ¿Aceptar? Mi corazón empezó a latir con fuerza mientras abría el mensaje. El correo era formal, felicitándome por "mi reciente aceptación en KorTac". Mi mente divagaba, preguntándose cómo había ocurrido. ¿Por qué no me había dicho Konig? ¿Por qué enterarme de esta manera, como si fuera solo un trámite más?
Las dudas y el desconcierto se acumularon en mi mente, mezclándose con la decepción y el dolor de la noche anterior.
Con la bandeja todavía frente a mí, intenté procesar la noticia. Mi mente estaba hecha un torbellino, pero la conclusión era inevitable: Konig había tomado la decisión por mí, y sin decirme nada.
Respiré hondo, buscando en mi memoria alguna señal que pudiera explicar por qué me había dejado fuera del proceso, por qué había dejado que me enterara así. Pero cada vez que pensaba en él, los recuerdos de la noche anterior aparecían nítidos: Konig, ignorándome, incluso hablando con otra mujer, como si yo no significara nada para él. La mezcla de sentimientos me hacía hervir, pero esta vez no era solo tristeza; era enojo, una sensación que me empujaba a querer respuestas.
Tomé un sorbo de café, tratando de tranquilizarme, y mientras me preguntaba qué hacer, Ana apareció, viéndome desde lejos antes de acercarse con una sonrisa que rápidamente se tornó preocupada al ver mi expresión.
"¿Estás bien?", preguntó, dejando su bandeja frente a la mía y tomando asiento.
"No sé ni por dónde empezar", admití, mi voz sonando tensa. Le mostré el correo en mi teléfono sin decir nada más.
Ana lo leyó rápidamente, alzando las cejas. "¡Wow, eso es increíble! ¿Por qué tienes esa cara? ¡Vas a entrar a KorTac!"
"Sí, pero Konig nunca me lo dijo… me enteré por este mensaje", respondí con voz apagada.
Ella frunció el ceño, comprendiendo al instante. "¿Te dejó afuera de todo esto? ¿Sin una palabra?" Asentí, sintiendo la frustración burbujear de nuevo. "¿Ya hablaste con él?"
Negué, y en ese instante, una determinación se encendió en mi interior. "Pero voy a hablar con él. Hoy mismo."
Ana asintió con seriedad, dándome una palmada de apoyo en el hombro. "Así se habla. No puedes quedarte con esta duda. Si tienes que enfrentar a Konig, hazlo. Tienes derecho a saber por qué hizo esto."
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En el Fuego de la Batalla [König x T/N]
FanfictionEn una prestigiosa academia militar, te esfuerzas por destacar a pesar del agotamiento constante. Todo cambia cuando el legendario Coronel Konig, conocido por su valentía y liderazgo en KorTac, llega para dar una conferencia y te encuentra dormida e...