Capitulo 32

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El sol comenzaba a ocultarse mientras caminábamos juntos por la estación de autobuses. Mis padres y Jeremy iban a mi lado en silencio, ayudándome con mis cosas. El fin de semana se había pasado volando, y aunque sabía que era hora de regresar, no podía evitar sentir esa mezcla de melancolía y agradecimiento por haber pasado tiempo con ellos.

Al detenernos junto al autobús que me llevaría de vuelta, mi madre me envolvió en un abrazo apretado, de esos que me hacían sentir segura sin importar qué. "Cuídate mucho, mi niña," susurró mientras me acariciaba el cabello. Sentí ese nudo familiar en la garganta, el que siempre aparecía cuando tenía que despedirme de ellos.

"Y acuérdate de avisarnos cuando llegues, ¿vale?" agregó mi padre, colocándome una mano en el hombro y mirándome con esa mezcla de orgullo y ternura que siempre lograba que me sintiera especial.

Asentí, tratando de mantener la compostura. "Lo haré, lo prometo," respondí, esforzándome por mantener una sonrisa tranquila. "Gracias por todo… Los voy a extrañar mucho."

Jeremy, quien había estado callado, me dio un abrazo rápido, aunque se quedó a mi lado después, como si no quisiera que me fuera. "Nos vemos, ¿vale? Escribe cuando llegues," dijo, tratando de sonar casual, pero en su mirada pude ver que también lo afectaba despedirse.

Asentí y, con una última mirada hacia los tres, subí al autobús. Encontré mi asiento junto a la ventana y los observé desde allí. Me saludaron con la mano y con sonrisas que intentaban ocultar la nostalgia, especialmente en el rostro de Jeremy, quien me observaba con los brazos cruzados y los ojos un poco tristes.

El autobús comenzó a moverse y, poco a poco, la imagen de ellos fue quedando atrás. Me recosté contra la ventana, observando cómo la estación se desvanecía a la distancia, con esa sensación de vacío que siempre me dejaban las despedidas.

El viaje comenzó, y mientras las luces de la ciudad se encendían al pasar, intenté recordar cada pequeño detalle de este fin de semana en casa. Aunque estaba lejos, saber que ellos siempre estarían ahí, esperándome y llenándome de amor, era una certeza que me hacía sentir menos sola.

La estación de autobuses estaba casi vacía cuando finalmente llegué, estirándome después de horas de viaje. Al bajar y buscar el camino hacia la salida, mi mirada se detuvo al verlo: König, sentado en una de las bancas, con su imponente figura destacando entre la gente que pasaba y lanzaba miradas curiosas hacia él. Su pierna se movía de arriba a abajo con evidente ansiedad, y sus ojos, enfocados en el suelo, no notaron mi presencia al principio. Alrededor, algunas personas murmuraban cosas, sus miradas fijas en su máscara y en su tamaño, claramente incómodos o confundidos.

Caminé rápidamente hacia él, ignorando las miradas, hasta detenerme frente a su banca. "¿König?", dije suavemente, para no sobresaltarlo. Sus ojos se levantaron al escuchar mi voz, y en ellos pude ver un brillo de alivio inmediato.

Se aclaró la garganta antes de hablar, como si intentara encontrar las palabras correctas. "Vine a... asegurarme de que llegaras bien," dijo en voz baja, evitando mi mirada.

"¿Me estuviste esperando todo este tiempo?", pregunté, sorprendida y sin poder evitar una sonrisa.

"Sí, bueno..." Su voz se apagó un poco, su nerviosismo evidente incluso a través de su máscara. "Quería verte," admitió al fin, mirándome un momento antes de apartar la vista.

Le dediqué una sonrisa, sintiendo una calidez inesperada en el pecho ante su sinceridad. "Gracias, de verdad," le dije, sentándome a su lado. "Pero podías haberme escrito y te habría avisado."

Se encogió de hombros. "No estaba seguro si querrías que viniera después de la última vez…" confesó, su tono un poco inseguro.

Miré al suelo, sintiendo una leve incomodidad mientras recordaba la última vez que nos habíamos visto en su oficina. Los ecos de esa conversación incómoda aún rondaban en mi mente, y notaba que él evitaba mi mirada, lo que hacía la situación aún más tensa.

En el Fuego de la Batalla [König x T/N]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora