Capitulo 10

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KONIG

Estaba sentado en su oficina, la puerta cerrada tras de él, el silencio pesado llenando el espacio. El aire estaba denso, como si el ambiente mismo se hubiera vuelto opresivo. Apenas había pasado media hora desde que dejó la cafetería, pero ya sentía un peso aplastante en su pecho, una mezcla de culpa y frustración que lo consumía.

Frente a él, en el escritorio, había una pila de informes y documentos que se suponía debía revisar. Sin embargo, su mente no estaba en eso. Se frotó las sienes, su respiración se aceleró ligeramente mientras trataba de calmar el torbellino de pensamientos que lo asaltaba. No podía evitar revivir cada detalle del incidente en la cafetería, desde el temblor en sus manos hasta la mirada preocupada que le habías dado cuando se levantó y te dejó allí sola.

Se quitó la máscara con un movimiento brusco y la dejó caer sobre la mesa con más fuerza de la que había planeado. La pieza resonó al chocar contra la superficie del escritorio, y ese sonido fue un eco de su frustración. Apoyó los codos sobre la mesa y enterró el rostro entre sus manos, cerrando los ojos con fuerza, como si pudiera borrar el recuerdo de su mente.

"¿Por qué siempre tiene que ser tan difícil?", se preguntó, apretando los dientes. Sabía la respuesta, pero eso no lo hacía más fácil. La ansiedad, esa compañera constante que se escondía bajo su fachada de frialdad y control, había vuelto a asomar la cabeza en el peor momento posible. Y, una vez más, había cedido a ella, dejando que lo dominara y lo hiciera huir.

Su respiración era irregular, el ritmo de su pecho subía y bajaba de manera errática. Sentía que no podía escapar de esa sensación de opresión, de estar atrapado en una trampa que él mismo se había tendido. Se sentía ridículo, débil, y sobre todo, enojado consigo mismo por no haber sido capaz de manejar algo tan simple como una comida compartida.

Pensó en ti, en cómo habías intentado hacerle sentir cómodo, en la suavidad de tu voz cuando le habías dicho que no tenía que hacer nada que no quisiera. Y aun así, él lo había arruinado. Te había dejado sola, sin explicación, sin siquiera una despedida adecuada. La culpa lo carcomía por dentro, pero estaba aún más enfadado por haber permitido que su ansiedad lo controlara de esa manera.

Golpeó el escritorio con la palma de la mano, dejando salir parte de su frustración. Pero ese gesto no trajo alivio, solo una punzada más de remordimiento. Se sentía atrapado en un ciclo interminable de miedo y auto-recriminación, una espiral descendente que lo arrastraba cada vez más hacia el fondo.

Se levantó de su asiento de golpe, sin saber bien qué hacer. Necesitaba moverse, hacer algo para sacarse esa sensación de encima. Pero mientras caminaba de un lado a otro de su oficina, solo consiguió alimentar su frustración. El espacio, normalmente un santuario de orden y control, ahora se sentía como una prisión, y él era su prisionero más castigado.

Finalmente, después de varios minutos de pasearse de un lado a otro, Konig se detuvo frente a la ventana, mirando hacia el exterior. El cielo estaba nublado, una extensión gris que reflejaba perfectamente su estado de ánimo. Apoyó una mano en el vidrio, su respiración dejando un tenue rastro de vaho en la superficie fría.

"Debí haberme quedado", pensó, su mente girando en círculos sobre lo mismo una y otra vez. El pensamiento de que quizás te habías sentido herida o abandonada lo atormentaba, y no podía soportar la idea de haberte causado dolor, aunque fuera involuntariamente. Apretó la mano contra el vidrio, su reflejo distorsionado mirándolo de vuelta, lleno de reproches.

Finalmente, dejó escapar un suspiro profundo, dejando caer los hombros en señal de rendición. Sabía que no podía cambiar lo que había hecho, pero el peso de sus acciones lo seguía aplastando. Se dio la vuelta y volvió a su escritorio, sus movimientos ahora más lentos, cargados de un cansancio emocional que no podía sacudirse.

En el Fuego de la Batalla [König x T/N]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora