Las semanas pasaron entre sesiones intensas de entrenamiento, y aunque ambos intentábamos mantener la relación en un plano discreto, las miradas y los pequeños roces se volvían inevitables. Cada día era una mezcla de tensión y anticipación, como un juego de señales secretas que solo nosotros entendíamos. Cuando me entrenaba con el resto del grupo, de vez en cuando lo veía observándome a la distancia, sus ojos azules siguiendo cada uno de mis movimientos. En los momentos de descanso, se acercaba para alcanzarme agua, o para comentar algún detalle sobre mis avances, y en esos instantes, nuestras miradas se encontraban con una intensidad que no necesitaba palabras.
Una tarde, después de una serie de entrenamientos duros, nos sentamos juntos en una banca algo apartada. Yo estaba descansando, aún recuperando el aliento, cuando König, en un gesto tímido, se sentó a mi lado y me alcanzó una botella de agua. Lo acepté agradecida, y bebí mientras sentía su presencia tan cerca. Mi corazón latía con fuerza, consciente de lo que significaba ese simple gesto, más allá de cualquier formalidad militar.
Apenas terminé de beber, noté que él titubeaba, mirándome de reojo mientras sus manos se movían nerviosas sobre sus rodillas. Y, en un acto que me tomó por sorpresa, entrelazó sus dedos con los míos. Su mirada se desvió de inmediato, y vi el leve rubor que subía por su cuello, asomándose por el borde de su máscara. No era común verlo hacer algo así; la rigidez militar siempre lo contenía, pero este pequeño acto de afecto rompía con todo lo que creía conocer de él.
La calidez de su mano en la mía era como una especie de confesión silenciosa, y aunque él mantenía la mirada baja, de alguna manera sentía que estaba dándome una parte de sí mismo que rara vez mostraba. Con una sonrisa suave, intenté romper la tensión, y fue entonces que finalmente me miró, sus ojos encontrándose con los míos. Nos quedamos así, en silencio, y en ese instante, nada más importaba. El mundo parecía haberse reducido a ese banco, a nuestras miradas y a la calidez que compartíamos.
De repente, un crujido de ramas nos sacó de ese momento. A lo lejos, alguien parecía moverse entre los arbustos, el ruido nítido resonando en el aire. Antes de que pudiera reaccionar, König soltó mi mano rápidamente, alarmado por la posibilidad de que alguien nos hubiera visto. Su mirada se volvió seria, y su cuerpo se tensó, adoptando de inmediato esa postura rígida y profesional que tanto lo caracterizaba. Corroboró que no hubiera nadie cerca, observando cada rincón alrededor con una precisión cuidadosa, pero para entonces el momento ya se había roto.
Sentí una oleada de decepción inundarme, como si la burbuja que habíamos creado se hubiera desvanecido sin remedio. Miré hacia el suelo, moviendo mis pies de un lado a otro con una expresión que no podía disimular. Sabía que él estaba haciendo su mejor esfuerzo para balancear sus deberes con este sentimiento que había surgido entre nosotros, pero no podía evitar sentir que, en el fondo, me dolía que todo quedara en secreto.
Finalmente, me levanté, intentando recomponerme, y le dirigí una mirada fría y profesional. "Coronel," dije, en tono formal, "voy a seguir con mis entrenamientos." Sin darle oportunidad de responder, di media vuelta y me alejé, tratando de contener el enojo que se mezclaba con la frustración. No podía negar que parte de mi reacción era exagerada; ya habíamos acordado mantener las cosas en privado. Pero, en el fondo, lo que me dolía no era la discreción, sino la sensación de que esta relación estaba siempre bajo una sombra.
Mientras me alejaba, trataba de controlar mi respiración, intentando racionalizar lo que sentía. Sabía que König estaba atrapado entre sus propios miedos y su sentido del deber, y también sabía que yo había aceptado esas reglas. Pero, en ese momento, todo parecía difuso, y una voz interna me decía que tal vez era yo misma quien no estaba preparada para aceptar completamente las limitaciones que esto implicaba.
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En el Fuego de la Batalla [König x T/N]
FanficEn una prestigiosa academia militar, te esfuerzas por destacar a pesar del agotamiento constante. Todo cambia cuando el legendario Coronel Konig, conocido por su valentía y liderazgo en KorTac, llega para dar una conferencia y te encuentra dormida e...