Bucky caminó junto a Rachel por los pasillos silenciosos de la Nueva Torre de los Vengadores. Su postura era firme, pero sus ojos revelaban una preocupación palpable. Sabía que Rachel estaba agotada física y emocionalmente, y aunque ella intentaba aparentar fortaleza, él podía ver el peso que llevaba consigo.
—Ven conmigo, —dijo Bucky en voz baja mientras se detenía frente a una puerta. Rachel lo miró, confundida, pero no dijo nada. Él abrió la puerta y reveló una habitación sencilla pero acogedora: una cama bien hecha, una pequeña mesa, y una puerta que conducía a un baño privado.
—Quiero que descanses un poco, —continuó—. Tómate una ducha, come algo si puedes... Solo por un momento, deja que todo esto se asiente. Luego podrás despedirte de Eli, cuando estés lista.
Rachel negó con la cabeza y dio un paso atrás, cruzando los brazos como si necesitara protegerse.
—No necesito descansar, Bucky. Tengo cosas que hacer, personas que...
—Rachel, —la interrumpió, su voz firme pero cargada de empatía—, lo que necesitas ahora es tiempo para ti. No para pelear, no para planear, solo para sentir. Has estado reprimiendo todo desde que salimos de esa cabaña, pero eso no va a ayudarte. Tómate este momento, aunque sea pequeño.
Ella apretó los labios, sus ojos llenos de emociones contradictorias. Quería seguir adelante, quería mantener el ritmo frenético para no pensar en el vacío que ahora sentía. Pero algo en la mirada de Bucky la hizo detenerse. No estaba juzgándola, solo ofreciéndole un espacio seguro para respirar.
—Está bien, —murmuró finalmente, su voz apenas un susurro. Dio un paso dentro de la habitación y miró alrededor, sintiéndose extrañamente vulnerable. Antes de cerrar la puerta, se giró hacia él—. Gracias, Bucky.
Él asintió, sin decir nada más, y se retiró en silencio.
Rachel se quedó allí, inmóvil por un momento. Luego, se dirigió al baño, cerrando la puerta tras de sí. El sonido del agua al abrir la ducha llenó el silencio, y cuando finalmente dejó que las gotas calientes cayeran sobre su piel, las lágrimas comenzaron a fluir sin control.
Era la primera vez que se permitía sentir el dolor, la culpa y la rabia que había estado guardando. Eli había sido una conexión con su pasado, con una parte de sí misma que pensó perdida para siempre. Ahora, esa conexión se había ido, y Rachel se sentía más sola que nunca.
Pero, en medio de su tristeza, una promesa seguía brillando en su mente: haría que todo esto contara. Haría que la muerte de Eli tuviera un propósito. No importaba cuánto le costara, iba a terminar lo que había empezado.
Cuando finalmente salió de la ducha, su rostro reflejaba algo diferente. Todavía había tristeza en sus ojos, pero también una determinación inquebrantable. Se puso ropa limpia que había encontrado en la habitación y se dejó caer sobre la cama. Aunque su cuerpo estaba agotado, su mente trabajaba en silencio, planeando el siguiente paso.
Antes de cerrar los ojos, susurró para sí misma:
—No voy a fallar otra vez.
Y, por primera vez en mucho tiempo, se permitió descansar.
Rachel despertó horas después, sus sentidos todavía pesados por la intensidad del día anterior. La luz tenue de la lámpara en la esquina de la habitación le permitió orientarse, pero su mente estaba lejos, atrapada en un ciclo interminable de recuerdos: la risa de Eli, sus bromas, sus ojos llenos de vida, y el vacío desgarrador cuando la sostuvo por última vez.
Se levantó lentamente, pasando una mano por su rostro. Sabía que quedaba poco tiempo antes de enfrentarse al momento más doloroso de todos: despedirse de su hermana para siempre.
Al abrir la puerta, encontró a Bucky esperándola en el pasillo. Estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados y una expresión de calma contenida, como si supiera que ella necesitaba espacio pero no estaba dispuesto a dejarla sola del todo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó con suavidad.
Rachel se encogió de hombros, evitando su mirada.
—Lista, supongo. —Su voz era baja, apenas un susurro.
Bucky asintió, sin presionarla. Extendió una mano hacia ella, una invitación silenciosa que Rachel aceptó después de un breve momento de duda. Caminó junto a él por los pasillos, sintiendo una mezcla de consuelo y tensión por su presencia. La Torre estaba tranquila, el ambiente respetuoso y solemne, como si todos supieran que algo importante estaba a punto de ocurrir.
Finalmente llegaron a una sala iluminada suavemente, donde el cuerpo de Eli descansaba en una camilla. Nat estaba allí, esperándolos, su rostro serio pero con un destello de empatía en sus ojos. Se apartó para darle espacio a Rachel, aunque se quedó cerca, ofreciendo su apoyo en silencio.
Rachel dio unos pasos hacia adelante, cada uno más pesado que el anterior, hasta que estuvo junto a Eli. Miró el rostro tranquilo de su hermana, como si estuviera dormida, y una oleada de emociones la golpeó con fuerza. Lágrimas silenciosas comenzaron a caer, pero Rachel no apartó la mirada.
—Eli... —susurró, su voz quebrándose. Se inclinó sobre la camilla, acariciando con delicadeza la frente de su hermana—. Te prometo que no voy a detenerme. Haré lo que sea necesario para que todo esto tenga sentido... para que tu sacrificio no sea en vano.
Nat y Bucky observaron desde la distancia, dejando que Rachel tuviera su momento. Sin embargo, ambos sintieron el peso de sus palabras, la determinación feroz que emanaba de ella incluso en medio de su dolor.
Rachel permaneció allí un rato más, murmurando cosas que solo Eli podía escuchar. Cuando finalmente se enderezó, sus ojos estaban rojos pero llenos de una fuerza renovada.
—Es hora de terminar con esto, —dijo, volviéndose hacia Bucky y Nat—. No voy a perder a nadie más.
Nat asintió, reconociendo el cambio en Rachel. Bucky, por su parte, dio un paso hacia ella, poniendo una mano firme en su hombro. Después de la pequeña ceremonia para despedir a Eli, Rachel permaneció en silencio, con la mirada perdida, y apenas respondió a las palabras de apoyo de quienes asistieron. Una vez terminó todo, se retiró a su habitación sin decir nada. Allí, el peso de su pérdida cayó sobre ella con toda su fuerza. Pasaron las horas, pero Rachel no salió. No comió, no habló con nadie. La habitación permaneció en penumbra, como un reflejo de su estado emocional.
Tony se enteró de que estaba en la Torre a través de Nat, quien había mostrado preocupación por el estado de Rachel. Aunque Tony solía mantener una actitud despreocupada, algo en esa joven lo había tocado. Había visto en Rachel una fuerza inquebrantable, pero también las cicatrices de alguien que había cargado con demasiado en su vida. Decidido a ayudar, fue a buscarla.
Cuando llegó a la habitación de Rachel, tocó la puerta suavemente. No hubo respuesta. Intentó de nuevo, esta vez con más insistencia.
—Vamos, Rachel. Soy yo, Tony. No soy muy bueno en esto, pero... aquí estoy. Déjame entrar.
Silencio.
Preocupado, abrió la puerta con su tarjeta de acceso y se encontró con una habitación vacía. La cama estaba deshecha, y había señales de que Rachel había estado allí: una manta caída al suelo, su chaqueta sobre una silla. Pero no estaba.
—Genial, ¿dónde te metiste ahora? —murmuró Tony, mientras se giraba hacia el pasillo.
Activando su comunicador, se puso en contacto con Jarvis
—Jarvis, rastrea la ubicación de Rachel. ¿Está todavía en la Torre?
La inteligencia artificial respondió después de unos segundos.
—La señorita Rachel abandonó la Torre hace aproximadamente una hora. Salió por la entrada principal, sin anunciarlo.
Tony apretó los labios, preocupado. Aunque sabía que Rachel era perfectamente capaz de cuidar de sí misma, también era consciente de que estaba emocionalmente vulnerable. No podía permitir que se enfrentara sola al dolor que la consumía. Suspiró y marcó el número de Nat.
—Nat, tenemos un problema. Rachel se fue de la Torre. No dejó rastro.
Nat respondió al instante, su tono serio.
—¿Qué quieres que haga?
Tony reflexionó por un momento.
—Voy a intentar localizarla. Puede que haya ido a algún lugar cercano. Pero si tienes alguna idea de a dónde podría haber ido, avísame. No la dejemos sola por mucho tiempo.
Al colgar, Tony se quedó mirando por la ventana inquieto. Aunque no estaba seguro de poder ayudarla, estaba decidido a intentarlo. Rachel no podía seguir huyendo de su dolor, y si había algo que él sabía por experiencia, era que enfrentarlo con apoyo hacía toda la diferencia.
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Entré el amor y el odio
SonstigesEn un mundo de sombras y secretos, Rachel, una joven agente de Hydra, se encuentra con Bucky Barnes, el Soldado del Invierno. Criada para ser una arma letal, Rachel busca escapar de su pasado y encontrar la verdad sobre sí misma. A medida que se enf...