capitulo 29

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Rachel habia estado siguiendo pistas durante semanas, cada una llevándola más cerca del núcleo de Hydra. Finalmente, llegó a una base subterránea ubicada en un lugar remoto. Con cuidado, se infiltró en la instalación, su cuerpo tenso con cada paso mientras evitaba las patrullas y cámaras. Había entrenado para esto, y aunque estaba sola, su determinación era más fuerte que nunca. Al llegar al segundo piso, avanzó por un pasillo estrecho, sus botas amortiguadas apenas haciendo ruido. Entonces, se detuvo en seco, congelándose al mirar a través de una pequeña ventana en una puerta. Dentro, atado a una máquina, estaba Bucky. Su rostro estaba marcado por el sufrimiento, y aunque su postura era firme, sus ojos... esos ojos gritaban desesperación.
Rachel sintió un nudo en el pecho, una batalla interna que comenzó a librarse en silencio. Recordaba todo lo que Bucky habia hecho, cómo había arrebatado a sus padres de su vida. Pero al mismo tiempo, lo recordaba a él, la conexión que alguna vez habían compartido, los momentos en que había sido más humano que soldado. Sin dudar más, comenzó a buscar cómo entrar. Encontró la puerta y, con cuidado, deslizó el pestillo. Entró rápidamente, cerrando la puerta tras de sí.
—Bucky... —susurró, pero antes de poder decir algo más, la puerta volvió a abrirse abruptamente.
Rachel giró, encontrándose cara a cara con Helmut Zemo, quien la miró con suspicacia.
—¿Quién eres tú? —preguntó él, su tono frío y calculador.
Rachel mantuvo la calma, recurriendo a su entrenamiento. —Me enviaron para supervisar el proceso. No sabías que ibas a tener compañía, pero aqui estoy.
Zemo entrecerró los ojos, pero finalmente asintió, aunque sin bajar la guardia.
—Muy bien, entonces. Estamos a punto de proceder con la reprogramación. El Soldado del Invierno volverá a ser nuestro, y nada podrá detenernos.
Rachel sintió una oleada de rabia al escucharlo. Miró a Bucky, quien había levantado la cabeza. Sus ojos se encontraron, y aunque no dijo una palabra, Rachel entendió el mensaje. Estaba pidiendo ayuda, rogándole que no lo dejara en ese lugar. Pero luego, la imagen de sus padres cruzó su mente, y la duda regresó.
—Haz lo que tengas que hacer dijo finalmente, su voz firme, mientras se daba la vuelta para salir.
Mientras su mano tocaba el picaporte, escuchó algo que la detuvo en seco. Las palabras en ruso comenzaron a resonar en la sala, pronunciadas por Zemo. Era el código, las palabras que transformarían a Bucky nuevamente en el Soldado del Invierno.
—No... —murmuró Bucky, su voz rota, casi un ruego.
Rachel cerró los ojos, tratando de ignorar lo que sentía, pero algo en su interior se quebró. No podía hacerlo. No podía dejarlo allí, condenado a ser un arma otra vez. Respiró hondo, se giró y, sin previo aviso, lanzó un golpe directo al rostro de Zemo. El impacto fue rápido y certero, dejándolo inconsciente en el suelo.
Bucky la miró sorprendido mientras Rachel se apresuraba hacia la máquina. —Esto no significa que te haya perdonado —le dijo mientras comenzaba a liberarlo, pero no puedo dejar que te conviertan en lo que odias.
Bucky asintió débilmente, agradecido pero sin palabras. Mientras Rachel desactivaba la máquina, sabía que lo que acababa de hacer la pondría en la mira de Hydra. Pero no le importaba. Había tomado una decisión, y ahora no había marcha atrás.
Con Zemo inconsciente en el suelo y las alarmas aún apagadas, Rachel trabajó rápidamente para desactivar los últimos sistemas que mantenían a Bucky atrapado. Mientras liberaba las correas metálicas de sus muñecas, sintió la intensidad de su mirada. Él no decía nada, pero su respiración pesada y sus ojos hablaban de alivio mezclado con confusión.
—¿Puedes levantarte? —preguntó Rachel en un tono más brusco de lo que pretendía.
—Lo intentaré —respondió Bucky, su voz rasposa.
Rachel lo ayudó a incorporarse, pasando un brazo de él sobre sus hombros para estabilizarlo. Apenas podía sostenerse; claramente, Hydra lo había debilitado intencionadamente.
—Tenemos que movernos. Cuando encuentren a Zemo, vendrán con todo lo que tengan —dijo Rachel, su tono calculador.
—No debiste quedarte... — murmuró Bucky.
—Cállate. No vine a discutir.
Mientras se dirigían hacia la salida, Rachel no pudo evitar preguntarse por qué había decidido salvarlo. No tenía sentido, no después de todo lo que había pasado entre ellos. Pero al mismo tiempo, no podía ignorar la conexión que una vez tuvieron, ni la verdad que veía en sus ojos: él no quería ser un peón más en el juego de Hydra.
De repente, las alarmas comenzaron a sonar. Rachel maldijo por lo bajo. —Genial. ¿Puedes pelear o voy a tener que hacer todo el trabajo?— preguntó mientras sacaba su pistola y le entregaba un cuchillo a Bucky.
—Creo que puedo manejar esto respondió él, intentando recuperar el equilibrio.
Un grupo de agentes de Hydra apareció en el pasillo, armados y listos para atacar. Rachel no perdió el tiempo; abrió fuego mientras se cubría detrás de una pared, usando su precisión entrenada para derribar a dos enemigos. Bucky, a pesar de estar débil, demostró que aún tenía instintos. Con el cuchillo en mano, se movió con eficiencia, eliminando a un guardia que se acercaba demasiado.
—¿Estás seguro de que no estás fingiendo estar débil? —dijo Rachel, disparando a otro enemigo.
—No querría impresionarte demasiado —respondió Bucky con un atisbo de sarcasmo.
Aunque estaban superados en número, ambos trabajaron en sincronia, como si el tiempo y las circunstancias no hubieran pasado factura a su conexión en el campo de batalla. Sin embargo, sabían que no podrían mantenerse así por mucho tiempo.
—Por aquí—dijo Rachel, guiándolo hacia una escalera de emergencia.
Llegaron al nivel inferior, pero la salida estaba bloqueada por más agentes. Rachel miró a Bucky. -Voy a necesitar que te esfuerces un poco más.
—No te preocupes por mi respondió él, —apretando los dientes.
La batalla fue intensa. Rachel utilizó su agilidad para desarmar a los enemigos mientras Bucky, aunque con menos fuerza que de costumbre, usó su brazo metálico para desviar golpes y lanzar ataques precisos. Juntos lograron abrirse camino, dejando un rastro de agentes inconscientes o incapacitados.
Finalmente, alcanzaron la salida y se sumergieron en el frío de la noche. Rachel ayudó a Bucky a mantenerse en pie mientras corrían hacia un vehículo que ella había escondido previamente en un bosque cercano.
—Súbete —ordenó mientras encendía el motor.
Bucky se desplomó en el asiento del copiloto, su respiración irregular. —¿Tienes un plan o solo estás improvisando? —preguntó, cerrando los ojos por un momento.
—Tengo un plan, pero no te va a gustar.
—Nunca lo hacen.
Rachel condujo a toda velocidad, alejándose de la base. Su mente estaba en una encrucijada. Había salvado a Bucky, pero ¿qué significaba eso ahora? ¿Podría confiar en él? ¿Podría confiar en sí misma después de todo lo que había pasado?
Mientras el silencio llenaba el auto, Rachel echó un vistazo a Bucky. Estaba herido, agotado, pero había algo en su expresión que la hizo detenerse por un momento. Tal vez, solo tal vez, aún había algo en él que valía la pena salvar. Pero eso no significaba que lo hubiera perdonado. Ni a él ni a nadie.

Entré el amor y el odio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora