Un convento

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Anthony

El comentario de Lady Bennet me molestó más de lo que quise admitir. Había algo en la forma en que sugería con tanta naturalidad que el centro de atención debía ser Ophelia, como si Seraphina fuera una opción descartada de antemano. Como si la velada elección entre las hermanas ya estuviera hecha antes de que yo pudiera siquiera considerarla. Apreté la mandíbula, pero me contuve. Sabía que no sería apropiado decir algo en ese momento. No frente a todos.

Nos sentamos en la sala para tomar el té, la conversación fluyendo con ese aire calculado de la alta sociedad. Violet y Lady Bennet, por supuesto, dominaban la charla, centradas en Ophelia. Se notaba cómo cada palabra que mencionaban sobre ella era una especie de oferta implícita. Ophelia, la joya de la familia Bennet. Ophelia, siempre tan perfecta y adecuada para una unión ventajosa.

Yo, en cambio, no podía apartar mi atención de Seraphina. Aunque siempre lleva el velo en sociedad, había algo en la forma en que lo hacía que me intrigaba más de lo que quería admitir. Apenas podía ver parte de su mentón, un destello de piel que escapaba del encaje cuando inclinaba la cabeza para llevar la taza de té a sus labios. Y esos labios... aunque solo los vislumbraba brevemente, había algo hipnótico en cómo se movían al acercarse a la porcelana.

¿Qué oculta tras el velo?

La pregunta resonaba en mi mente, más persistente con cada segundo que pasaba. No se trataba solo de la cicatriz, de la que tanto se hablaba en los rumores. Había algo más en ella, algo que nadie parecía ver, o quizá que nadie se molestaba en intentar descubrir. Me fascinaba esa quietud, esa fortaleza velada que ella exhibía, a pesar de la forma en que la trataban.

—Ophelia está siendo cortejada por varios caballeros esta temporada —comentaba Lady Bennet, su tono claramente satisfecho—. Es una joven muy solicitada, como no podría ser de otra manera. Y, bueno, con su belleza y disposición, es difícil imaginar que no logre una unión provechosa pronto.

Mi madre asintió, encantada con la conversación, y yo me quedé en silencio un momento. Las dos mujeres estaban claramente poniéndome a Ophelia en bandeja, como si fuera la opción obvia y deseable. Como si no hubiera espacio para considerar otra posibilidad.

Sin embargo, algo dentro de mí se revolvía al escuchar la obvia omisión. Seraphina estaba sentada justo ahí, y aun así hablaban como si no estuviera en la sala. Como si el hecho de que llevara un velo la hiciera invisible, irrelevante. No pude evitar sentir una punzada de molestia.

—Ophelia ciertamente parece estar disfrutando de la temporada —respondí, manteniendo la cortesía en mi voz—. Sin embargo, Lady Seraphina también tiene un porte admirable. Anoche, todo el salón quedó cautivado por su entrada. Fue... inesperada. En el mejor de los sentidos.

Violet me miró de reojo, un tanto sorprendida por mis palabras, y Lady Bennet pareció titubear un instante, como si no esperara que yo mencionara a su otra hija. Ophelia, por su parte, esbozó una sonrisa perfectamente calculada, pero vi el destello de incomodidad en sus ojos. No estaba acostumbrada a que la conversación no girara exclusivamente en torno a ella.

Seraphina, en cambio, permanecía en silencio, pero mis palabras parecieron alcanzar un pequeño rincón dentro de ella. Pude notar cómo tensaba un poco las manos sobre su regazo, sus dedos entrelazados en un gesto nervioso, pero no alzó la vista. Solo tomó otro sorbo de té, con esa misma cautela que me intrigaba. Cada movimiento de sus labios parecía un misterio, una promesa de lo que aún no conocía de ella.

¿Por qué me siento tan intrigado? No sabía si era simple curiosidad, o si había algo más. No podía decir si Seraphina me atraía en el sentido tradicional, pero había algo innegable en ella. Algo que exigía ser visto, aunque todos parecieran ignorarlo deliberadamente.

Lady Bennet se apresuró a retomar el control de la conversación.

—Oh, Seraphina, sí, claro. Ella siempre ha sido más reservada, prefiere la tranquilidad. Pero estoy segura de que es solo cuestión de tiempo hasta que... bueno, ella encuentre su camino —dijo con una sonrisa que pretendía ser amable, pero que apenas disfrazaba lo que realmente pensaba.

Mi madre asintió, pero había una leve tensión en su gesto. Sabía que Violet también veía a Ophelia como la candidata más lógica, pero no podía ignorar el hecho de que yo había invitado a Seraphina, no a su hermana. Se esforzaba por ser imparcial, aunque no le resultaba fácil.

Sentí el impulso de decir algo más, de volver a hablar en favor de Seraphina, pero me contuve. No quería causar un conflicto innecesario. Sin embargo, no pude evitar preguntarme por qué la defensa de Seraphina parecía una tarea tan solitaria.

La conversación seguía su curso, pero había un cierto aire de incomodidad flotando en la sala. Ophelia se mantenía en el centro de la atención, con Lady Bennet asegurándose de que no se desviara demasiado. Seraphina, sin embargo, se sentía como una figura al margen, algo que me molestaba más de lo que esperaba.

Y entonces, Lady Bennet soltó un comentario que me hizo tensar los hombros de inmediato.

—Bueno, John y yo hemos estado considerando opciones para Seraphina —dijo su madre con un tono liviano, pero lo suficientemente claro para que se entendiera la seriedad del asunto—. Tal vez la vida en la iglesia sería lo más apropiado para ella. Ser monja podría ofrecerle la paz y el propósito que necesita. ¿No crees, Seraphina?

La sonrisa que le dirigió a su hija era casi cruel en su dulzura, como si le estuviera ofreciendo el único destino que veía adecuado para ella. El rostro de Seraphina, aunque cubierto por el velo, mostró una ligera sacudida, como si sus ojos hubieran pestañeado con incredulidad, pero antes de que pudiera responder, Ophelia se rió entre dientes.

—Oh, madre, por favor —dijo con una risilla delicada y melodiosa, tapándose la boca con una mano—. ¿Seraphina en un convento? No creo que eso sea lo suyo. Seguro que haría algo más... apropiado, eventualmente.

El comentario llevaba ese toque venenoso escondido bajo una sonrisa inocente, como si quisiera clavar una estaca en el poco orgullo que Seraphina podría estar intentando sostener. Vi cómo Seraphina abría la boca, probablemente dispuesta a defenderse o decir algo mordaz. Lo podía sentir en la rigidez de sus manos, en la forma en que se enderezaba un poco en la silla.

Pero no le di la oportunidad.

—Eso no será necesario —interrumpí, mi tono más firme de lo que había sido durante toda la conversación. Me aseguré de mirar directamente a Lady Bennet antes de continuar—. Seraphina tiene muchas cualidades que no creo que se deban desperdiciar tras los muros de un convento.

El silencio que siguió fue palpable. Lady Bennet parpadeó, claramente sorprendida por mi interrupción, mientras Violet me miraba con cierta precaución, como si no supiera exactamente cómo seguir. El padre de Seraphina, John Bennet, esbozó una sonrisa agradecida, aunque se veía que estaba acostumbrado a no tener mucha voz en estas discusiones. Intentó intervenir antes, pero no tuvo oportunidad. Ahora me miraba como si le hubiera quitado un peso de encima.

Ophelia, por su parte, me observaba con una mezcla de confusión y molestia, como si no pudiera entender por qué había intervenido en defensa de su hermana.

Seraphina no dijo nada, pero la tensión en sus hombros pareció relajarse un poco. El silencio que seguía a mis palabras era revelador, como si todos en la sala intentaran procesar lo que acababa de decir. Tomé un sorbo de té para romper la incomodidad y luego añadí, con un tono más calmado:

—Estoy seguro de que Seraphina tiene un futuro brillante, Lady Bennet. Uno que no requiere un convento para realizarse.

Ophelia dejó escapar un suspiro casi imperceptible, pero su sonrisa seguía intacta, perfectamente calculada. Mi madre, sin embargo, parecía entender que mi comentario no era casualidad. Había algo en mi tono que insinuaba que esta conversación no era de su agrado, y Violet, aunque sorprendida, sabía leer las señales.

Lady Bennet, aún un poco aturdida, no supo qué más decir. Finalmente, se limitó a asentir, aunque se podía notar que no estaba del todo de acuerdo.

—Bueno, claro, Anthony —dijo, forzando una sonrisa—. Quizá tengas razón. Estoy segura de que Seraphina encontrará su propio camino, como lo has dicho.

El ambiente seguía tenso, pero sabía que había dejado claro mi punto. No iba a permitir que trataran a Seraphina como una opción descartada o como un problema que había que resolver. No mientras yo estuviera presente.

PAUSADA: La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora