Anthony
Cuando llegué a la casa de los Bennet, sentí una mezcla de nervios y anticipación. Llevaba días pensando en este momento, dándole vueltas a lo que debía decir, cómo actuar, cómo reconectar con Seraphina. Sabía que la había lastimado, y que lo que habíamos compartido aquella noche estaba lejos de ser una simple atracción pasajera. Tenía que arreglarlo, de alguna manera.
Robert Bennet me abrió la puerta con una sonrisa cálida, pero había algo en sus ojos que delataba su preocupación. Aun así, me recibió con la misma cordialidad de siempre.
—Anthony, qué sorpresa. ¿Cómo estás, muchacho? —me preguntó, estrechando mi mano con firmeza.
—Estoy bien, gracias —le respondí, aunque no era del todo cierto. Tenía un nudo en el estómago que no me dejaba en paz—. He venido a ver a Seraphina. Le traje flores. —Le mostré el ramo que llevaba en las manos, intentando que no se notara mi inquietud—. Pensé que quizá querría... dar una vuelta con un viejo amigo.
Robert asintió lentamente, evaluándome por un segundo antes de sonreír con aprobación.
—Voy a llamarla. Espera aquí.
Lo vi desaparecer por las escaleras y el silencio que quedó en la entrada me pareció insoportable. Me quedé allí, con las flores entre las manos, dándole vueltas a lo que le iba a decir cuando la viera. En mi cabeza, las palabras parecían adecuadas, pero sabía que nada iba a ser tan sencillo.
Unos minutos después, escuché los pasos suaves de Seraphina descendiendo las escaleras. Me giré hacia ella, y cuando la vi, el aire pareció detenerse por un momento. Llevaba un vestido sencillo, y aunque su rostro seguía oculto detrás del velo, algo en su expresión parecía haber cambiado. No estaba enfadada, pero tampoco era la Seraphina de antes. Había algo más, una distancia.
—Anthony... —su voz era suave, casi sorprendida.
—Hola, Seraphina —dije, sintiendo mi pecho tensarse al pronunciar su nombre—. Pensé que... podríamos salir a caminar. Si tienes tiempo.
Ella dudó por un segundo, como si estuviera sopesando qué hacer. Podía ver en sus ojos la confusión, tal vez incluso una pizca de desconfianza, pero finalmente asintió.
—Está bien. Vamos.
Salimos de la casa en silencio, caminando uno junto al otro, pero con una distancia que no había existido antes. Al principio, ninguno de los dos decía nada. Caminábamos por el sendero que bordea los jardines de su casa, y el sonido de nuestras pisadas en la gravilla era lo único que rompía el silencio.
Finalmente, decidí romper el hielo.
—Traje flores. No estoy seguro de si te gustan las lilas, pero me parecieron bonitas —comenté, intentando parecer casual mientras le entregaba el ramo.
Ella lo tomó con una pequeña sonrisa, aunque no pude ver del todo la expresión de su rostro a través del velo.
—Gracias, son bonitas —respondió, aunque su tono seguía siendo cauteloso.
Hubo otro momento de silencio, pero poco a poco, las tensiones parecieron disminuir. Empezamos a hablar de cosas triviales, del clima, de libros que habíamos leído, hasta que, casi sin darnos cuenta, ambos estábamos riendo de nuevo, como solíamos hacer antes. Fue extraño, pero también reconfortante. En esos breves momentos, sentí que todo volvía a su cauce, que la vieja conexión seguía ahí, enterrada bajo las capas de resentimiento y confusión.
—¿Recuerdas el picnic? —le pregunté, sonriendo al recordar—. Cuando insististe en que tenías que enseñar a las ardillas a comer de tu mano.
Ella rió, esa risa ligera y auténtica que tanto me gustaba.
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PAUSADA: La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)
FanfictionSeraphina Bennet, oculta tras un velo y marcada por su pasado, despierta el interés del vizconde Anthony Bridgerton, el único hombre que se atreve a sostener su mirada. A medida que su conexión se profundiza, ambos desafían las normas sociales y des...