Reuniones sociales diferentes

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Seraphina

La luz del día entraba por las ventanas del salón, iluminando los retratos de la familia en la pared. Había algo diferente en el aire, algo nuevo dentro de mí desde la noche anterior. Me sentía más ligera, más resuelta, como si hubiera dejado atrás una versión de mí misma que había estado atrapada bajo el peso de las expectativas de otros durante demasiado tiempo. Mi madre, con sus palabras venenosas, ya no me controlaba. No del todo.

Había pasado la noche en vela, pensando en todo lo que había ocurrido. Anthony, mi madre, el peso de mi propia inseguridad... Había llorado, pero no con desesperación, sino como si algo dentro de mí se estuviera soltando, dándome espacio para respirar de nuevo.

Al mediodía, decidí hablar con mi padre. Siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero sus acciones habían hablado por él a lo largo de los años. En su forma silenciosa y limitada, siempre me había defendido lo mejor que podía, aunque estuviera atado por la manipulación y las exigencias de mi madre. Había momentos en los que deseaba poder liberarse de ella, al igual que yo.

Entré en su despacho y él levantó la vista de sus papeles, sonriendo cuando me vio. Me saludó con su típica calidez, algo que siempre había sido un refugio en medio de las tormentas familiares.

—Mi pequeña Seraphina —dijo, con una ternura que hacía tiempo no escuchaba—. Me alegra verte más tranquila esta mañana. Ayer fue... complicado, ¿verdad?

Asentí, tomando asiento frente a él. Sentía un nudo en la garganta, pero no era por miedo ni tristeza. Era una mezcla de emociones, de algo nuevo y desconocido que estaba empezando a florecer en mí.

—Papá —empecé, y él dejó a un lado sus papeles, dándome toda su atención—, he estado pensando mucho. Y creo... que ha llegado mi momento. Quiero casarme.

Sus ojos se iluminaron de inmediato, y una sonrisa genuina se dibujó en su rostro. No recuerdo la última vez que lo vi tan emocionado por algo que dijera. El amor de un padre, puro y sin reservas.

—Seraphina... eso es maravilloso. Me alegra oírte decir eso. —Se inclinó hacia adelante, con una energía que pocas veces le veía—. ¿Es por... Lord Bridgerton, quizás? —preguntó con cierta cautela, pero la esperanza en su voz era innegable.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar el nombre de Anthony, pero mantuve la compostura. Quería ser honesta con él, aunque la respuesta fuera más complicada de lo que mi corazón podía procesar.

—No, papá —dije, forzando una sonrisa tranquila, aunque sabía que el brillo en mis ojos podría delatarme si él miraba con demasiada atención—. Anthony es solo un amigo. Un amigo muy querido, pero... no es él. He decidido que en el próximo baile, tomaré mi tarjeta de bailes y... estaré abierta a más. Creo que es hora de mirar hacia adelante.

Sentí su mirada, cálida y analítica, como si intentara descifrar lo que en realidad estaba pasando por mi mente. Sabía que mi padre podía leer entre líneas, siempre lo había hecho, aunque rara vez interviniera de manera directa. Sin embargo, esta vez me sonrió con un orgullo que parecía sincero.

—Mi Seraphina... —dijo en voz baja, pero cargada de emoción—. Si las cosas fueran diferentes... si la vida fuera más simple, te juro que me iría contigo a cualquier rincón del mundo. Solo nosotros dos. Mi Seraphina y yo, lejos de todo esto.

Sonreí, con una mezcla de tristeza y gratitud. Sabía que esas palabras venían de lo más profundo de su corazón, de un lugar donde él también estaba atrapado, limitado por su propio matrimonio y las dinámicas de nuestra familia. No podía culparle. Había hecho lo mejor que podía con las cartas que le tocaron, y siempre había estado ahí para mí, aunque su apoyo fuera a veces más silencioso de lo que yo hubiera necesitado.

PAUSADA: La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora