Anthony
Me ofrecí a llevarla a casa. No podía dejarla regresar sola después de la cena, no cuando la noche ya caía y su reputación —y la mía, si alguien llegaba a vernos— podría estar en juego. Le hice una señal al cochero y el carruaje se detuvo justo frente a nosotros.
—Permíteme acompañarte hasta tu puerta —dije, sonriendo con suavidad mientras le ofrecía la mano para ayudarla a subir al carruaje. Seraphina dudó por un segundo, pero luego aceptó mi mano con un leve asentimiento.
El camino hacia su casa fue tranquilo al principio. La suave sacudida del carruaje y el murmullo de las ruedas en el empedrado nos envolvía en una especie de burbuja privada, pero había una ligera tensión en el aire, algo no resuelto que ambos parecíamos percibir, pero ninguno mencionaba. Me quedé observando sus manos, cómo se aferraban al borde de su velo, nerviosas. Era raro verla así, inquieta, después de lo natural que había sido la cena.
Cuando estábamos a punto de llegar, sucedió algo inesperado. Mientras el carruaje se detenía frente a la casa de los Bennet, su velo quedó atrapado en la puerta. De inmediato, vi cómo su cuerpo se tensaba, y un pánico silencioso cruzó por su rostro.
—Espera... no te muevas —dije, tratando de mantener mi tono calmado mientras me inclinaba para ayudarla.
Tiré suavemente del velo, intentando liberarlo, pero estaba enredado en la cerradura de la puerta. Sentí cómo Seraphina comenzaba a ponerse más nerviosa, su respiración acelerándose.
Finalmente, con un tirón delicado, el velo se soltó, pero lo que pasó a continuación fue inesperado. En el movimiento, el velo se deslizó ligeramente, dejando al descubierto una pequeña parte de su cicatriz. Solo fue un segundo, un instante fugaz, pero suficiente para que mi mirada cayera sobre su piel. La luz de la lámpara del carruaje iluminaba su rostro parcialmente descubierto, y vi no solo la cicatriz, sino también la suavidad aterciopelada de su piel alrededor de ella.
Por un segundo, todo se detuvo. No era solo la cicatriz lo que vi; era ella, más vulnerable que nunca. Y había algo profundamente cautivador en esa mezcla de fragilidad y fuerza. Antes de darme cuenta, mi mano se movió, como un reflejo, queriendo tocar esa parte de ella, esa verdad que tanto escondía.
Mis dedos apenas rozaron su piel cuando ella se apartó rápidamente, volviendo a cubrirse con el velo, su rostro enrojecido por la vergüenza y el nerviosismo. La tensión en el aire se hizo palpable.
—Lo siento —murmuré, retrocediendo un poco, sintiendo el calor subiendo por mi propio rostro—. No era mi intención.
Sabía que había cruzado una línea, una que ni siquiera entendía del todo. Y, sin embargo, el tacto de su piel seguía vibrando en mis dedos, esa sensación suave y cálida, casi sensual, que me había atrapado durante ese instante.
Seraphina no me miró, pero asentí lentamente, sintiendo el peso de lo que acababa de pasar entre nosotros. Había algo mucho más profundo detrás de su reacción, algo que ambos estábamos apenas comenzando a comprender.
Seraphina
Cuando llegamos a la puerta de mi casa, todo cambió de golpe. Sabía que mi madre no estaría contenta. Había pasado horas fuera, ignorando el toque de queda autoimpuesto que ella y mi padre me mantenían desde que decidieron que mi cicatriz me hacía "indeseable" para la sociedad. Pero todo eso parecía lejano en comparación con la intensidad de la noche y de la inesperada compañía que me acompañaba.
Anthony bajó primero del carruaje, ayudándome con esa cortesía innata que parecía natural para él. Y ahí estaba ella, mi madre, abriendo la puerta antes de que siquiera pudiera tocar el llamador. Su rostro mostraba un ceño fruncido que desapareció tan pronto como sus ojos se posaron en Anthony. De repente, el reproche que había en sus ojos se transformó en una sonrisa tan dulce como falsa.
—Vizconde Bridgerton, qué sorpresa tan grata... —dijo mi madre, modulando su tono con la destreza de una actriz. Mi presencia pasó de ser una infracción a una oportunidad brillante.
No podía evitar sentir cierta irritación ante su comportamiento, pero permanecí en silencio. Anthony, como siempre, mantuvo su porte impecable. Hizo una ligera inclinación con la cabeza y me ofreció su brazo para acompañarme hasta la puerta. Me aferré a él, agradeciendo la sensación de estabilidad en medio de la tormenta que era mi familia.
Antes de que pudiera darme cuenta, mi padre y mi hermana Ophelia estaban también en el recibidor. Ophelia, con su mirada crítica y siempre calculadora, me evaluó con desdén, como si no fuera más que una sombra comparada con ella.
—¿Seraphina? —dijo mi padre, con sorpresa en su voz, pero al ver a Anthony, su rostro se iluminó con orgullo.
Pero lo que no esperaba, lo que nadie en esa sala esperaba, fue lo que Anthony dijo a continuación.
—Señor y señora Bennet —comenzó, con ese tono suave y seguro que parecía dominar cualquier situación—, me pregunto si podría tener el honor de volver a ver a su hija mañana.
Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. Sentí que mi corazón se detenía, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Mi madre, siempre rápida con sus palabras, quedó muda, incapaz de creerlo. Ophelia me miró como si no entendiera lo que estaba pasando, con una incredulidad total en sus ojos. Pero mi padre, siempre dispuesto a aprovechar cualquier oportunidad, se apresuró a responder.
—Por supuesto, vizconde Bridgerton, será un honor para nuestra familia —dijo, sin dudar un segundo.
Yo, sin embargo, apenas podía procesar lo que estaba sucediendo. ¿Anthony quería verme mañana? ¿Qué significaba eso? Una cena cordial entre amigos, había dicho él. Pero entonces, ¿por qué sentía un nudo en el estómago? Algo más profundo, algo más oscuro se agitaba dentro de mí, pero no podía darle nombre.
Mientras la despedida llegaba a su fin, Anthony dio un paso hacia mí, su cercanía de repente demasiado íntima para el pequeño espacio entre nosotros. Pude sentir el calor de su aliento rozar mi mejilla cuando se inclinó para susurrarme.
—Eres mucho más de lo que ellos piensan, Seraphina. Mucho más.
Esas palabras, tan suaves y privadas, atravesaron cada capa de mi autocontrol. Sentí cómo el calor subía por mi cuello hasta mis mejillas, un calor que no tenía nada que ver con la vergüenza y todo que ver con algo más... algo que no quería admitir. Sus palabras eran un bálsamo y un desafío al mismo tiempo. Me dejaban con una mezcla de orgullo, confusión y un anhelo profundo que no sabía cómo gestionar.
Lo vi marcharse, cada paso suyo resonando en el empedrado mientras mi familia observaba, absorta en el reflejo de su propio orgullo. Pero yo no podía moverme, atrapada en el eco de sus palabras y en la intensidad del momento.
Y mientras me quedaba en la puerta, con la mirada fija en su espalda que desaparecía entre las sombras, me di cuenta de algo que me asustaba: no sabía si lo que más me emocionaba era haber encontrado un amigo... o si quería mucho más de lo que podría pedir.
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PAUSADA: La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)
FanficSeraphina Bennet, oculta tras un velo y marcada por su pasado, despierta el interés del vizconde Anthony Bridgerton, el único hombre que se atreve a sostener su mirada. A medida que su conexión se profundiza, ambos desafían las normas sociales y des...