El picnic

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Anthony

He estado preparando la cesta de picnic desde temprano, revisando cada detalle más de una vez, algo completamente fuera de lo normal para mí. ¿A Seraphina le gustará? Esa pregunta ha rondado mi mente toda la mañana. No sé si este plan es demasiado informal o si simplemente resultará ridículo. Un picnic. Es algo sencillo, pero íntimo. Me esfuerzo por no cuestionarme tanto, aunque en el fondo, no puedo evitarlo.

Mientras salgo de casa, la cesta colgada de mi brazo, me encuentro con mi madre en el vestíbulo. Violet Bridgerton, con su eterno aire de vigilancia maternal, me observa con una ceja arqueada y una expresión que solo significa una cosa: interrogatorio inminente.

—¿Dónde vas con esa cesta, Anthony? —pregunta, fingiendo desinterés mientras sigue mi camino con la mirada.

Respiro hondo, ajustando la cesta para que no parezca algo completamente fuera de lo habitual.

—He quedado con una amiga —respondo sin más, intentando sonar despreocupado.

Pero mi respuesta parece tener el efecto contrario. El rostro de mi madre se ilumina con sorpresa, aunque lo disimula rápidamente con una sonrisa casi contenida.

—¿Una amiga? —repite, como si fuera una palabra completamente nueva en su vocabulario—. Desde cuando Anthony Bridgerton tiene... amigas.

La miro de reojo, sabiendo exactamente lo que está pensando. No es típico de mí entablar amistades con jóvenes damas, y mucho menos salir de casa con una cesta de picnic. Mi madre conoce mis patrones demasiado bien. Pero, ¿qué le puedo decir? Que estoy simplemente siguiendo el flujo de algo que no sé cómo definir todavía, que me estoy aventurando en un terreno desconocido con Seraphina, que... me interesa más de lo que estoy dispuesto a admitir.

—Es solo una amistad, madre —replico, encogiéndome de hombros, antes de añadir con un leve gesto irónico—. Lo creas o no, soy capaz de tener una conversación sin intención matrimonial.

Ella suelta una risita ligera, pero no dice más. Sé que Violet no es de las que olvida un comentario así, pero al menos, por ahora, parece dispuesta a dejarme ir sin más preguntas. La intriga está escrita en su rostro, sin embargo. Lo sé. Y probablemente después hará mil conjeturas sobre a quién me estoy refiriendo.

—Bueno, disfruta tu picnic entonces —dice finalmente, con un tono que sugiere que, tarde o temprano, querrá todos los detalles.

—Lo haré —respondo, apretando la cesta un poco más fuerte de lo necesario mientras me dirijo a la puerta.

El aire fresco me recibe al salir, pero no me despeja la mente. Mientras camino hacia la casa de los Bennet, mi cabeza sigue dando vueltas sobre la idea de un picnic. ¿Será demasiado simplón? ¿Inapropiado, tal vez? Seraphina no es como las demás jóvenes, eso lo sé bien. Pero eso es lo que me atrae de ella. No busca la perfección ni las formalidades vacías, al menos no en la misma medida que otras debutantes. Y sin embargo, sigo sin estar seguro de si esto será suficiente, si ella apreciará el gesto.

Mi mente se llena de recuerdos del último encuentro que tuvimos. Esa tensión inesperada en el carruaje, cuando ayudé a desenganchar su velo de la puerta y tuve un breve destello de su cicatriz. Su reacción, nerviosa, casi temblorosa, aún me ronda la cabeza. No fue solo el atisbo de su piel aterciopelada lo que me afectó, sino la vulnerabilidad que percibí en ese momento. Algo que ella intenta ocultar, y que sin embargo, me hizo sentir más cerca de ella, más... protector, de alguna manera.

El camino hacia la casa de los Bennet no es largo, pero mi mente lo hace parecer interminable. Cada paso está lleno de pensamientos sobre cómo se desarrollará el día, sobre si la conversación fluirá como lo ha hecho antes o si este cambio de ambiente pondrá una barrera invisible entre nosotros.

PAUSADA: La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora